Nada parece importar en el universo McKenzie más allá de las borracheras, la diversión y sus raíces folclóricas. No es de extrañar por tanto que mantener una conversación coherente con su vocalista, Paul McKenzie sea una tarea prácticamente imposible de llevar a cabo. Aún así, no importa. Tienen un nuevo motivo para charlar con la gente y para salir de gira: “10,000 Shots”, una obra que requiere de varias copas para ser disfrutada como sus autores pretenden. “Me has dicho que casi todos nuestros discos te gustan. Antes de saber qué opino yo creo que debería saber cuál de ellos es el que no te interesa. No me puedo creer que haya alguno que te parezca malo. ¿Estarás de broma, no?”. Le entiendo. Comulgar con la propuesta del grupo no permite plantearse si sus discos gustan o no gustan. The Real McKenzies son un modo de vida más que un grupo de música. Si no bebes y ríes estás muerto.
"Siempre he pensado que es mejor reír y bailar que pasarlo mal y llorar" |
“Siempre he pensado que es mejor reír y bailar que pasarlo mal y llorar, así que esa es la única filosofía que puedo relacionar con nuestra música. Sé que para alguna gente no debemos ser una opción válida, pero yo le digo que se dejen llevar y que bailen el hoochie con nosotros... Ey, chicos, cantadle a este periodista una buena canción”, grita McKenzie a sus compañeros, ante lo cual todos ellos se lanzan a berrear a unos metros del auricular. Y él continúa sin que apenas tenga tiempo de reaccionar. “Hasta hace dos discos lo único que nos preocupaba a la hora de grabar era tener una excusa para poder salir de gira y pillar borracheras cada noche, pero las cosas han cambiado y ahora sabemos disfrutar ya en el estudio. Hemos empezado a emborracharnos también allí”. Por suerte, no todo es desfase en su mundo y les honra su capacidad por recuperar temas tradicionales de la memoria colectiva de los emigrantes irlandeses de Estados Unidos. “Estamos obligados a grabar también canciones tradicionales de nuestro pueblo. Es una forma de mantener intacto nuestro honor y orgullo, y recuperar el respeto por la historia y por nuestras raíces. Es una forma de rebelarnos como lo hicieron antes nuestros antepasados. Vosotros le plantasteis cara a los británicos y supongo que por eso me gusta España. Los españoles también sois rebeldes. Cuando vuelva a tu ciudad quiero que vengas, te presentes y me traigas una jodida botella del mejor vino tinto que encuentres. Con Coca-Cola, con whisky, con un montón de cervezas, con todo combinado. Será una gran fiesta”. Sin duda. Eso es lo que The Real McKenzies ofrecen en sus discos y en sus directos. Aquí no hay segundas lecturas, no hay nada sutil ni intelectual. Música para el pueblo. Antes de despedirnos le recuerdo su primer concierto en la Ciudad Condal, saltando, brincando, bebiendo y mostrando sus penes una y otra vez a la sorprendida audiencia. “Recuerdo aquella noche, tío. Era un sitio realmente punk y, sabes una cosa, justo acabar el concierto me hice un tatuaje allí mismo. Había una chica por allí que se encargó. Tengo recuerdos muy confusos, pero conocí a un director de cine porno y me filmó desnudo con dos chicas que no dejaban de fumar. Sí, fue algo así. No llevaba nada bajo la falda, así que fue fácil. Ellas me obligaron, ya sabes, no quería hacer todo lo que hice”.
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