Nacida y criada en Estados Unidos, de padre francés y abuela japonesa, Maia Vidal lleva una temporada afincada en Barcelona, ciudad que le ha dado mucha vida y proyección artística. “Pasé una temporada en París, y allí no me adapté, en cambio en Barcelona me siento muy bien, creo que de momento he encontrado mi lugar aquí”. Su disco de debut suena personal, muy variado, va de la chanson al folk o incluso el gospel, y en él se pueden ver sus diferentes facetas. “Estas canciones me muestran a mí tal y como soy. Durante unos años solo escuchaba y tocaba punk, y la verdad es que al final me quemé. Necesitaba un cambio”. Por si no hubiera suficiente, en su disco colabora ni más ni menos que el reverenciado Marc Ribot. “Mi padre tenía su contacto, de cuando se conocieron en los años ochenta en Francia. Él me sugirió que contactara con él y, cuando lo hice, todo fue muy fácil. Toda en dos de las canciones de mi disco. Es un músico alucinante e hizo todo el trabajo en apenas dos horas. Para mí es un privilegio”. Uno de sus retos fue trasladar diversas canciones de Rancid a su universo musical. “Después de abandonar ese estilo, Rancid era el único que grupo que todavía me apetecía seguir. Hay muchas melodías en su música. Contacté con Tim Armstrong, y le encantaron las versiones de sus temas, muchas de ellas adaptadas a partir de un acordeón. Él me insistió para que incluyera una de ellas en mi disco, y pusimos ‘It’s Quite Alright’”. El movimiento riot-girl también le tocó de cerca, aunque más por nombres como Sleater-Kinney y Hole que por las pioneras del género. “En aquel momento, las chicas necesitábamos decir cosas, pero siempre en grupo, y decirlas bien fuerte. Ahora podemos mostrarnos más dulces y más cercanas, caminado nosotras solas”.
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