Desde el año 2003, en el que se publicó el primer disco de los toledanos The Sunday Drivers, cada dos años hemos tenido noticias suyas. Puntuales como un reloj, no se puede decir tampoco que su ritmo de trabajo haya sido agotador. Pero tal y como me comenta el propio Jero Romero (cantante y guitarra acústica) la banda muestra una total incapacidad para componer durante el periodo de gira.
"Lo primero es el grupo. Si el grupo no suena no hay nada que hacer"
Por eso su calendario vital está tan marcado. A cada disco le sucede la temporada de bolos que puede durar más de un año y en la que llegan a realizar un centenar de directos. Con la pasta recogida, cual hormiguitas, inician el periodo de composición, los ensayos preparatorios de los temas nuevos y por fín una nueva grabación.
"Hemos logrado acercarnos en el estudio a la forma en que sonamos en directo"
Y así han sido alumbrados sus cuatro largos. Siempre la misma dinámica de trabajo y siempre, desde hace una década, los mismos y fieles protagonistas. The Sunday Drivers no serían lo que son si faltara tan sólo uno de ellos. Pero esa fidelidad fruto de la amistad más sincera, también se refleja en su forma de hacer música y su cuarto y más completo álbum lo demuestra como ningún otro de sus discos. Vayamos a ello. Digámoslo ya desde el principio, “The End Of Maiden Trip” es el mejor disco de The Sunday Drivers, el trabajo en el que demuestran hasta qué punto han crecido como instrumentistas, sin perder por ello parte de su espontaneidad en la composición de melodías redondas. Es el álbum en el que han tenido las cosas más claras a la hora de ejecutar las canciones y dotarlas de los arreglos justos, sin barroquismos, sin excesos o capas innecesarias. También es en el que resulta más difícil destacar una canción por encima de otra, porque realmente todas funcionan. Aquí han probado registros distintos, alguno incluso inédito y que gana enteros por la variedad de los tempos y tonalidades de los instrumentos. En especial de las guitarras, que suenan cristalinas, y las líneas de bajo más atrevidas hasta la fecha. En su hoja promocional dicen que es su obra más optimista, pero si me permiten la corrección yo hablaría de la más luminosa y sobre todo insistiría en que es la que posee una mayor clarividencia de lo que es el pop-rock elegante y definitivamente redondo. (Jero) “Estoy de acuerdo contigo en que no hay ninguna canción que sobresalga. De hecho me estoy sorprendiendo bastante, porque ahora que estoy haciendo promo, ya he recibido opinión de la gente sobre ‘este tema es el single’ de cada canción. Con lo cual hasta nosotros, que estamos pensando ahora en hacer un video y elegir una canción, no sabemos muy bien cuál escoger. Ni siquiera la discográfica, que siempre lo ha tenido más claro, sabe cuál elegir y eso es una de las cosas que más me gusta del disco, que todas las canciones tienen bastante identidad por sí mismas”.
En todo esto mucho ha tenido que ver el hecho de que, a diferencia de “Tiny Telephone”, su anterior álbum grabado bajo la tutela de Brad Jones (Josh Rouse, Yo La Tengo) en San Francisco, el nuevo haya sido grabado bajo la supervisión de un habitual de la banda como José M. Rosillo quien les ha acompañado durante el último lustro como técnico de sonido. Una forma distinta de hacer las cosas, en la que la complicidad y el entendimiento ha sustituido al relumbrón y el fasto de grabar fuera. “Lo primero es el grupo. Si el grupo no suena, no hay nada que hacer. Es como un equipo de fútbol. Si no juega bien no lo va hacer ni en el Camp Nou ni en el campo de tierra del barrio. Vaya, que para empezar el grupo tiene que sonar y yo creo que ahora tocamos mejor y nos manejamos mejor en estudio que hace tres años y muchísimo mejor que hace siete. Sólo hay que escuchar los discos. Luego son importantes los medios y, por lo menos para grabar, los hay igual de buenos aquí que en Estados Unidos. Por eso son más importantes las personas que te rodean que el sitio. Luego, también ocurre que, en cada momento de tu vida, buscas una cosa distinta como experiencia vital. Nosotros más que el que el estudio de San Francisco fuera bueno o no, lo que nos apetecía era trabajar con una persona completamente ajena al grupo. Cederle espacio para que influyese, que es lo que hizo Brad Jones, para luego poder decir ´he estado en San Francisco, pero como experiencia vital´. Ahora no buscábamos eso. Diría que por fin hemos logrado acercarnos en el estudio a la forma en que sonamos en directo. Vaya, no es un directo porque es imposible y creo que no se puede lograr en un estudio, pero por lo menos en cuanto a intensidad es el disco en el que más nos hemos acercado”.
