No, no hemos pactado con el diablo; se trata de Carlos Galán, jefazo de Subterfuge, que responde a nuestro cuestionario con motivo del décimo aniversario de su compañía. «En junio del 90 editamos nuestra primera referencia, aunque el comienzo de todo es julio del 89, cuando se edita el número cero del fanzine». Un fanzine que celebra estos diez años con un número especial -ya van por el 25- al que acompaña un compacto con los temas más representativos de la era Subterfuge. Seguramente sea la mayor de las indies, al menos en lo que se refiere a las ventas: Australian Blonde, Undershakers, Los Fresones Rebeldes, Mercromina, Sexy Sadie o Najwajean han contribuido a ello, pero sobre todo Undrop y Dover, el grupo que cambió la manera de ver las cosas con las más de cuatrocientas mil copias vendidas de su «Devil Came To Me». Para muchos significaba un punto y aparte, para otros tantos nada más que un punto y seguido. Subterfuge optó por la segunda opción: un golpe de suerte que permitió el crecimiento económico de la compañía; dinero que se reinvierte en la consolidación de las tres grandes divisiones del sello: Subterfuge Satanic Charm, Música Para Un Guateque Sideral y Canciones Desde La Tumba. El principal condicionante del sello sigue siendo «editar las cosas que nos gustan», comenta Carlos. La comercialidad viene por añadidura; trabajar con las multinacionales (Subterfuge tiene su especialidad en determinadas compañías de refrescos) no debe ser un pecado, y más cuando la integridad -musical, se entiende- sigue intacta.Diez años dan para muchas cosas; y para muchos grupos, porque por Subterfuge han pasado grupos como Manta Ray -que editaron su primer Lp con el sello del diablo-, los inimitables Pop Crash Colapso (mutados ahora en Safety Pins), Frogger, Blood Filloas o Yellowfinn. El indie -lo que conocemos por el indie hoy- no sería lo mismo sin ellos. Pero Subterfuge no cesa en su expansión, y podemos hablar de ella como nuestra primera indie «multimedia»: no porque se haya introducido en las radios y televisiones del estado, pero sí porque su fanzine es uno de los más asentados, cuenta con un catálogo de cómics y videos envidiable, y ahora se permite además impulsar la distribuidora El Diablo. Tiempos los de Manta Ray y su Ep «Escuezme», tiempos también los del «Chup Chup» de Australian Blonde convirtiéndose en el primer himno de la era indie. Pero no todo tiempo pasado fue mejor. «Los mil y un problemas de la distribución, alguna inspección de la SGAE y el transfuguismo» son los mayores obstáculos que se han encontrado en su devenir. Recompensas las ha habido de todo tipo; incluso un premio de la SGAE como mejor discográfica independiente -fíjate-. Ellos viven al margen de esto, y señalan «trabajo, ilusión, constancia y un poquito de ingenuidad» como las principales virtudes que se deben atesorar para sacar adelante un sello discográfico independiente. A ellos les debemos los grandes nombres que hemos señalado antes -y muchos otros que no hemos mencionado siquiera-, pero también una apuesta cada vez mayor por nombres que en un principio no tenían hueco dentro de la filosofía freak del sello: Najwajean, Smol Tosi (Big Toxic, quien además rehizo el «Onion Soup» de Sexy Sadie en una experiencia que debiera tener continuidad por algún lado), Fangoria (consiguiendo con «Una Temporada En El Infierno» lo mejor de su carrera), las aventuras lounge de Mastretta y Penelope y Carlo, además de recuperar el genio de Jess Franco, las melodías de Alfonso Santisteban, el punk-pop versión maquetera de Terry IV o Los Vegetales (años más tarde regenerados en Intronautas), o las primeras grabaciones de La Banda Sin Futuro, el embrión de Derribos Arias. Son muchos los nombres como para olvidarnos. Diez años; y que cumplas muchos más.
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