“Es el mercado el que te echa y decide qué músicos están dentro o fuera”
EntrevistasDaniel Ardura

“Es el mercado el que te echa y decide qué músicos están dentro o fuera”

Alan Queipo — 30-05-2017
Fotografía — Archivo

Si buscas en los márgenes del circuito independiente posiblemente encuentres una serie de cosas. Pero si en ese margen buscas una serie de apuntes inferiores, fuera incluso de ese margen, vas a encontrar algunas de esas propuestas que acaban sabiendo a tesoro subterráneo, puro elogio del arte por el arte. Daniel Ardura escribe algunos de esos márgenes: lo ha hecho (y sigue haciendo) en proyectos en stand by como Alado Sincera y Sonio y lo hace ahora en “Voltereta” (Repetidor, 2017), su primer álbum firmado bajo su propio nombre. Pero también lo ha hecho como parte del sello-cooperativa Repetidor Disc, con uno de los catálogos más finos del territorio underground y una curiosa manera de organizarse. Hablamos no solo sobre su nuevo álbum, sino de política, contracultural, necesidad y música por la música, que es para lo que estamos.


¿Cómo surge la idea de ir en solitario? ¿Es tu primer disco como Daniel Ardura la sepultura de Alado Sincera y Sonio; o es una necesidad vital o ejercicio conceptual?
Alado Sincera no lo hemos dejado; de hecho ahora mismo estamos preparando un disco nuevo. Lo que sí es verdad es que con Alado Sincera hemos estado sacando un disco cada dos años, y esto para gente que no es profesional como nosotros significa buscar tiempo donde no lo hay para currar, girar, componer, grabar y desgastarse. Y aunque somos amigos de puta madre desde la adolescencia, después de “La misma figuración” en 2014 decidimos ir más despacio y parar un año, un poco motivado porque yo estoy en Madrid, Uri está en Irlanda y el resto en Cataluña. Que paráramos un año me hizo pensar ideas, y se me ocurrió recuperar el formato Sonio con Carles Viarnès y Pasto de Cataplàusia, pero al final les llamé porque había decidido hacerlo solo, para no volver a repetir la fórmula de Alado Sincera de dinámica de banda a distancia y, al fin y al cabo, no descansar. Sin hacer las canciones aun pensé que, como me gustaba tanto trabajar la música a partir del texto, hacerlo así: intenté mantener la música a nivel de mínimos porque trabajé mucho los textos y les di una dimensión completamente vital en este disco.

¿Qué discurso hay detrás de un proyecto musical en el que prima más el texto que la música?
Más que un alegato o querer hacer algo que tenga un cierto peso estético yo creo que cuando repites un patrón
(que es algo que en Alado Sincera no hacemos casi nunca: buscamos darle más elasticidad a los patrones métricos), como pasa en las tres canciones iniciales que repite un mismo patrón y es como si “empezara tres veces”, tienes más espacio. Los primeros dos salieron casi inmediatos, el último tardó un poco más porque buscaba un aire más de canción folk. Pero en el fondo estaba buscando una sensación parecida a cuando escuchas una base de música electrónica desde la que se pueden articular diferentes melodías; lo que pasa es que aquí estaba yo solo con la guitarra acústica en casa. Yo creo que tiene algo de ensayo. Cuando mantienes las cosas como un ensayo es mejor que vestirlo y llenarlo de capas. Me gusta ese concepto.

¿Dirías que “Voltereta” tiene más que decir a nivel formal, como idea y discurso, que en lo musical?
Seguramente. De hecho, cada vez me gusta más el hecho de que el músico desvirtúe el propio formato de la canción de la manera que quiera: evidentemente incompleta o no llegando a terminar algo que sería evidente a nivel formal, no concluir determinadas armonías… Son cosas que a mí me gustan mucho cuando las veo en discos o en películas, me parece muy bonito, excita a la imaginación. Cuando no trabajas en el campo de la evidencia me parece todo más interesante. Y llevado más al extremo, cuando no trabajas en el campo del propio lienzo de la canción y te vas fuera a buscar cosas, me gusta aún más. Pero son como reflexiones que haces luego, no trabajas desde ello cuando estás componiendo. Alguien decía aquello de que uno cree que es de una manera cuando en realidad somos la mitad de lo que creemos ser. Y en la música pasa lo mismo.

