Sin embargo sentarse a hablar con el artista argentino acabó siendo todo lo contrario a ese enfrentamiento pesadillesco que uno tiene, paralizado, con la terrorífica sombra que le observa desde el marco de la puerta. Fue un placer poder charlar con el luminoso Dillom sobre el horror como sonido, la ineficacia de la música feliz, Ari Aster, Letterboxd y Power Points.
Antes de empezar a hablar de música, quería preguntarte por tu relación con el terror, elemento que vertebra los dos discos que has publicado hasta el momento. En “Post Mortem” (21) aparecen incluso referencias explícitas a Poe y Lovecraft.
Yo soy muy fanático del cine de terror desde siempre, pero creo que mis temáticas siempre acaban llegando a este terreno por culpa de mis propias experiencias personales. Siempre he sabido encontrar lo atractivo y divertido de las tragedias, y me gusta atravesar las mías propias con humor. Creo que he sabido reflejar esa filosofía en mi música. Este último disco quizás sea más serio, pero también tiene sus toques de comedia. No me transmite demasiado la música feliz. No suelo escucharla. Lo que realmente me gusta ver en un artista es el sufrimiento [risas]. Trato de hacer lo que me gusta escuchar.
Creo que esas grietas de humor en el terror son esenciales en “Por cesárea”, un álbum profundamente serio y conceptual que se permite aceptar temas como “Buenos tiempos”, en los que haces juegos de palabras con “liposucción” y “pito-succión”. ¿Te llegó a preocupar que estos momentos pudieran jugar en contra del tono del proyecto?
La verdad es que sí. Si te soy sincero, a mí lo que me es más sencillo es hacer un tema como “Buenos tiempos”. Esa es mi zona de confort. Nos encantaba pero nos dimos cuenta de que costaba incorporarlo dentro de la narrativa del disco. Tuvimos que hacer todo un trabajo para que este desenfado pudiera ser una faceta del personaje en nuestra historia. Incluso tuvimos que reescribir la letra en ciertos puntos. El tema también tiene ese cambio de tono al final que te da a entender que no deja de ser un estado mental más del protagonista. Lo que es cierto es que “Por cesárea” no era un disco que diera mucho lugar a la joda, y la joda es lo que mejor se me da. Fue un desafío bastante grande.
"Quería explorar justamente eso: lo más retorcido, eso que a todos se nos puede pasar por la cabeza y que por supuesto nunca haremos"
En la otra cara de la moneda están temas como “Muñecas”. No te voy a volver a preguntar otra vez sobre el porqué de una canción tan incómodamente explícita, pero sí me gustaría saber si en algún momento te preocupó que la polémica llegara a eclipsar los valores propiamente artísticos del proyecto.
Miedo no me dió. A mí realmente me sirve la polémica si eso hace que la gente escuche la música [risas]. Yo obviamente prefiero que la gente se acerque a “Por cesárea” como obra, pero la polémica es algo a lo que suelo apelar bastante. Cada vez intento forzar más el límite, es algo que me divierte y me funciona. Con “Muñecas” nunca tuve miedo de que me cancelaran, estaba muy seguro de la intención detrás de eso. Me esperaba un recibimiento más negativo y es uno de los temas más escuchados del álbum.
Antes has hablado del concepto de personaje. ¿Cómo manejas el equilibrio entre ficción y biografía en esta primera persona del singular?
Siempre hay bastante de mí en los personajes que creo. Quería sacar a relucir la parte más oscura de mi propia mente. Soy muy fanático de “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” (10) de Kanye West. Quería explorar justamente eso: lo más retorcido, eso que a todos se nos puede pasar por la cabeza y que por supuesto nunca haremos. Quería exprimir al máximo esos pensamientos tóxicos y personificarlos en una ficción.
La intro del álbum, “Últimamente”, introduce el proyecto con una línea de bajo con la que he estado obsesionado estas semanas. Siento que este instrumento es un elemento que está muy presente en tus dos discos, cosa que cobra muchísimo sentido cuando uno se entera de que tocas el bajo desde los nueve años.
