Antes de nada, es necesario ponernos en contexto y saber cómo surge Diamante Negro y bajo qué convicción.
Diamante Negro surge de Benoît y Lucas, dos amigos que deciden quedar para tocar las ideas que Benoît lleva tiempo masticando sin que nadie lo haya podido tragar. Lucas se compra una guitarra, unos pedales y queda con Benoît y componen juntos Club Caribe. Después de probar hasta con tres baterías distintos, Pol decide unirse al proyecto porque le gustan las canciones y porque los otros grupos en los qué toca no son suficientes para su ambiciosa alma. Convicción: tocar y no tener que trabajar en curros de mierda (en el caso de Lucas que solo curra los findes, Pol en un almacén a media jornada y Benoît, que es teleoperador).
Ya desde la primera canción del disco, jugáis a condensar en canciones varios frentes actitudinales del pop: del propio pop underground español de los años ochenta y noventa (tal como hicieron Patrullero Mancuso y Los Claveles, por ejemplo) a explosiones eléctricas típicas de Dinosaur Jr. o las texturas atonales de Pavement. Pero ¿cómo se ensambla esa travesía entre la generación pop nacional y el rock underground yanqui de los ochenta y noventa?
Suponemos que en nuestro bagaje se encuentran esas dos realidades. Por un lado, están los estribillos pegadizos, nos sale componer melodías que queremos repetir y que sean repetidas, sin afán de ir más allá de interpretar algo que nos gusta. A todos nos gusta, por otra parte, todo el espectro de melodías disonantes, armonías poco comunes y sonidos distorsionados de los noventa. En parte porque en las letras hay una rabia contenida, una frustración que se ejemplifica muy bien si es transmitida con esa distorsión que caracteriza las bandas más ruidosas de finales del siglo pasado.
"En las letras hay una rabia contenida, una frustración que se ejemplifica muy bien si es transmitida con esa distorsión que caracteriza las bandas más ruidosas de finales del siglo pasado".
En este sentido, ¿cuáles son las referencias que mejor definen vuestras intenciones?
Es una pregunta muy sencilla para una respuesta demasiado compleja. Compleja porque claramente no tenemos un anclaje de referencia, alguien o algo que nos sirva como inspiración directa. Se trata más un mejunje de influencias, catalizadas tanto por nuestros familiares y amigos más cercanos. Creemos que además esta falta de suelo es bastante característica de nuestra generación, que al sentirse perdida se va quedando aquello que va pasando sin acabarse de aferrar a nada en concreto. Pero haciendo el esfuerzo diríamos Power Burkas, Jay Reatard, Roy Orbison, Leonard Cohen, Wand, Parquet Courts, Dead Kennedys, Nirvana, Pescado Rabioso, King Krule, Sonic Youth, Kevin Ayers, Futuro Terror, Mujeres, La URSS, Arctic Monkeys, The Strokes, Velvet Underground, Derribos Arias, Kaka de Luxe, Paco de Lucía, Loving y un largo etcétera.
En “Deseo querer”, habéis logrado alcanzar un sonido muy directo, donde el trabajo de producción se nota lo menos posible. ¿Hasta qué punto para vosotros era primordial conseguir trasladar vuestro espíritu de la forma más fresca posible? Por ejemplo, lo comento por canciones como “Ser Kennedy”, donde mostráis vuestro perfil más lo-fi.
Esta manera de trabajar nos ha sido indispensable. Supongo que, voluntariamente, no disponíamos de otros medios. Contexto: este disco lo grabamos en siete días, nos fuimos a una casa rural con nuestro material de grabación, etcétera. Al grabar y tocar a la vez, el margen de monitorización al que llegas es más jodido. Nos centramos más en conseguir tomas convincentes que sonidos ya definitivos, y después escuchar con ese neuro, digo nerviosismo nos respondía a si podíamos o teníamos tiempo de hacerlo mejor.
Después de dos EP’s y dos singles con muy buena repercusión, ¿qué esperáis de “Deseo querer”?
Querer, eso es lo que esperamos. Fuera coñas, esperamos que lo pete fuertemente, que la gente lo disfrute muchísimo y que ganemos muchos premios, vendamos muchos tickets o, en ausencia de todo eso, que se puedan hacer pogos en los directos de presentación de este disco.
