En cierto modo, "Dan’s Boogie" (2025) es, aparte del álbum más sorprendente e inclasificable que ha publicado en mucho tiempo, como el punto y final a la racha de discos que comenzó con el alabadísimo "Kaputt" (2011). Hay un cambio de método, hay un nuevo enfoque (que tiene más que ver con el rol de piano man: la sombra incluso del primer Tom Waits) y hay una laxitud en las formas que resulta algo desconcertante, aunque el sonido siga siendo cien por cien Destroyer, como a él le gusta recalcar.
Lo presentará el 7 de junio en Primavera Sound, y durante casi media hora de charla el canadiense me lo explica desde Vancouver con su característico discurso reflexivo, algo parsimonioso pero siempre (muy) interesante. Una de esas conversaciones que se disfrutan.
Dijiste hace un par de años que "Labyrinthitis" (2022) era un disco desconcertante, poco cohesionado, incluso incoherente, pero aquí hay incluso una canción, “I Materialize”, que se perfila como la más comercial y pegadiza del disco, y te la acabas cargando cuando lleva un minuto y 19 segundos, como si te autosabotearas.
Me siento muy ligado a esa canción. En realidad, la mayoría están más trabajadas que en los discos anteriores. Esta me vino como un regalo, con la letra y la melodía al mismo tiempo, y fue todo: dos breves estrofas, ochenta segundos, y por alguna razón no quise tocarla ni arruinarla, no quise construir nada encima de ella, preferí preservar su pureza. Dejarla como es. Lo otro hubiera sido hacerla sufrir solo por la mera artesanía de la canción, que es algo en lo que no estoy interesado. No siento la necesidad de hacer canciones, sino de cantar palabras y hacer música sin que necesariamente tenga que caer en la definición tradicional de canción. Esta es una de las que más he disfrutado a la hora de cantar, y posiblemente nunca la llevaré al directo, por su duración. Enlazada con la siguiente canción del disco, le da a este una cualidad surreal. Como si fuera un sueño intermitente que pasa muy rápido.
Más allá de eso, también veo este disco menos cohesionado aún que el anterior.
Es interesante. Este es todo lo contrario, en realidad. Por ejemplo: tenía su secuencia en mente. Antes de empezar a trabajar. Sabía el orden de las canciones porque obedecían a una narrativa, aunque en realidad no la haya, pero sí que hay como una narrativa emocional que las une, y eso es algo que nunca me había ocurrido hasta ahora. Normalmente no pienso mucho en la secuencia de las canciones. Aquí el orden contribuye a su sonido. Y a que fluya. "Labyrinthitis" (2022) fue muy extraño: no me reconozco mucho en él, mientras que Dan’s Boogie (2025) me parece un disco súper Destroyer, muy familiar a nuestro estilo. No tenía intención de hacer un disco de banda, pero este suena muy a banda. Más que "Labyrinthitis" (2022) o "Have We Met" (2020), seguro. Es un disco hecho con John Collins a la producción, pero con más elementos tradicionales de Destroyer, sin intención. Suena a un cruce entre "Poison Season" (2015) y "Your Blues" (2004). "Labyrinthitis" (2022) fue un experimento interesante, para mí, pero en muchos aspectos suena a música fuera de mi control.
"Cuando llevas tanto tiempo trabajando con la misma gente, y estoy yo escribiendo y cantando de una manera muy específica, al final siempre habrá cosas que se superpongan a otras a lo largo de 28 años"
¿Cambió la forma de componer?
Lo primero que hice, tras el mayor tiempo sin escribir nada en toda mi vida adulta, fue forzarme a sentarme ante el piano y simplemente tocar cualquier cosa, hacer que mis manos se movieran, y crear alguna clase de sonido. Así escribí la mayor parte del disco. Creo que seis de las nueve fueron escritas en una sola semana. Todas al piano. Es el disco más de piano que he hecho. No necesariamente porque suene a él, una vez terminado, sino porque las canciones nacen de ahí, de plantarme ante el piano tras dos años en los que me pregunté si sería capaz de escribir una sola canción más. Porque normalmente no me cuesta, pero en esta ocasión las canciones nacieron del trabajo puro y duro. Algo nuevo para mí. No suelo trabajar para dar con ellas. Una vez tuve la música, comencé a llenarla de palabras, que tampoco es algo que estuviera acostumbrado a hacer en el pasado, es algo que hasta ahora me hacía desconfiar un poco de la canción. Por alguna razón, en esta ocasión me funcionó, quizá porque me gustan mucho las letras y pensé que disfrutaría cantándolas. Luego hay otras dos que sí que nacieron más de la improvisación vocal, que son “Cataract Time” y “Hydroplanning At The Edge Of The World”: esta última es como un flujo de conciencia, hablo más que canto. Que también es algo raro en Destroyer.
A ver si vas a acabar convertido en un oficinista de la canción, al estilo de Nick Cave, que se marca un horario y una rutina.
