Black Lips nos caen bien por muchas y buenas razones: sus incendiarios directos, por ser chicos de clase media que como buenos chicos de clase media solo quieren pasarlo bien liándola y destrozando cosas y partiéndolas y dándole patadas y, puede que la crucial, su carencia de pretensiones: hacen rock’n’roll divertido, frontal, y porque sí, porque la vida son dos días y todo lo demás es tontería.
"Creo que no he estado más de un par de semanas en casa desde enero de 2004" |
Ni siquiera cuando algunos podrían haber esperado de ellos un disco orientado a una escena más amplia que empezó a sentir curiosidad por ellos con “Good Bad, Not Evil” (Vice, 07) han cambiado en nada. “200 Million Thousand” (Vice, 09) es otro tratado de rock garajero, salvaje y enfermo que toma de los mejores brebajes de los sesenta (13th Floor Elevators, The Sonics) y setenta (The Stooges, MC5) sin concesiones ni medias tintas.“Ahora tenemos nuestro propio estudio, así que hemos controlado todo el proceso de grabación”, explica Jared Swilley, bajista del grupo de Atlanta. “Ha sido realmente divertido”. Divertido significa burro. “200 Million Thousand” contiene catorce temas y cada uno parece abordado de forma diferente más allá de coincidir todos en un sonido procedente de otra época. “La música que más nos gusta suena así”, explica. “Hemos podido experimentar más con el sonido, grabar cuando nos daba la gana, era nuestra casa. Es el tipo de estudio que tenían en los sesenta, con pocos micrófonos, nada digital. La música en aquella época sonaba mejor, a pesar de las técnicas de producción de hoy en día”.
Por eso los adoramos, son esa clase de garrulos. “Alguna gente esperaba quizás un disco más pop, algo más comercial. Pero nosotros hacemos lo que nos da la gana”. Y a pesar de ello, Black Lips han conseguido el favor de cierto sector del público indie que sabrá Dios por qué les sigue. Ellos tampoco tienen la respuesta, aunque se alegran de ello, y les permite dedicarse a lo que más les gusta: tocar en directo.
Black Lips se han pasado los últimos años tocando alrededor del mundo, desplegando su enérgico directo noche tras noche, y parecen disfrutar como enanos haciéndolo. “Hemos tenido experiencias fantásticas, nos hemos divertido mucho. Creo que no he estado más de un par de semanas en casa desde enero de 2004 y cuando paro por ahí demasiado tiempo me vuelvo loco”. Aunque no siempre la experiencia es buena. Poco antes de nuestra conversación -y de la edición del álbum, buena promoción- el grupo tuvo que salir por patas de la India después de que las autoridades amenazaran con detenerlos. “No fue todo malo en India. Hubo cosas buenas. Pocas bandas americanas o europeas han ido allí de gira antes así que el público estaba en estado de shock en nuestros conciertos. La cuestión es que allí la homosexualidad está prohibida, ni siquiera dejan que dos tíos se den la mano en público. Los problemas empezaron cuando Cole y Ian se besaron en el escenario. En ese momento no pasó nada, pero después el promotor suspendió el resto de la gira y nos dijeron que habían llamado a la policía, se quedaron nuestros pasaportes... Nos cagamos de miedo, pero la comida ahí es realmente buena”. La mejor noticia es que la experiencia no les ha hecho replantearse la naturaleza de sus conciertos, aunque Jared comenta que esa noche se salieron especialmente de madre. “Es que los anteriores conciertos fueron un poco aburridos, pero esa noche nos desmelenamos de verdad y la gente se lo pasó en grande, aunque normalmente no hacemos tanto el ganso”. “Fuimos a Palestina a tocar rock´n´roll”, explica. “No tenemos ningún problema con nadie”. Ahí está: hacen lo que hacen porque les da la real gana y poco más. En la música de Black Lips no hay ninguna otra pretensión, más allá de que podamos considerar que hoy en día no hay nada más subversivo y revolucionario que hacer las cosas porque sí, ser irreverente porque es divertido y punto y ellos lo son y basta leer las notas del libreto que acompaña “200 Million Thousand” para darse cuenta que hay más inteligencia en su postura que en los panfletos de muchos. “Me gusta la música dura, cruda y cool”, suelta Jared en algún momento. Y ellos son duros, crudos y, sí, cool. Pero no como lo diría una moderna en el Bread & Butter sino como lo diría Beavis o lo diría Butthead. Molan y punto. Porque sí.
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