El bajo es mi instrumento favorito. Aunque sea inconscientemente, siempre le pongo una especial atención. Me gusta construir los temas desde ahí. No suelo grabar yo el bajo en mis canciones. No es que lo toque mal, aunque tampoco lo toco bien [risas]. Siento que hay mucha gente que lo puede tocar mejor que yo. Algún bajo habré grabado, en algún tema más funk en el que predomine lo thrash y la finura sea algo secundario. Justamente la intro de “Últimamente” tiene un bajo muy fino y eso tiene que estar bien tocado. Así que no lo toqué yo [risas]. Pero sí me gusta estar encima de la composición de las líneas de bajo.
"Creo que el disco dialoga muy bien con “Cisne Negro” (10) de Aronofsky"
Te he stalkeado un poco y he encontrado tu cuenta de Letterboxd. He visto que has puesto cinco estrellas a películas como “La matanza de Texas”, “El Resplandor”, “Scream” e incluso “Beau tiene miedo” de Ari Aster.
¡“Beau tiene miedo” es increíble! Esa película la vi justo cuando estábamos cerrando el disco y me dio mucha rabia porque hubiera deseado haberla visto antes. Me inspiró en la recta final del proceso creativo para poder darle un toque más lisérgico a mi historia. ¡Ojalá me hubiera podido influenciar más!
Si tuvieras que recomendar una película que ver en sesión doble con “Por cesárea”, ¿cuál sería?
Creo que el disco dialoga muy bien con “Cisne Negro” (10) de Aronofsky. Tiene algunas partes teatrales que han inspirado temas como “Mi peor enemigo”, junto a Andrés Calamaro. Es una canción con cierta vibra clásica, más vinculada al baile. También tiene algo de “Réquiem por un sueño” (00), del mismo director. Me inspiró mucho visualmente.
¿Cómo entra Andrés Calamaro en el proyecto? ¿Sabe cuál es el concepto del disco antes de subirse?
Creo que ya se podría decir que Calamaro y yo somos amigos. Le conocí en Madrid hace dos años. Hacía mucho tiempo que hablábamos de hacer una canción pero nunca coincidíamos. Quería que estuviera en el disco sí o sí. Tenía preparado un Power Point para enseñárselo a cualquiera que fuera a trabajar en el álbum, para que entendiera los diferentes capítulos de la historia. A Calamaro no le enseñé el Power Point [risas]. Pero sí le conté todo sobre la narrativa y lo que quería transmitir con ese tema. Ambos teníamos que estar en la misma página para poder expresar correctamente esa sensación de estar resentido con la vida, de estar cansado de volver del colectivo a casa día sí y día también. Esa es la imagen que yo quería crear y le quedó bárbaro.
La portada de “Por cesárea” me parece maravillosa. Ese rollo Francis Bacon dialoga genial con tu trabajo. ¿Cómo dais con esa imagen?
La portada la hizo Noduermo, mi socio creativo. Él está detrás de todos los vídeos y de toda la parte visual de mi proyecto. Al principio queríamos que la portada reflejara tres etapas del mismo personaje hasta llegar a un rostro desfigurado y monstruoso. Pero la composición quedaba rara. Al final sólo quedó una de las versiones. Nos juntamos un fin de semana y nos encerramos en una casa a pintar, probando distintas técnicas. Noduermo hizo esa pintura y nos encantó. Me quedé muy contento porque era justo lo que quería transmitir.
Este último disco es mucho más orgánico que el anterior, con una banda mucho más presente. ¿Qué opinas de que se te suela seguir etiquetando dentro de la música urbana? ¿Te sientes fuera de ella?
No me siento identificado con esa etiqueta. Para mí actualmente la música urbana es algo mucho más cercano a sonidos como el del reggaeton. Realmente no llego a sentirme identificado con ninguna etiqueta. No diría que soy rockero ni rapero, por ejemplo. A mí me gusta hacer la música que me nace hacer en cada momento. Me encantaría ponerle un nombre, sería mucho más fácil. Lo único que une a toda mi música es el horror. Últimamente digo que mi género musical es el horror.
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