En pleno intercambio de mails para concretar cuándo y cómo tendrá lugar la entrevista, Pablo Martínez rompe con el cariz protocolario de la conversación: “Leí en tu blog que ‘Los veranos y los días’ era candidato a sustituir al ‘Nº 2’ de JJ. Me hizo mucha ilusión porque aunque creo que no tiene absolutamente nada que ver con lo que yo hago, ese disco fue sin duda uno de los pocos que me atrapó y obsesionó el año pasado. Curioso ¿no?”. No tanto. Como diría el filósofo, “lo nuestro es una cuestión de feeling”. No parece difícil encontrarle el vínculo a dos discos bien distintos entre sí que, sin embargo, laten al unísono. Ambos sufren de un soplo en el corazón, de un flujo sanguíneo turbulento provocado por el mal de amores. “Este disco refleja la ascensión y caída de dos relaciones diferentes en los últimos tres años, por eso hay momentos muy optimistas y otros que no lo son no tanto. Ahora mismo no estoy con nadie así que todavía no hay mucho material para el próximo disco (risas)”. Caída y auge de dos amores que tienen en el tiempo estival un “rohmeriano” escenario para este diario íntimo compuesto por doce viñetas. En realidad, apenas un par de líneas bastan para sintetizar el segundo trabajo de Dotore: “El verano ha llegado/y sabes que te sienta bien”. “Es cierto, no considero el verano el tema central del disco sino su escenario. Cuando empecé a escribir nuevas canciones necesitaba algo más cálido, como quien necesita irse de vacaciones a un lugar con buen tiempo después de meses de frío en su ciudad. Con las primeras canciones no fue premeditado pero enseguida me di cuenta de que el escenario que describía de forma inconsciente era el verano y así fue como se convirtió enseguida en hilo conductor”.
“Demonios del otro lado del océano” fue un debut esperanzador, que convertía a Dotore en la respuesta ibérica a una sensibilidad folk-pop que llega desde el norte de Europa y entronca con la tradición anglosajona. “Me alegro de que te parezca contemporáneo. Me gusta lo que hace gente como Kings Of Convenience o Jose Gonzalez, pero la verdad es que no son mi referencia en absoluto. Sin embargo es probable que los tres tengamos en común la devoción por Nick Drake, Tim Hardin o Judee Sill”. Mucho más maduro y ambicioso, Pablo recluta a Iñaki Irisarri (Café Teatro), Havard Enstad (“un pianista y chelista noruego que es tan bueno que cuando empezamos a tocar me sentía ridículo limitándole a los arreglos sencillos que tenía en la cabeza”) y hasta a un Arvo Pärt enlatado (“soy muy fan. Para ‘Mejor que antes’ me imaginaba un final épico; es casi el final del disco y quería algo intenso antes de que llegase la calma con la última guitarra, unos coros que fuesen subiendo en intensidad. Así que mi primera opción fue Arvo Pärt”) para completar un segundo paso que en realidad es un salto de gigante. Y lo hace desde una absoluta economía de medios, con una tirada inicial irrisoria y a partir de un planteamiento lírico y musical minimalista. Pongamos por ejemplo,”La mañana”, arpegio de guitarra circular sobre el que se suceden con una simplicidad asombrosa una serie de imágenes que representan ese momento en que despiertas y te sorprendes de tener a tu lado a la persona de la que estás enamorado. “Es una canción muy especial para mí y una excepción en la manera que habitualmente tengo de hacer música. La escribí en diez minutos, música y letra. Acababa de despedirme de mi novia de entonces, cogí la guitarra, me vino la letra a medida que iba cerrando la canción y supe al instante que había hecho una de las mejores canciones que haría nunca. Normalmente puedo estar meses dándole vueltas a la composición de las canciones, escribiendo las letras, volviendo sobre ellas o incluso rehaciéndolas completamente. Puede parecer que las letras son sencillas pero te puedo asegurar que les doy mucha importancia y estoy obsesionado con mantener la simplicidad y la esencia tanto en las palabras como en los arreglos. También hay mucho de terapéutico para mí en la forma que tengo de tocar la guitarra y esas canciones. Aunque sea inconscientemente, busco arpegiados rápidos y repetitivos que puedo llegar a tocar durante horas en bucle y que me permiten no tener que pensar en nada durante un rato. Respecto a mis referencias literarias son muchas. Desde el título del disco, ‘Los veranos y los días’, que está inspirado en ‘Los placeres y los días’ de Marcel Proust, a la poesía española contemporánea de García Montero o Luís Muñoz o la estética oriental en general, cosas como el ‘Kokin Wakashu’ japonés”. Unos textos en los que “desnudos las cosas tienen sentido”, “la chica siente el beso de la brisa” y “no hay nada mejor que el sexo por la mañana”. ¿Sabes que, por momentos, “Los veranos y los días” resulta radiantemente sexy? “Pues a decir verdad es algo de lo que no había sido consciente hasta ahora, pero me agrada la idea de que pueda verse como un disco erótico o sexy. Lo que me frustra bastante es que la gente lo perciba como un disco melancólico porque yo no lo veo así en absoluto. Este disco ha coincidido con una época feliz de mi vida y a mí al menos me transmite sensaciones agradables, sin duda con un poso de melancolía, pero creo que las imágenes positivas se repiten a lo largo de todo el disco. Una amiga mía dice que hay un estado de ánimo de felicidad-melancolía en el que siempre le apetece ponerse mis discos. Creo que esa descripción encaja mejor con la idea que yo tengo de mis canciones”.
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