Primera parte. Día de promoción
“Somos como una banda de los años sesenta, pero sin LSD. Con gazpacho”, dice a una cámara de televisión Marcos del Ojo (El Canijo, de Los Delinqüentes, con las gafas de sol puestas). La primera sesión de promoción de la superbanda G5, completada con Kiko Veneno, Tomasito, Jairo-Muchachito (Bombo Infierno) y Diego el Ratón, también Delinqüente, comienza con un calor inusual a mediados de noviembre en un jardín de la calle Alcalá, en la sede de la discográfica EMI/Virgin en España, y se aprovecha de la rara oportunidad de que los cinco miembros coincidan en Madrid para rodar el vídeo-clip “40 forajidos”, en el que se divierten con el arpa de boca, disfrazados de indios y vaqueros y con caballitos de palo en medio de su propio spaguetti-western (¿tortilla-western?). “Como un tebeo del oeste”, lo llamaría luego Kiko Veneno. Las primeras entrevistas están destinadas a abrir el apetito: en menos de una semana, volverán a reunirse para presentar a lo grande “Tucaratupapi” en Madrid y Barcelona con tan sólo unas horas de diferencia y un avión de por medio. No pararían de cantar ni en medio un atasco. Las palmas se oyen antes de que se les vea, entre flores y avispas, sentados muy juntos frente a la cámara, tac-tactac-tac-tactac. Tomasito taconea. Diego toca la guitarra: “No hay parte seria en este grupo: hay parte zeria”, dice poco serio. Cantan al Mundial, a España y a Luis Aragonés para recordar los días que pasaron juntos este verano, componiendo y grabando las canciones de “Tucaratupapi”. Se oye a alguien decir que Muchachito parece uno de los gitanos mafiosos de “Gato negro, gato blanco”, de Kusturica, vestido a rayas, chaleco y gorra. Y Tomasito resuelve para la periodista el enigma que se esconde detrás del nombre del disco: repite la palabra tu-ca-ra-tu-pa-pi para marcar el ritmo mientras golpea el suelo con los zapatos, como un grito de guerra india. La guitarra de Muchachito, con una llama de papel naranja pegada a la madera, se une a la de Diego y deciden tocar “G5” -si es que han conseguido aprenderse ya toda la letra-, un tema que bien podría servir de tarjeta de presentación para esta especie de grupo ambulante. Después de grabar el saludo del programa, se despiden y entran en las oficinas de la discográfica para hacer esta entrevista. En el ascensor, Muchachito sigue sin soltar la guitarra y la golpea mientras mueve la cabeza. Kiko coge el móvil y se pone hablar, por lo que se unirá más tarde a la conversación. Todo apunta a que el caos que arrastra consigo los cinco miembros acabará venciendo cualquier intento de poner orden.Segunda parte. El vino y el pescao
“Eso de superbanda es una tontería. Nosotros somos gente de la calle que cantamos igual que puede hacerlo cualquiera”, dice El Canijo, sentado en una mesa con latas de cerveza y un par de ceniceros. Muchachito ha dejado la guitarra. “La verdad es que tenemos un cierto parecido con el equipo A, pero somos más una tropa de amigos que cada vez se ha ido haciendo más grande…”. (Tomasito) “Pero no tenemos nada pensado a largo plazo: sólo pensamos en grabar unos temas, pasarlo bien y dárselos a la gente para que los escuche”. Al final va a resultar que sí que son una “banda fantasma”, como dice la nota de la discográfica, y que lo que comenzó como algo anecdótico para el programa de Jesús Quintero durante un par de días y terminó materializándose en tiempo récord puede esfumarse con la misma rapidez. En menos de una semana ya tenían una docena de temas acabados. “Tucaratupapi” se grabó este verano en tres tandas en Jerez (“el Nueva Orleans de aquí”, dice Muchachito), prácticamente dentro de una bodega y con la ayuda de una manguera para pasar el calor. Además de estos cinco espectros intermitentes (ninguno estaba parado: había que intentar reunirse cuando tenían uno o dos días libres), colaboran en el proyecto familiares, amigos y cualquiera que se dejara