Me recibe en la oficina de Sinnamon Records en Barcelona el matrimonio formado por Win Butler y Régine Chassagne, principales compositores y cabezas visibles de este particular colectivo musical, (que se completa con Richard Parry, Tim Kingsbury, William Butler, Sarah Neufeld, Jeremy Gara), un par de fans de la música que un buen día cruzaron sus vidas en Montreal. Se les ve algo cansados pero animados ante el éxito que están obteniendo con el excelente “Funeral”, su primer larga duración. “El disco ha ido muy bien en los Estados Unidos. Acabamos de finalizar nuestro primer tour como cabezas de cartel. Ha sido agotador y maravilloso a la vez. Es difícil analizar lo que ha pasado con nuestro primer disco ya que no tenemos ninguna experiencia parecida con la que compararlo. No sabíamos como iba a responder la crítica o el público y todo ha pasado muy rápido. Ahora estamos concentrados en nuestra próxima gira europea”. Una gira que les traerá en mayo al Primavera Sound, una cita obligada para comprobar como defienden en directo un disco del que se ha dicho de todo. Lo más sonado es la leyenda urbana que afirma que, durante su grabación, se produjeron diversas muertes de amigos y familiares cercanos al grupo. Butler aclara este punto.
"Intentamos hablar de cosas tristes y oscuras de una manera alegre... como Woody Allen"
“Mira, cuando fui al entierro de mi abuelo Albino Rey, que tenía noventa y cinco años al morir, un famoso músico de los años cuarenta -un aunténtico pionero en la utilización pedal steel-, que fue una fuente de inspiración para nosotros, nos encontrábamos mezclando el disco. Ya habíamos acabado de grabarlo. Eso siginifica que sólo nos afectó una muerte durante el proceso de grabación. La gente le da una importancia especial porque se el disco se llama ´Funeral´, y por las letras de algunas canciones, pero creo que exageran. No habla solamente de eso”. No le falta razón. Una detenida escucha de “Funeral” deja bien a la claras la riqueza de sus textos. Desde historias de amour fou adolescente (“Neighborhood #1”), a desatados himnos vitales (“Wake Up”), pasando por historias de amor decadentes (“Crown Of Love”) e inquietantes cuentos de horror (“Haiti”). Unas canciones que tienen como denominador común una estética decadente y tenebrosa, y un fondo vital, de celebración de la vida, que sirve de perfecto contrapunto (en la tradición del mejor pop clásico, aquel que inventaron la Motown y el Brill Building). “Me gusta cosas como ´Brazil´ de Terry Gilliam, obras que tienen las mismas dosis de ironía y drama. Es una película que transmite una idea muy oscura y a la vez tiene toques de slapstick. La mayoría de mis artistas preferidos siguen esas coordenadas, y nosotros lo intentamos, más en directo que en el disco. Hablar de cosas tristes y oscuras de una manera alegre. Es como Woody Allen, que se ríe de todo por muy triste que sea”. Esa riqueza y contrapunto en las letras es también aplicable a las melodías. Tremendamente originales y cambiantes, sorprendentes, a ratos épicas, que dan origen a una canciones que son verdaderas montaña rusas con constantes subidas, bajadas, frenadas y acelerones. Una verdadera locura “Los discos que me gustan tienen esa mezcla, no son iguales todo el tiempo. Nos gustan un montón de estilos de música diferentes y eso es algo que se refleja en el disco”. Aciertos que son remarcados por una producción de lujo (a cargo del propio grupo) barroca y recargada a lo Phil Spector. “No creo que fuéramos conscientes o capaces de hacer una producción a lo Phil Spector. Simplemente pasa que nuestra forma de hacer canciones se basa en tener el esqueleto básico de un tema y luego ir añadiendo cosas hasta que nos quedamos satisfechos”. Tan personal discurso musical ha acabado por impresionar a algunos de los músicos citados como influencia en “Funeral”. Tanto David Bowie como David Byrne, han mostrado su admiración por The Arcade Fire. “Cuando conocimos a Bowie hace unos meses en Nueva York me sorprendió que nos dijera que le había gustado el disco a pesar de que le pareció difícil entrar en él. Nos comentó que no le había gustado a la primera y que tuvo de escucharlo varias veces. Para mí ese fue un gran cumplido. David Byrne cantó con nosotros una canción, ´This Must Be The Place´ de The Talking Heads, cuando tocamos en Nueva York y fue maravilloso”. Con padrinos de este calibre sólo se pueden esperar cosas buenas en el futuro de esta particular banda que ha vuelto a situar a Montreal en el mapa musical mundial. Ciudad bautizada ya por la prensa musical yanqui, por su cantidad de nuevos grupos (Wolf Parade, Stars, The Unicorns, Chromeo...), como la una nueva Seatle. ¿A qué esa historia les suena?
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