Hace tiempo que sus intereses también se vuelcan en la pintura, en la poesía y en la edición de material inédito de algunos de sus músicos predilectos (“Fragments Du Monde Flottant”, con canciones de Nils Frahm, Josiah Steinbrick, Rodrigo Amarante o Arthur Russell), pero un nuevo disco de Devendra Banhart sigue siendo un acontecimiento. Por mucho que los tiempos del llamado freak folk sean historia ya lejana.
¿Es el título de tu nuevo álbum, “Ma”, un homenaje a la figura materna?
Sí, claro que sí. La palabra “ma” es la que tiene el significado de “madre” en el mayor número de idiomas en el mundo, tal y como descubrí luego. Es un tributo a la madre, pero también, en el contexto budista, particularmente en el japonés, significa “espacio”. Y aunque llené el álbum de música, el desafío para mí era cómo darle sentido al espacio en un contexto repleto de música. Cómo puedes dar la impresión de espacio.
"En este momento el aliviar el dolor del mundo no es una responsabilidad solo de los artistas, sino de todo el mundo".
¿Dirías que esa idea de jugar con el espacio es lo que da forma al sonido del álbum?
Sí, el espacio entre las cosas físicas, el espacio del silencio... el baile entre el silencio y el sonido. El silencio es otro elemento muy importante, tanto como la materia oscura del universo, que en verdad no es una materia oscura. Es invisible pero no significa que no exista. El álbum es una expresión de gratitud a la madre, pero también de gratitud a la cualidad matérica de la música.
En tu anterior álbum, “Ape In Pink Marble”, ya empleaste el koto, un instrumento japonés, y tu último libro de ilustraciones, “Vanishing Wave” (19), fue inspirado por tus viajes por Japón y la percepción que tuviste de los estragos del terremoto y el tsunami de Tohoku, en 2011. También hay una canción llamada “Kantori Ongaku” es este disco. ¿En qué medida ha sido importante para tí la cultura japonesa en los últimos tiempos?
He tenido la oportunidad de pasar mucho tiempo allí y es un país que siempre me ha encantado. Tengo mucho amigos allí. Y es una cultura con la que me siento muy conectado. Aquel libro de arte que saqué se complementó con dos exposiciones, una en Kyoto y la otra en Tokyo, en las que se vendieron todas las obras y se donaron las ganancias a diferentes organizaciones caritativas. El problema sigue, y tiene que ver con los lugares que nos inspiran. Porque hay mucho sufrimiento en este planeta, y siempre hay oportunidades de ayudar a los demás. Es importante poder contribuir un poquito, ya no solo como artista sino como humano, a aliviar el sufrimiento del planeta. Si te importan los animales, hay diez mil especies que están sufriendo. Si te importan las miles de personas que están viviendo sin casa, o los niños que no tienen padres, hay también miles de oportunidades para ayudar a los huérfanos. Me parece muy importante en este momento en el que el mundo está atravesando un periodo tan oscuro. Ya sé que me preguntaste sobre Japón, disculpa. Pero creo importante recalcar que en este momento el aliviar el dolor del mundo no es una responsabilidad solo de los artistas, sino de todo el mundo. Volviendo a lo de Japón: en el último disco sonó un koto, que en realidad era el único instrumento orgánico. El resto eran sintetizadores y guitarra eléctrica. En este, a diferencia de aquel, todo ha sido orgánico. En vez de traducir todos los instrumentos orgánicos al sonido del sintetizador, hemos utilizado violines, flautas, vientos y pianos. Y muy pocos sintes. Es como un reverso del anterior álbum. La canción “Kantori Ongaku” la canto en inglés, pero el estribillo es en japonés, y en realidad es un tributo a la Yellow Magic Orchestra y a Ryuichi Sakamoto, cuyos álbumes en solitario son muy influyentes para mí y para mucha otra gente. Él tiene una canción ya antigua que es toda en japonés, pero en un momento determinado dice en inglés “country music”. Por eso en la mía, que es toda en inglés, introduzco ese guiño, en el que lo único que digo en japonés es “Kantori Ongaku”, que significa eso precisamente, “música country” o “música del campo”.
¿Dirías que esa es la principal diferencia entre los dos álbumes, el tratamiento más orgánico de este respecto al anterior?
Esa es una gran diferencia estética, sí. Todos son instrumentos de verdad. Pero también creo que estamos tratando de crear conscientemente un espacio, aunque llenemos todo de música. En el anterior disco hay una canción, que se llama “Linda”, en la que hay minutos de espacio sin tocar nada, literal. Aquí tratamos de dar el sentido, la fragancia del espacio, pero sin hacerlo explícitamente.
"Vashti Bunyan es la persona que me salvó la vida, en más de un sentido. Yo escuchaba su música cuando empezaba a componer mis canciones, sabiendo que no iba a ser fácil".
En tu anterior disco había una canción llamada “Mourner's Dance”. En este, hay otra llamada “Memorial”. Da la sensación de que la muerte está cada vez más presente en tu obra. ¿Es por la pérdida de seres queridos? ¿Quizá por el hecho de hacernos mayores?
