El doctor amor
EntrevistasBenjamin Biolay

El doctor amor

P. Muñoz — 12-09-2007
Fotografía — Archivo

Después del inesperado mal resultado de “À l’Origine”, Benjamin Biolay entrega el cuarto disco de su carrera, “Trash Yeyé” (Virgin), en el que ha trabajado durante dos años. El francés recupera el pulso de la lírica que le encumbró y, además, debuta como actor en dos películas que se estrenarán este otoño.

Dos años ha tardado Benjamin Biolay en dar por terminado su nuevo trabajo, “Trash Yéyé” -pronúnciese con acento francés-, cuyo lanzamiento (previsto para el próximo 11 de septiembre, fecha inolvidable) no viene acompañado por una nota de prensa al uso. El cantante narra sus peripecias durante la gestación del cuarto álbum de su carrera en primera persona, en un texto inspirado con especial atención a su enamoramiento y posterior desencanto de la cultura norteamericana. De algún modo, esa experiencia más o menos decisiva debería reflejarse en sus nuevas canciones. “No, porque es demasiado íntimo. Fue un buen sitio para escribir y hacer la sesión de fotos (la portada es un retrato del célebre Bruce Weber). Algunos temas pueden tener un cierto sabor americano, pero no las letras, que hablan simplemente de amor”.

"He tocado yo mismo casi todo, lo fundamental en el disco. Pero siempre necesito amigos haciendo bromas"

Otro de los puntos que trata por encima en su manifiesto es el fracaso de su disco anterior, “À l’Origine”, considerado por algunos como el álbum negro de Biolay, que no cosechó los resultados esperados y le obligó a replantearse su lugar en el mundo y en la música. “Fue hace mucho tiempo, casi tres años, realmente no recuerdo muy bien cómo sonaba. El disco que tengo metido ahora dentro no es ese… Recuerdo la portada. Y no tengo ni idea de por qué no funcionó”. Probemos suerte con el título, el concepto que envuelve “Trash Yeyé”. “Después de la primera sesión en el estudio, el técnico me preguntó qué debía poner en la etiqueta. Yo le dije que ‘Trash Yeyé’, que realmente no significaba nada en concreto. Al final lo mantuve. La música yeyé consiste básicamente en malos intérpretes que cantan letras estúpidas… Basura. Desde luego, mi música no tiene nada que ver con eso”. Resumiendo, prohibido establecer relaciones de ahora en adelante entre las canciones de Biolay y la tradición de la canción francesa de los sesenta. Según parece, no le gusta darle demasiadas vueltas a las cosas. Aunque algún sentido habrá detrás de grabar un álbum completo tocando tú mismo todos los instrumentos. “No me apetecía estar sujeto a la rutina del estudio y de la discográfica. Quería hacerlo a mí manera, sin darle explicaciones a nadie porque también sería más rápido. Más que para volver al pasado, a la manera en la que grabé mis primeras maquetas, lo he hecho para tener más libertad”. Lo de trabajar solo es una tendencia en alza. “He tocado yo mismo casi todo, lo fundamental en el disco. Pero siempre necesito amigos haciendo bromas y como apoyo emocional en el estudio. Esta vez he hecho exactamente lo que tenía pensado, no como en otras ocasiones que invitaba a la gente para que aportaran lo que les diera la gana. En este álbum he sido más preciso. Siempre ejerzo de jefe, pero esta vez he sido más bien un poco dictador… todo el mundo ha entendido que tenía una idea clara, exacta. Lo han comprendido y han tocado”. A veces me pregunto cómo funciona la cabeza de un músico que tiene que dividir su torrente creativo entre lo que compone para él y lo que escribe para los demás; en el caso del francés, para su hermana Coralie Clément, para Keren Ann, Henri Salvador, Valérie Lagrange, incluso Françoise Hardy… “Sólo compongo para otros por encargo, cuando estoy seguro de que quieren una canción mía. Es muy diferente, sobre todo en las letras, aunque a veces es inevitable que traten, en el fondo, de uno mismo. Sobre todo es difícil cuando trabajo para mujeres, porque tenemos formas distintas de entender el mundo. Intento sentirme como ellas y empleo palabras que no usaría para mí… Esa es la mejor parte”. Benjamin Biolay ha sido seguidor y, después, telonero de New Order. Su vena oscura, ochentera, sale a relucir en las canciones de “Trash Yeyé” que buscan un resultado trasladable a la pista de baile. Por ejemplo, “Regarder La Lumière”. “Se parece mucho a lo que tocaba con mi banda a los catorce años. Éramos oscuros, nos gustaba Joy Division. Ha sido divertido recuperarlo y muy instintivo. Primero puse las bases y luego fui añadiendo las guitarras y todo lo demás. La toqué entera yo solo y no estaba demasiado preocupado por lo que hacía, lo dejé salir”. Se niega a escoger sus canciones favoritas y no le gustan los singles, pero el adelanto de “Trash Yeyé” es uno de los cortes que brillan dentro del disco (“Dans La Merco Benz”), junto al que lo abre (“Bien Avant”), su momento de introspección al piano (“La Chambre d’Amis”) o sus coqueteos con el pop electrónico (“Rudv Qui Sait”). Biolay ha vuelto a apostar por la riqueza en los arreglos, recuperando su formación clásica. “En realidad no fue gran cosa, nunca he compuesto clásica, simplemente tocaba la trompeta y no me gustaba demasiado. El resto lo aprendí solo. El piano suena bien pero si ves mis manos… Me encantaría llevar violines y arreglos en directo, pero es muy caro, así que tendré que adaptar las canciones”. Este año, nos descubrirá sus dotes como actor en dos películas (una de Vincent Dietschy y otra de Sylvie Verheyde) que llegarán a las pantallas en otoño. “A mí me gusta tanto como la música, ahora tendré que ver si yo le gusto al público…”. A la espera de la gira, el 19 de septiembre podrá medirse el pulso de su álbum en un concierto en el Teatro Cervantes de Málaga. En el que, por supuesto, tocará canciones de amor.

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