Como afirmábamos antes, lo mejor de este álbum es que se ha jugado siempre a favor de la canción. Sin recargarlas de forma excesiva y si, por ejemplo, era necesario que sonara sólo la voz y una acústica o un piano, ¿para que embarrar su belleza con más instrumentos? “En esta ocasión tanto Rosillo como nosotros hemos visto qué era importante y qué lo era menos y qué es lo que teníamos que potenciar y qué era más secundario. Es algo que aprendes con el tiempo, como a saber cuáles son las virtudes y cuáles los defectos. Nosotros hemos intentado que, cuando la canción nos sonase bien, dejar de arreglarla. Antes les dábamos muchas vueltas, pero ahora, mirando desde la distancia, creo que hay canciones de discos anteriores que tienen más arreglos de los que realmente necesitaban. Por ejemplo, hay estrofas en este disco que son bajo, batería y voz, y eso es algo que no habíamos hecho antes. También hay una canción con una eléctrica y no hay ninguna acústica, cosas así. Pero eso que parece fácil, obvio y simple, a nosotros nos ha costado tiempo aceptarlo”.
De esa guisa, sin alardes ni pretensiones vanidosas, entregan trece canciones que, como viene siendo habitual en ellos, son un repaso por el pop y el rock de toda la vida. El de Lennon y Harrison, pero también el de Steve Winwood, Ronnie Lane, Stephen Stills, Gene Clark, John Fogerty, Paul Weller y el sempiterno Neil Young. Referencias clásicas para un sonido tan clásico que, para sus detractores, ha sido el bocado al que hincarle el diente de la crítica fácil. ¡Paparruchas! Cuando hay canciones de la solvencia épica de “Specially (Today)” con ese aplastante crescendo, otras de la belleza clarividente y sencilla de un “So What”, que te retrotrae a los mejores Wilco, o esa “(Hola) To See The Animals”, con el buen rollo que destila el ukelele, no hay críticas que valgan. Un sonido tan clásico como un ataúd de pino, pero que en ningún caso atufa a caduco o pasado de moda. Y es que el abajo firmante siempre preferirá grupos de su honestidad musical a otros que esconden sus carencias en el amauterismo mal entendido. The Sunday Drivers suenan mejor que nunca y es de justicia decirlo. Para acabar de hacerle un favor a Jero, no te quedes solamente con las melodías y profundiza también en los textos de las canciones. Igual hasta te llevas una sorpresa. “En general, quitando el primer disco, estoy bastante contento con todas las letras. En ese sentido soy bastante exigente y me lo curro. Obviamente, no es mi idioma y me cuesta bastante trabajo, aunque, por otro lado, entiendo el rollo de ese sambenito de que si cantas en inglés es porque no sabes que decir. Yo poco más puedo hacer para cambiar eso excepto invitar a la gente a que lea las letras. En nuestro grupo, desde el segundo disco, está Lynton que es galés y además un hijo de puta con las letras. Él no consentiría que dijera tonterías y estoy muy contento con todas las letras de este disco y creo que son las mejores que he escrito nunca, como las de ´So What´ o ´Specially´”.
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