“Vivimos momentos de mucha dispersión, con una gran cantidad de propuestas y estímulos continuos que en lo musical, al menos a mí, me resultan ruido”

Pero sí que hay canciones como “Alex” que está basada en la obra de la artista conceptual Alex Reynolds, por ejemplo. ¿Hay mayor cantidad de referentes que forman más de la escena de arte contemporáneo que de la musical?
Vivimos momentos de mucha dispersión, con una gran cantidad de propuestas y estímulos continuos que en lo musical, al menos a mí, me resultan ruido: hay un gran grueso de cosas que no me interesan, a algunas incluso les tengo mucho cariño aunque formalmente no me digan nada, y aunque parezca una especie de contrasentido con respecto a la cantidad de cosas que se nos ofrece, creo que todavía hay que escarbar más para encontrar lo que realmente te llena. Yo supongo que por ir buscando con inquietud cosas que me estimulen sí que es verdad que he buscado en el arte contemporáneo o en la literatura y la poesía otra serie de estímulos. Hay gente que puede ser muy crítica con ello, pero a mí me parece que en el mundo del arte contemporáneo esa falsa frase de “vale todo” sí que tiene un fondo muy interesante: cuando una obra (en este caso una canción) no es solo el valor en sí mismo del acabado, sino también la documentación que tú generes sobre ella, la propia idea o reflexión sobre ella, los factores que han hecho que esa pieza pudo haber sido o que pudo no haber sido nunca… todo eso me parece muy interesante. Quizá sí me he fijado en cosas que no son canción.

No fijarte en “cosas que son canción”, ¿acercan tu propuesta más al arte contemporáneo que al musical? ¿Dirías que su hábitat más natural es un museo o un centro de arte contemporáneo en vez de un museo?
No, no lo creo. Una cosa son los estímulos que a uno le producen entusiasmo por hacer algo y otra cosa es la obra en sí. Yo soy imparcial con lo que he hecho, pero al final es un disco de folk. Es cierto que hablamos mucho del discurso y de la idea y que es un poco lo contrario a lo que el cantautor al uso sería, pero al final el género es el género. Y aunque haya estirado un poco la cuerda en algunos aspectos, es un disco de folk: no me merezco ese honor (risas).

¿Crees que es un disco de canción de autor, entonces? ¿Crees que si el disco tuviera que compartir espacio en la tienda de discos con otros del mismo género estaría bien acompañado de
discos de Sabina, Pablo Alborán o Víctor Jara?
(Risas) ¿Qué te tengo que decir? ¿Que no tiene etiquetas? La realidad es que sí, tendría que estar ahí (ríe). Yo con esto de las etiquetas de “lo independiente”, el “nuevo mainstream”, etc… Soy partidario de hablar en otros parámetros, creo que más bien se trata de si las propuestas son más o menos conservadoras, de si respetan o no respetan tanto el paradigma imperante. Me gusta discutir con la gente que hablo de música porque me parece bonito. A veces hay músicos a los que les viene bien respetar el paradigma porque consiguen hacer un buen disco; pero en fin, me parece más útil hablar de “conservador” o “no conservador”. Por concluir, si el género es “canción folk” tendré que compartir espacio con mucha gente con miradas muy diferentes, algunas de ellas radicalmente opuestas a mi propuesta.

Dices que consigues “minimizar la sofisticación formal hasta hacerla familiar”. ¿Crees que realmente lo consigues o que cuando la gente lo escucha lo ve como un ensayo sesudo, una tesis hecha canción?
No sé si lo consigo, la verdad; no sé por qué dije eso en la nota de prensa.