A él le funciona. Se nota que sus canciones están trabajadísimas. No es algo malo. Leonard Cohen también trabajaba así. Como si esculpiera las canciones. Yo todavía escribo muy rápido, y en menor cuantía que antes. Pero cuando me viene, me viene rápido. Y he de confiar en ese momento. Por ejemplo, “Hydroplanning At The Edge Of The World” son menos de tres minutos en los que hablo y medio canto, y creo que es la primera vez que me ocurre que cuando empecé no tenía mucha idea de lo que iba a decir. Otras veces entro en el estudio, preparado para cantar ente un buen micro, que se me entienda bien, como un vocalista clásico, pero con esta canción no sabía cómo recrear eso porque no sé cuál es su lógica, ni por qué decido cantar sobre una determinada cosa en un determinado lugar y de una determinada manera. Solo ocurre. Y tratar de recrearla una y otra vez en el estudio se revela inútil, y también imposible. Esa canción destaca justo por eso.
Ya que mencionas ese deseo de sonar clásico, me da la impresión de que este disco no remite a ninguna década ni periodo particular de la historia de la música. En otros de tus álbumes era muy fácil localizar guiños a los setenta, los ochenta (sobre todo) e incluso los noventa.
Sí, es posible. Es el primero, en mucho tiempo, en el que no había un concepto detrás. No en cuanto al sonido. Desde "Kaputt" (2011), siempre había una idea inicial. Y a veces el sonido cambiaba dramáticamente desde esa idea inicial. No tenía nada que ver. En este hay cero conceptos. No había una temática sonora. Es solo una colección de canciones escritas de un modo específico y en un momento específico. Le empecé a mandar demos a John Collins, con quien trabajo siempre estrechamente en muchos de mis álbumes, y les dimos el sonido que queríamos, y quizá por eso me suena tan Destroyer. No hay disfraz. Y quizá por eso no tiene referencias específicas en cuanto a sonido. Aunque creo que sí las tiene respecto a los álbumes más viejos de Destroyer. Cuando llevas tanto tiempo trabajando con la misma gente, y estoy yo escribiendo y cantando de una manera muy específica, al final siempre habrá cosas que se superpongan a otras a lo largo de 28 años.
En “Bologna” tienes a Simone Schmidt, Fiver, la artista de Toronto, dándote el contrapunto vocal. Tampoco es habitual. ¿Querías adoptar un rol distinto?
Sí, aunque más que un deseo fue porque escribí la canción como si no fuera para Destroyer, como si estuviera pensada para otra persona. Posiblemente ni encajaba en un álbum de Destroyer. Me parecía muy difícil de cantar. No le pillaba el rollo ni la emoción. Cuando la cantaba entera, significaba algo que no quería. Y la música tampoco encajaba. Nos costó. En el momento en que entró la voz de Simone (Schmidt), que es más poderosa que la mía, en el sentido tradicional, con un tono más serio, todo empastó de forma natural. Ocurrió muy rápido y la dejamos así, no quisimos tocarla. Quedó muy cool, y no sé como llegamos ahí. Así que mejor dejarla como está. Fue un momento único. Y su sonido creo que marca el disco. Es alucinatoria y groovy, de un modo extraño. Densa y espaciosa al mismo tiempo.
En algunos de tus anteriores discos hay guiños a otros músicos, en las letras. Aquí mencionas directamente a The Gun Club en “Hydroplanning At The Edge Of The World”. No sé si eres fan.
Lo soy. Como te dije, esa canción tiene mucho de flujo de conciencia, aunque quizá la expresión no sea la más adecuada, pero la uso para entendernos. Pensé en un amigo que me habló de un romance entre dos personas, en los años ochenta, que estaban muy unidos, entre otras cosas, por su amor a The Gun Club. Hay algo muy específico, bonito y trágico en esta historia, sobre todo por cómo eran The Gun Club y cómo de devotos eran sus fans, de un modo exagerado, que encuentro interesante. A mí me gustan, pero tampoco soy un fan tan incondicional. No sé, lo metí ahí.
"Sin entrar en muchos detalles: cumplir cincuenta fue una experiencia extraña"
No querías que “I Materialise” durase más de un minuto y veinte segundos, pero “Cataract Time” sobrepasa los ocho: ¿es como la pieza central?
¡No fue idea mía! (risas). Sabría que sería larga… creo que nos enamoramos de sus arpegios, sentimos que podíamos tocarlos durante media hora, hasta hartarnos. Hubo debate. Nos preguntamos si no sería demasiado larga. A veces nos pasa. Nos preguntamos si lo que nos parece cool a nosotros puede resultar aburrido para otra gente. El solo de saxo de Joseph (Shabason) es muy cool. Pero por alguna razón dejamos que la canción tuviera su propia resolución. Necesitaba disolverse en lugar de pararse. Dejamos que se disolviera. Y como sabíamos que iba a ser la última, nos funcionaría como final real del disco. Porque “Travel Light”, el corte que va luego, es en realidad un epílogo. “Cataract Time” es como el final del viaje.
Este es el primer disco que grabas y publicas después de cumplir los cincuenta años. ¿Se nota en algo?
