Daniel Sabater estará actuando en Barcelona (22 marzo, La [2] de Apolo), en el marco del Festival Mil·lenni, y a continuación en Granada (19 abril, Rocknrolla), Murcia (26 abril, Sala REM) y Madrid (18 mayo, Sala Changó).
Daniel Sabater nació en Murcia, España, en el año 2000. De madre española y padre alemán, lleva en su ADN y en su interior dos formas diferentes de entender el mundo, la vida y la creación. Fuente de su meticulosidad férrea, su padre ha dejado huella en el artista gracias a su racionalidad. “A mí me interesa mucho la matemática de la música y empecé a estudiar porque quería entenderlo. Cuando escuchaba música quería entender lo que estaba escuchando y como se había hecho eso, y llegué a un punto en que lo hacía automáticamente, y me puse a investigar y a tomar apuntes con mi libreta, de forma más analítica. Soy una persona muy cuadriculada, a mí me gusta mucho el pop y me gustan las fórmulas y las estructuras y sé lo que tiene que funcionar. Yo soy un rallao”. Al fin y al cabo, la música es el arte matemático por excelencia, marcado por la proporción y por lo áureo al mismo tiempo. Al artista murciano esta faceta le llama mucho la atención. Autodidacta, no por ello ha despreciado una educación, digamos, técnica. “Yo quiero ser correcto y que funcione a nivel pop, que el estribillo entre en la forma en la que tiene que entrar y en el momento en el que tiene que entrar. En mi música en general me muevo peligrosamente entre extremos. Digo ‘peligroso’ porque no estás en ningún lado, pero me gusta el punto medio. Hacer pop pero no aburrirme, ser interesante”. Improvisar está bien, pero pensar suele estar mejor.
"La mayoría de canciones que yo pensaba que no iban a ser muy escuchadas han sido las más populares”
Así sorprende que un tipo como Daniel Sabater (sonríe tranquilo y algo cansado en el sofá de la que ahora es su discográfica después de haber firmado sus grandes éxitos como independiente; vestido de negro, con piezas clásicas como su chaqueta negra, y otras de tendencia como sus zapatillas Salomon) haya hecho de las canciones de amor y desamor, de canciones profundas y emotivas, su seña de identidad. Dejando al corazón lo que es del corazón y a la cabeza lo que es de la cabeza –suponemos– Daniel Sabater ha encadenado varios años en los que ha pasado de abanderado del nuevo pop íntimo pospandémico a una figura que también disfruta trabajar para otros artistas. “Un disco nuevo de Xavi, cosas con Paula Cendejas… Me está encantando producir y escribir para otros, con mi colega Chechu. Siento que me acerca más a la música en sí, a hacer música. Con el desarrollo de mi carrera individual importan cosas que van más allá de hacer la canción y que suene bien. A largo plazo me veo más detrás de otros artistas”.
Daniel Sabater rompe estereotipos. Lo hace con una forma de trabajar metódica y lo hace con un nuevo EP “No me quiero pegar”, con el que intenta continuar su carrera con un “aún más difícil todavía”: que sus fans entiendan las vicisitudes de la vida de un artista emergente que ha visto el mainstream de cerca y que recibe constantemente el input de alcanzarlo él mismo en algún momento. “Querría ser más fiel a la idea de que yo hago música y es lo que se me da bien hacer. Yo no planeo estrategias ni elijo un álbum para ciertos festivales o giras. La mayoría de canciones que yo pensaba que no iban a ser muy escuchadas han sido las más populares”.
En “No me quiero pegar” habla más de temáticas quizá ajenas para el recién graduado estudiante de química que quiere ser profesor o para la abogada laboralista que va a cinco conciertos al año, y el de Dani es uno de ellos. “Creo que es algo que, incluso si no te pasa a ti, se puede entender desde la empatía”.
Daniel ha hecho de la matemática emocional una fórmula de éxito, rompiendo a golpe de lágrima y beso. Para redondear todo ello ha trabajado con un ODDLIQUOR que ha entrado en la vida creativa de Daniel Sabater con la fuerza de un camión blindado y ha intentado poner patas arriba su forma de hacer canciones. “En el estudio, de repente, él empieza un patrón que no es armónicamente correcto, pero cuando lo escuchas te provoca una vibra muy especial que no sucedería si fuera como debería. Es lo que hace también Jack Antonoff. Marcos es un alma libre y siempre pregunta ‘¿Y esto por qué no se puede hacer así?’”. Su papel –si se trata de matemática emocional, tiene que haber reglas– ha sido embridar el ímpetu de su amigo en la producción y dejarse llevar, ahí sí, en la escritura, con la que ha llegado a lugares de sí mismo a los que no había llegado.
El resultado son siete canciones que le llevarán de nuevo a las salas de todo el país y a los auriculares de sus miles de fans. La única diferencia es que quizá, cuando hagan click en “INCONFORMISTA” o en “UN AÑO DE MIERDA” se encontrarán a su ídolo cantando sobre lo que le pasa a él, y esa es la prueba de fuego de cualquier artista, lo cuente dentro o fuera de los escenarios. “Es la primera vez que escribo de mí, y no hablo únicamente de amor o desamor, porque es muy pop. Es la primera vez que leo las letras y se me eriza la piel, y lo siento mío de verdad”. Y es que a veces se nos olvida, que hablar de lo que amamos no es hablar de nosotros mismos.
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