caer por allí en pleno Mundial de Fútbol, como Javier Ruibal, Pepe Bejines (No me pises que llevo chanclas) y CaraOscura (en un final improvisado donde le da al beatboxing y le canta a las “papas aliñás con mucha cebollita, con mucho perejil”). El resultado está tan fresco que echará para atrás a más de uno, que pensará que más que canciones, estamos hablando de tapas. El Canijo recuerda la atmósfera. “Nos juntábamos en una mesa redondita allí en Jerez, con la marihuana membrillera y el oloroso de la bodega, y nos dimos cuenta que nos salían canciones sin parar. Así que cada vez que nos veíamos, siempre surgía algo. Tenemos mucha química”. (Muchachito) “Y el jamón…”. (Tomasito) “Y el potaje al que os invité en Cáceres…”. Kiko está tocando la guitarra. Dice que prefiere lo de “banda fantasma” a lo de “superbanda”. (Diego) “El grupo es así: en vez de utilizar un bombo hemos cogido un colchón para hacer la percusión”. (Canijo) “La grabación ha sido de lo más cutre, micros por todos lados…”. (Diego) “…sin auriculares. En la misma habitación todo el mundo, tocando a la vez…”. (Tomasito) “No tiene producción: es fresco, de la calle”. Sin más reglas que esperar a ver quien pilla a la liebre en medio del salto, cada uno ha hecho lo que le ha apetecido en cada momento y “la verdad es que al que le sale, siempre acierta”, dice Tomasito. El Canijo intenta definir la propuesta, muy cercana al garrapateo del que hacen gala Los Delinqüentes. “Hacemos música callejera, como Los Chunguitos, Los Chichos, Las Grecas. G5 es callejero”. Tomasito completa: “Y la época de Veneno”. Quizá sea el estribillo de “El vino y el pescao” la mejor muestra de la mezcla que este disco hace de gastronomía, surrealismo (“La oreja baila sola”) y trapicheo (“El cheque”) sus principales ingredientes. (El Canijo) “Los temas van hablando de momentos que nos pasaron cuando estábamos grabando el disco y estábamos componiendo. Esa canción va contando lo que hacíamos cuando íbamos a la freiduría a por el pescaíto…”. (Tomasito) “Poníamos el papel en blanco en la mesa y, con todo el mundo ahí en medio, lluvia de ideas”. (Muchachito) “Eso es lo bueno. Todo es una sorpresa: estás comiéndote la cabeza con un tema sobre un tío que sale a la calle y de pronto uno salta: ‘no me hables de ardores ni te vistas de romano’ [letra de “Quitao”]. Y así se quedó la canción. Luego resulta que la escuchas entera y hasta tiene su sentido…”. (Tomasito) “También le cantamos a los erizos de goma y las pestañas rizadas”. (El Canijo) “Nos gusta el surrealismo. Siempre nos ha gustado esconder algunas cosas en las letras. Y nos gustan cosas como Dylan y Jimi Hendrix, aunque en vez de LSD lo mezclamos con gazpacho. Ah, también le hicimos una canción al día que tocamos en el programa de Buenafuente”. Se refiere a “Día de promoción”, en el que el grupo narra una actuación desastrosa en la tele y toda la jornada que la rodeó, que incluyó el robo abortado de unas gafas en directo, el olvido del cajón por parte de Tomasito y de apagar el móvil en el avión por la de Kiko Veneno, un taxi equivocado, perderse en los alrededores de Barcelona y salir huyendo de la piscina del hotel ante el amenazador equipo alemán femenino de waterpolo. “Yo acabé andando por las vías del tren a las de la mañana”, recuerda Muchachito. Tercera parte. El club de los despeinados
“El nombre viene de esos G14, G8, etcétera, que se reúnen de vez en cuando y que cambian de nombre según el número de países que hayan faltado. ¿Intención política en nuestro nombre? Sí: nosotros también tenemos la intención de gobernar el mundo, incluyendo China y Japón. Queremos sacar de circulación a todos los caralápidas. Los caralápidas, a limpiar o de pinche de cocina. Lo que pasa es que sabemos que no lo vamos a conseguir”, dice Kiko Veneno, que ha dejado la guitarra en la mesa. Es curioso que un grupo como G5, que
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