Diamante en bruto
EntrevistasDestroyer

Diamante en bruto

Fran Fernández — 06-02-2007
Fotografía — Archivo

Aunque Daniel Bejar parece concebir Destroyer como una banda, en realidad comenzó como el proyecto de una sola persona y es complicado dejar de considerarlo de esa manera. Instalado en Málaga por un tiempo, mantuvimos con él una conversación en Madrid acerca de su último disco, “Destroyer’s Rubies” (Acuarela, 06).

En el libro de “Conversaciones con Truman Capote” de Lawrence Grobel, a Capote se le recuerda su famosa afirmación “soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio”, y se le pide que explique su concepto de genio.

"Vender una canción es muy difícil, vender una persona es muy fácil"

Capote viene a decir que mientras una persona normal puede tener unas, digamos, quince impresiones por minuto, un artista genial llegará a las sesenta, de ahí su ansiedad y necesidad de tomar calmantes u otras sustancias. “Yo debo, tener unas cuarenta y cinco impresiones y media en tres minutos cuarenta y cinco”, ironiza Dan. Por otra parte, Jeff Tweedy, de Wilco, declaraba recientemente que lo que hace Pete Doherty no es arte y que en realidad la gente le está dando dinero para que se mate. “No tengo una visión especialmente romántica o trágica del artista”, responde Dan. “Estar expuesto al público no hace que los problemas de una persona aburrida sean más interesantes. Vender una canción es muy difícil, vender una persona es muy fácil. Es triste y enfermizo, pero así es como funciona”. Intrigado por su nombre y su manejo del castellano, le pregunto por su ascendencia y sus vínculos con España. “Soy nacido en Vancouver, de padre cordobés y madre estadounidense. Antes de empezar ni siquiera a componer, un primo mío de Sevilla que había tocado con Sr. Chinarro me mandó un disco suyo y me gustó mucho. Así fue como conocí a la gente de Acuarela y posteriormente acordé con ellos que distribuyeran alguno de mis discos en Europa. Ahora vivo en Málaga con mi novia, hasta marzo o así. Me he comprado un ordenador portátil y un par de micros para grabar mis cosas, aunque no me llevo muy bien con los aparatos”. Tal vez por eso haya sentido la necesidad de reunir en torno suyo a una banda, ya sea en su momento un grupo de apoyo (Frog Eyes) o sus actuales y más estables colaboradores (Nicholas Bragg, guitarra; Tim Loewen, bajo; Ted Bois, teclados; Scott Morgan, batería; Fisher Rose, trompeta).“Normalmente voy al local o al estudio con una idea y allí trabajamos los temas hasta darles su forma definitiva. Cuando era joven escribía canciones enteras desde el principio hasta el final, pero ahora me da pereza, sólo lo hago algunas veces”. Ese método de trabajo favorece la improvisación, los recitados y los desarrollos abiertos (“Rubies”, la canción que abre el disco, dura más de nueve minutos). Sus letras tienen fama de crípticas y literarias, sobre las cuales no suele dar muchas explicaciones. Le pregunto por algunas referencias mitológicas o esotéricas que he descubierto en alguna de sus canciones (“She was part of the inner circle/Daughters Of The Motherland”; “I was Clytemnestra on a good day”, dice en “3.000 Flowers”), pero no tengo suerte. “No estoy especialmente interesado en mitología, ni cartas del Tarot, ni nada de eso. Las letras no son poesía, son para ser cantadas, y para mí lo más importante es que suenen bien”.

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