¿Has hecho la prueba? ¿Le has puesto el disco a alguien que no esté familiarizado con este tipo de propuestas?
Sí. Vengo de un grupo que en general no le puedo poner a mi madre. Me he acostumbrado a fiarme de la opinión de muy poca gente. Este disco, aunque solo sea por el hecho del género y del formato, lo ha escuchado más gente. Y no sé si mienten, pero alguno me ha dicho que le ha gustado (risas). Sin desmerecer esas opiniones, la gente con la que hago música o los amigos de los que más me fío me han dicho que el disco se entiende, o que el formato acaba pesando por sí solo aunque haya algunos momentos en los que me vaya de él. Al final es lo que quería, porque yo no soy un músico de vanguardia o de improvisación. Al final vengo de una banda de rock, por muchas vueltas que le demos a las cosas. Soy muy consciente de mis limitaciones.

¿Tienes ganas de que este disco se abra a otro tipo de público? ¿Puede este disco llegar a tener un componente doméstico aunque se hable en él de teorías filosóficas de Adorno o se consideren las canciones como “piezas monolíticas”?
El formato es el que en este disco ha marcado la accesibilidad de la que hablas. Sí que es verdad que solemos asociar las músicas con estructuras relacionadas con la música popular al referirnos a la estrofa y el estribillo, y eso está asociado a instrumentos que forman parte de la música popular como la guitarra. Si yo asumo ese formato y lo hago mío ya no puedo escapar tanto. Hace unos días toqué con Isasa, y aunque el discurso instrumental se aleje un poco, también responde a una serie de patrones que se van cumpliendo. El margen en el que me pongo a mí mismo fuera de mi zona de confort ha sido mínimo bajo mi punto de vista. Aunque la parte estética y filosófica de la explicación del disco exista, el formato ha hecho que la propuesta del disco se domestique más.

Recién mencionaste a Isasa. Hay gente como Negro, Álvaro Barriuso, Esperit!, etc… ¿Dirías que son artistas-hermanos de un posible circuito? ¿O crees que la propuesta de este disco está más relacionada con aquella escena de poesía-rock de 713avo Amor, Mil Dolores Pequeños, Demonios Tus Ojos…?
Has citado a 713avo Amor, y para mí Triquinoise o Patrullero Mancuso en los noventa significaban la parte menos mimética de lo que en aquel momento era “copiar lo de afuera”, que es lo que hizo que la escena alternativa en esos años se limitase a copiar el sonido de otras bandas y se evidenciaran una serie de complejos que afortunadamente en muchos casos ya están superados. Pero después de esos años, si yo me tuviera que alinear con algo, me alienaría con la no-escena que es la que yo represento (risas).

Hay algo de vocación underground en eso.
No, tío, no: es el mercado el que te echa. Y lo digo totalmente en serio. El mercado es el que regula un poquito los parámetros aceptados para que unos u otros músicos estén dentro o fuera de él. Y también pasa en el mundo de la danza, del cine, de todas las disciplinas. En el caso musical, la escena mainstream, aunque vayan variando las modas y aunque en España hayamos entrado al rock masivo bastante tarde, hay un patrón marcado. Cuando hablo de no-escena lo digo desde una realidad, sin rencor alguno. Cuando Alado Sincera publicamos nuestro primer disco en 2005 no sabíamos nada. Poco a poco fuimos viendo que había una serie de cosas que funcionan y otras que no. Con los años vas certificando o sintiéndote a gusto por haber cometido errores relativamente pequeños y por haber sido transparente y honesto contigo mismo y por haber sabido decir que tú eres así, y que lo que te gusta hacer es eso. Por eso me alineo con la no-escena porque es tan pequeña que es casi inexistente. Y creo que eso es lo bonito. Toda la gente que has citado me parece súper interesante. Y hasta me gusta que el gran público tenga que escarbar un poquito para encontrarnos.