Sí, exacto. Estamos vivos y la muerte es un compañero desde que lo estamos. Y tenemos que aceptarlo, aunque nuestro ego no lo quiera aceptar. Y nuestro trabajo también es hacer amigos con esa gran dama que es la muerte. He experimentado mucho la cercanía de la muerte en mi vida. “Mourner's Dance”, en realidad, tenía que ver con otras cosas. Es una canción que tenía más que ver con la muerte del ego y con la necesidad de conectar más con el espíritu, y con la experiencia de identificarse con el cuerpo y tener una conexión más fuerte con nuestro corazón. Yo no sé si en realidad existe ese espíritu, pero sí me parece muy importante que nos comportemos como si existiera. Tratar de comportarse como un espíritu. Perdí a mi padre, a mi maestro y a un gran amigo en muy poco tiempo, pero eso ocurrió cuando estaba terminando el anterior álbum. Por eso he volcado esa experiencia en este disco. “Memorial” tiene que ver con esas tres personas, es como un collage en torno a la pérdida de ellos tres. También “October 12” tiene que ver con la experiencia de ver morir a un amigo muy joven. De cáncer. Así que en este disco se refleja más la experiencia de la muerte que en el anterior.
En el disco colaboran Cate Le Bon y Vashti Bunyan. ¿Cómo surgieron sus aportaciones?
¿Has oído el nuevo álbum de Cate Le Bon?
No, la verdad es que no.
Pues me llena de felicidad poder decir que el nuevo álbum de Cate Le Bon, “Reward” (2019), es una obra maestra. Un álbum tan excelente, tan bueno y tan bien producido, que debería tener todos los grammies, todos los oscars y todos los tonnies. Recibir la Copa del Mundo, si hace falta. Ella es amiga mía desde hace muchísimos años, incluso tocó en mi banda en los Estados Unidos. Trabaja muchísimo, y es una suerte que pudiera encontrar un hueco para trabajar conmigo en “Now All Gone”. Y Vashti Bunyan es la persona que me salvó la vida, en más de un sentido. Yo escuchaba su música cuando empezaba a componer mis canciones, sabiendo que no iba a ser fácil, que iba a haber muchas reticencias hacia mí porque se trataba de aquel momento en el que uno empieza su carrera y no tiene muchas conexiones. Me preparé para ese posible rechazo oyendo la música de Vashti. Escribiéndole y preguntándole directamente si le gustaba mi música. Qué suerte que me dijera que sí. Podría haber sido al contrario. Y cada vez que alguien rechazaba mis canciones, me animaba mucho saber que a Vashti le gustaban. Era un estímulo para continuar. Cuando me sentía solo, cuando tenía hambre espiritual y física, o emocional también, escuchaba su música. Me llenaba de consuelo, de amor, de paz. Ella fue como una madre para mí, así que fue un honor poder tenerla en esa última canción, porque ella es como un arquetipo de la maternidad para mí.
Ya que hablas de esa época primeriza, en la que se te asoció con la escena freak folk o weird folk, algo de lo que estás ya muy distanciado: he leído alguna entrevista en la que afirmas escuchar mucha música nueva, que no eres en absoluto de esos músicos que cuando han de componer se aíslan en su propia burbuja, sino que necesitas mantener el radar despierto para dar con nuevos estímulos. ¿Hay alguno reciente que te haya resultado influyente?
Pues que me influyan, he de decirte que sigo con la misma gente. En términos de influencia, sigo totalmente enamorado de Vashti Bunyan, Laurie Anderson, Alice Coltrane, Caetano Veloso... ellos siguen siendo mis grandes influencias. Y digamos que inspiraciones, gente que escucho ahora mismo, me encantan Cate Le Bon, Aldous Harding, White Fence, Ty Segall, Lower Dens, Helado Negro, Vetiver todavía, claro... mucha música nueva que me encanta. Es muy importante descubrir nueva música porque cualquiera de nosotros tiene sus canciones favoritas, pero es una ilusión: la verdad es que es muy posible que tu canción favorita salga este mismo año, que alguien la esté escribiendo ahora mismo. O que ni siquiera haya sido escrita. Es increíble, ¿no? Por eso hay que seguir explorando. Porque es una gran oportunidad.
Compones tus canciones, pintas (no solo las portadas de tus discos) y también escribes poemas: en abril salió publicado tu primer volumen, “Weeping Gang Bliss Void Yab-Yum”. ¿Son actividades que se retroalimentan o son completamente independientes?
Son disciplinas distintas, y suelo dividir el año entre las tres. Entre la música, la pintura y la poesía. Solo cuando termino un álbum, porque es cuando hago la portada, se puede decir que bailan entre ellas. Cuando escribo canciones veo claramente en qué se distinguen mis letras, hay palabras que necesitan su música, no se entienden del todo sin ellas. Con la poesía, se trata de letras que ya tienen su musicalidad. No la necesitan. O pueden existir en un lugar silencioso. Aunque en realidad yo sigo siendo un amateur. ¿Cómo se dice en castellano? ¿Aficionado? Y digo que soy un “amateur” porque la etimología, la raíz de la palabra es “amante”. Y es mucho mejor ser un amante de las cosas que hacemos, que eso es al fin y al cabo un profesional. Así que sigo siendo un amateur.
Entiendo que en todo, ¿no? En todas las disciplinas...
Sí. Menos en el amor (risas).
Agenda
Fecha | Ciudad | Recinto | Hora | Precio |
---|---|---|---|---|
martes 11/02/20 | Madrid | La Riviera | 21:00 | 27,50€ |
miércoles 12/02/20 | Donostia | Teatro Victoria Eugenia | 20:00 | - |
jueves 13/02/20 | Barcelona | Razzmatazz 1 | 20:00 | - |
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