En vuestra declaración de principios, consideráis el título del álbum como “un sentido para resumir lo que a nuestros ojos no es más que el retrato generacional de un ser temido e imaginario, un ser que no siente pero querría; insatisfecho y convencido, sabe que lo único que le espera es el desasosiego de los hambrientos”. Sin embargo, ¿de dónde proviene el caudal central de vuestra inspiración lírica?
Básicamente de la perplejidad surgida de contemplar un mundo que no nos representa, con unas ideas que ya caducaron y unos valores patéticos, una clase política ridícula, un oligopolio cruel y un mundo interior desencantado. Eso y las consecuencias de querer sin medida, por supuesto.
“Deseo querer” parece haberse constituido en torno a dos partes bien diferenciadas de estilo: una primera, más directa, inclinada hacia el brío punk-pop. Sin embargo, a partir de “Cobi”, jugáis más con las atmósferas atonales y tempos más oníricos. Incluso, “Si estamos juntos” responde a vuestra propia descripción del tema como “una canción de soft rock con tintes psicodélicos”. Tal como sucede en la mayoría de debuts en largo, ¿habéis intentado condensar todas vuestras facetas, o ha sido algo que no fue premeditado, sino que salió de forma natural?
El orden de las canciones sí que fue algo que cuestionamos bastante hasta el último momento. Precisamente, el hecho de movernos involuntariamente entre varios espacios nos es a veces problemático, cuesta decidir qué dinámicas pueden tener más sentido o si algo dulce debe o puede convertirse en agrio. Al final sí que parece que cambian un poco las maneras entre la cara A y la B.
"Nuestro mensaje es que a, través del vómito, uno puede quedarse tranquilo".
Dentro de este segundo bloque, incluís un corte instrumental como “Reflejos”, donde incluso aportáis un lado pastoral de vuestro ADN musical. Canciones como éstas definen un gusto por buscar el contraste entre agresividad y sonoridades más ensoñadoras. Pero ¿dónde se encuentra el meridiano de “Diamante Negro”?
Creemos en la democracia y el consenso real para la toma de decisiones a nivel creativo, es decir, justo ahí donde lo acabas de colocar. Probablemente ni nosotros mismos sabemos donde está el meridiano.
Asimismo, otros cortes como “Soy así” amplían vuestro territorio hacia terrenos más exóticos e, incluso, preñados de una melancolía onírica, subyacente en varios momentos del disco. Es como si quisierais filtrar toda la intensidad del primer bloque de temas en un desvío hacia una versión más irreal de vosotros mismos. Pero ¿hay una o varias versiones de Diamante Negro?
Hay versiones que ni siquiera conocemos a día de hoy y es algo que incluso comentamos. Nunca hemos puesto barreras ni hemos procurado limitar las posibilidades que puedan tener las canciones. Sí que es cierto, en cambio, que nos encontramos diciendo “esto es muy Diamante”. Nos gusta pensar que eso los oyentes ya lo han descubierto.
Este mismo corte expresa una celebración de la angustia vital que se extiende al resto del álbum. Pero ¿cuánto hay de mensaje en esta especia de anti-himnos generacionales?
Nuestro mensaje es que a, través del vómito, uno puede quedarse tranquilo. Eso es lo que hacemos nosotros con la discordia, la vomitamos y luego al mirarla nos damos cuenta de lo absurdo que era contener tanta toxicidad. Si eso interpela la gente es porque les resuena algo por dentro y es posible o que ya hayan vomitado o les ahorremos el suplicio y puedan subsanar las heridas ahorrándose expulsar su propia bilis.
¿Hacía dónde nos lleva el camino posterior a “Deseo querer”?
Somos muy cabezones y cuando se nos mete algo en la cabeza cuesta sacarnos de ahí, de momento lo que tenemos claro es que no tenemos nada claro. En momentos se ha comentado que nos gustaría volver a pasar unos días fuera, dejarnos de restricciones abusivas e irnos a la montaña o a algún sitio tranquilo para centrarnos en la composición de nuevos temas. Mientras tanto, nos veremos por La Verneda.
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