¿Tú tienes rechazo a esa facción del indie con una vocación más masiva? Si de pronto te llamasen de festivales grandes o empezasen a poner tus canciones en determinados círculos, ¿pensarías que hay algo que has hecho mal?
Hostia, buena pregunta. (Piensa un rato) Me preguntaría por qué, sobre todo porque seguramente pasaría por ser por algo no-musical. Pero no me rayaría más de un minuto. Si algo me molesta, y en la crítica musical sucede, es que no se habla de música: se ponen muchos adjetivos, se habla de “melodías aterciopeladas” o “texturas”, pero no se habla de armonía ni de métrica. Me parece que no aporta nada. Lo que me preocupa de verdad es si alguien ha escuchado el disco o si vamos a hablar de música o del discurso del disco, como estamos haciendo ahora.

¿Es una máxima tuya para mover los productos de Repetidor? Los sitios en los que tocan los artistas del sello o los medios en donde se habla de ellos también forman parte de cierta no-escena. ¿Cuidas mucho ese tipo de cuestiones?
Sabemos que los medios generalistas no tienen interés en nosotros porque no han hablado nunca de nuestros discos. Si trabajamos más con unos medios que con otros es porque los que se interesan y se preocupan son siempre los mismos cuatro. O van cambiando en función de qué disco envíes, pero son con los que buscamos colaborar y crear comunidad. Además, no soy partidario de que los músicos nos preocupemos por posicionarnos allí donde no hay interés de salida. Las cosas con calzador, cuestan. De vez en cuando ves cosas y te preguntas: “¿cuánto dinero se han gastado estos en publicidad; y sin embargo estos de al lado no se han gastado un duro y están hasta en la sopa?”. Quiero pensar que es gracias a la música. Con los artistas de Repetidor las conversaciones que más me interesan son en las que hablamos de música. Cuando quedo con un músico en el que he quedado para hablar de música y después de una hora no hemos hablado ni un minuto de música, malo. Si me centro en la música, lo demás es secundario. Si me centro en lo demás, probablemente no me esté centrando en la música.

“Si yo me tuviera que alinear con algo, me alienaría con la no-escena que es la que yo represento”

Explícanos cuál es el funcionamiento de un sello como Repetidor, que quizás mucha gente no conozca.
No es un sello al uso. Es un colectivo, una asociación cultural en el que los propios socios de la asociación formamos parte de ella. Y funcionamos de una manera cooperativista: con la aportación de los que formamos parte, se financian todos los lanzamientos. Yo por ejemplo me encuentro con artistas que son más individualistas o más colectivistas del mismo modo que me encuentro con artistas que son menos musicales o más musicales: es una paradoja, pero existe. Continuamente te vas dando cuenta de si alguien va al turrón o no. Desde el minuto cero en el que estás en un colectivo donde le estás pagando los discos a los demás y ellos a ti es muy guay y muy sano ver que ayudas a los demás y ellos a ti, y que formas parte de algo en lo que si no hay apoyo mutuo no hay bien común. Vivimos tiempos casi autistas, y la figura del artista (porque el mercado ha obligado a ello) que espera que le hagan todo está obsoleta: ni siquiera en una multinacional.

¿Tendría cabida un artista que responda a esos valores pero que también tiene un producto potencialmente comercializable?
Sí que tendría cabida. Dudo en si alguien querría, pero a lo mejor sí, no lo sé. Lo que está claro es que la decisión la tomamos varias personas, y que siempre responde a una parte que es prescriptiva o de criterio editorial en la que, aparte de que nos tiene que gustar el artista, tiene que tener algo personal: no tiene que inventar el ajo pero tiene que ser algo en la que haya pocas codificaciones. Y luego es una cuestión de entendimiento a nivel personal y comunitario. Esto no es una empresa para generar beneficios pero sí para ejecutar algo, y el entendimiento es muy importante. Cuando algo te gusta mucho pero no te entiendes con alguien, no va a funcionar. Y luego, hay algunos artistas con los que creo que otros sellos trabajan mejor. Y con esto no me quiero limitar, pero hay sellos como Elefant o en su día Siesta que se dedicaban a un estilo en concreto y que son muy expertos y tienen una lupa muy grande. Yo no quiero citar bandas, pero me ha pasado dos veces que me lleguen propuestas de bandas y recomendársela a otro sello, y que los fichen. Al final es cuestión de hacer que la gente esté en el sitio que tiene que estar.