Sin entrar en muchos detalles: cumplir cincuenta fue una experiencia extraña. No más que para cualquiera en el mundo. Pero creo que hay ideas sobre el declive, sobre envejecer, sobre la muerte como algo tangible, sobre el mundo como un lugar extraño y desconcertante porque eres más viejo y ya no lo entiendes, que son las que me dificultaron ponerme a trabajar en el disco. Pensé que no sería capaz de hacer otro disco de Destroyer. Y si lo hacía, que tenía que ser diferente. Me siento mayor: se supone que no debes decir esto si formas parte del show business, pero quería que esto sonara a una persona mayor que canta. No quería hacer un disco tecno. No todo el mundo puede hacer un disco tecno, eso también es cierto, pero quería sonar como un disco maduro: algo que mi colaborador musical, John (Collins), desprecia (risas). A él le gustan los discos como "Tommy" (1969) (de The Who). Algo fuerte, loco, ruidoso. No es que eso sea lo opuesto a este disco, pero mi forma de cantar sí lo es. Es un señor mayor sentado ante el piano. Y hay un gran contraste entre las letras, mi estilo vocal y lo que la banda está haciendo. Hay como una violencia ahí. Que creo que es lo que lo hace más interesante que si estuviera yo solo cantando, o que si la banda sonase como un grupo de psicodelia jazzy sin mi aportación, que también sería guay. Una de las cosas más difíciles del disco fue lograr que mi voz existiera en medio de este tratamiento sónico, y que aún tuviera sentido y sonase natural. Y creo que lo hemos logrado, porque en el fondo el disco me recuerda a lo que somos.
Bueno, siempre puedes decirle a tu socio que los discos de Tom Waits de su etapa más joven eran precisamente esos, los que grababa como si fuera un viejo piano man. Tú has hecho el camino inverso, en cierta forma.
Es verdad. Es curioso, porque nunca dediqué mucho tiempo a escuchar aquellos discos, siempre me metí más en el Tom Waits más ruidoso, el posterior, pero en los dos años previos a grabar este disco me sumergí en el Tom Waits de los años setenta, y creo que posiblemente se note. Me sorprendió hasta a mí. Me empezó a decir algo.
Hablando de la dificultad para entender el mundo, que podemos relacionar con le edad: ¿cómo ves eso de tener un presidente de los EE.UU. que amenaza con invadir tu país?
Es todo una locura. Llega un punto en el que has de dejar de leer el periódico. Suena a un intento de distraer la atención para que no reparemos en otras cosas terribles que está haciendo EE.UU., como si fuera una declaración caricaturesca, pero al mismo tiempo hemos de recordar que cualquier cosa es posible. ¿Por qué no? Esto empieza sonando a un chiste en 2025 pero podría ser real en 2040. Así empiezan las ideas, así funciona el imperialismo. Creo. Son unos tiempos locos ahí fuera. No sé si algo de lo que hago es una reacción a eso o si confirma mis peores ideas sobre el mundo, pero creo que es importante dar con algo de alegría para contrarrestar el pesimismo extremo. Creo que ambas cosas son importantes, y caminan de la mano.
Siempre se te ha comparado mucho más con artistas británicos que con americanos. Al menos en los últimos tres lustros. Con Bowie, The Cure, New Order o Echo and The Bunnymen. ¿Crees que en Europa se te valora de otro modo?
Creo que estoy en medio. Lo que probablemente signifique que soy mal entendido en ambos lugares, en Europa y en América (risas). No soy británico, pero es obvio que no me ha influido el rock norteamericano. O solo un poco. No pienso mucho en él, comparado con otras cosas. No pienso en Tom Petty si lo comparamos con lo que pienso en David Sylvian. Igual tiene algo que ver con ser canadiense. Quiero pensar que tengo más en común con Leonard Cohen o Joni Mitchell que con The Teardrop Explodes, incluso sabiendo que no tengo mucho que ver con el sonido del clásico singer songwriter. Aún pienso así sobre mí mismo, más que como un proyecto post punk, que es algo que tampoco soy. Es verdad que estuve obsesionado con las bandas que citas, cuando era adolescente. Y la música de tu juventud se te queda dentro, de un modo innegable. Lo quieras o no, mantiene su importancia el resto de tu vida. Estuve muy metido en New Order, Echo and The Bunnymen o The Smiths. O en The Fall. Hay una forma de escribir en los músicos británicos de aquella época que me habla más directamente que cualquier música norteamericana del mismo periodo. Pero lo que más escucho últimamente es jazz, que considero una forma americana de arte. He llegado tarde a él, pero lo he escuchado de forma consistente durante los últimos quince años. Quizá no se aprecie mucho, aunque creo que en "Poison Season" (2015) es donde más se nota. Y quiero pensar que también en "Dan’s Boogie" (2025). Para mí siempre es curioso saber qué es lo que escucha la gente al oír a Destroyer. Yo intento cantar como Billie Holiday, hasta donde sé.
Carlos Pérez de Ziriza
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.