¿No tiene que ver con un tema de ambición? ¿Cuál es el nivel de ambición que tiene Repetidor?
Como el de cualquier otro sello: llegar a la gente a la que potencialmente creemos que le puede interesar. No es todo el mundo, pero seguro que es más gente de a la que llegamos, queda mucho camino por hacer. Pero sí que somos un sello un poco renegado, porque nunca hemos estado de moda ni creo que caigamos especialmente en gracia ni que lo vayamos a ser en algún momento. Hemos entendido que nuestro ritmo a nivel de exposición es otro: es más lento pero, a mi modo de ver, más seguro. Hacemos todo por crecer en cuanto a que los artistas lleguen a más gente, pero el mercado nos marca. Ahora sacamos un disco de Duot con Andy Moor, el guitarrista de The Ex; y por muchos fans de The Ex que haya en la sala se trata de un disco de improvisación. Somos conscientes que sacamos cosas que se salen de lo evidente y que cuesta un poco más. Pero también nos llevamos chascos: yo creo que un grupo como Kiev Cuando Nieva debería estar más arriba de lo que está, y nunca lo ha estado. Yo era fan suyo antes de que vinieran a Repetidor: el segundo disco me parece una maravilla.

¿Te gusta esa dimensión de sello de culto que podéis llegar a tener?
No. Hablo por mí, ¿eh? No sé los demás. No estoy de acuerdo con que el culto sea tal por el hecho de ser minoritario. El culto tiene que ver con la admiración. A mí me parece bien la admiración siempre y cuando no se transforme en fanatismo. Creo que lo que sí que es importante es que alguien se preocupe en sacar según qué cosas. Repetidor lo montamos Alado Sincera cuando nos fuimos de Junk, que era un subsello de Houston Party. Nuestro primer impulso fue sacar nuestros discos, hasta que miramos a nuestros amigos y les pasaba lo mismo: éramos grupos de Igualada que nadie sacaba, y esa misma inquietud por dar a conocer cosas que nos parecen guays es lo mismo que nos mueve hoy. Pero el culto en sí, no. Lo que sí creo es que es menos vistoso estar donde estamos, pero es lo que nos toca hacer. Hay que hacer cierta reflexión en positivo: estamos haciendo esto no porque alguien lo tenía que hacer sino porque creemos en ello.

¿Hay algo de discurso político en la manera de proceder de Repetidor?
No hay un discurso político como tal más allá del hecho de que somos un colectivo en tiempos en que el colectivismo no es precisamente lo dominante, y eso ya es política. También es verdad que los grupos que tenemos, salvo alguna excepción, están teniendo una vida longeva (¡toquemos madera!). Siempre es una buena noticia cuando un grupo de personas se ponen de acuerdo en algo; pero si eso se mantiene en el tiempo y sigues teniendo cosas que contar es mejor aún. Desde ese punto de vista sí que aplica una posición política. No somos mayoritarios ni siquiera en lo independiente; y es algo que nos da un ángulo fuera de campo que sí que es un poquito contracultural o político. Pero política de militancia partidista no, en absoluto. Ya estamos continuamente etiquetados y obligados a participar y celebrar la fiesta de la democracia que está claro que poco cambia el día a día de las personas (y en lo cultural ya ni te digo) como para que encima en algo en lo que puede entrar cualquiera, limitemos las cosas. La música es lo importante en este caso.

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