“¿Hace falta un disco más? A mí sí, pero no al mundo”
EntrevistasDaga Voladora

“¿Hace falta un disco más? A mí sí, pero no al mundo”

JC Peña — 17-08-2024
Fotografía — Archivo

Ha llovido desde el anterior trabajo de Cristina Plaza como Daga Voladora, su proyecto estrictamente personal que se remonta a finales de 2016. “Los manantiales” (Lovemonk, 24) rinde tributo a lo que le gusta, desde una óptica propia que concilia a Broadcast con la sofisticación natural de Esclarecidos o Vainica Doble.

No es que la de Madrid, más conocida por formar parte de Clovis y Los Eterno, haya estado cruzada de brazos pero, como dice ella, todo tiene sus tiempos. Nos citamos en una cafetería en los aledaños de Ópera para hablar de sus nuevas canciones. Lejos de vender la moto, Cristina desmitifica a diestro y siniestro. Sus letras esenciales manejan también referencias propias, y todo confluye en una propuesta única. La madrileña había sacado hasta el momento dos discos como Gran Aparato Eléctrico y otros dos como Daga Voladora. “Los manantiales” es el tercero. Los plazos que maneja tienen su explicación. “Cuando estás en un grupo, hay una dinámica que te impulsa. Estar solo por un lado es muy guay, porque haces lo que te da la gana, pero, por otro, eres el único motor. A veces me ha faltado el ímpetu. Y luego, la vida es un poco complicada. Yo necesito mucha concentración porque me distraigo muy fácilmente. Necesito aislarme un poco. Sé que hay gente que tiene su empleo y luego va a su casa y se graba una maqueta. Pero como yo, además, trabajo mucho improvisando, como mi método es un poco laborioso y artesanal, me lleva más tiempo. Además también lo tengo que tocar todo”. Y prosigue con lucidez: “Se le da mucha importancia a no sacar un disco en seis o siete años, pero en realidad estás viviendo y haciendo otras cosas. Tampoco es que no haya sacado nada, saqué un single en 2020, hice la versión de Rafa Berrio para el recopilatorio, un par de singles en 2022… No ha habido un silencio de siete años”.

“Si alguien lo hace todo, su personalidad está más en bruto”

El título de su nuevo álbum tiene mucho que ver con las pasiones de las que se nutren sus canciones. “A mí me gustan muchas cosas diferentes. En el disco hay muchos guiños. Hay arreglos que están cogidos de un sitio, frases de otras canciones… Por ejemplo, ‘Los ángeles sueñan contigo’ es de una canción de Sonic Youth. En el fondo todo el mundo coge de aquí y de allá, lo que pasa es que hay gente a la que no le apetece decirlo, pero yo no tengo mucho problema. Los manantiales son probablemente de los que yo bebo, puestos juntos, y bajo mi prisma. Me parecía que tenía sentido llamarlo así. Por otro lado, un manantial es un agua subterránea que sale a la superficie y era poético pensar que he estado un montón de tiempo sin hacer nada, y ahora salgo. Tiene que ver con las dos cosas”.

Cristina ha vivido de sobra lo que es formar parte de un grupo. Pero hacerlo todo sola también tiene sus ventajas, al menos para ella. “Hay una cosa muy bonita de tocar en un grupo, y es que cada uno aporta su personalidad y se supone que eso enriquece, pero yo tengo un poco de prejuicio. Lo miro desde un punto de vista un poco más negativo: que eso entorpece o diluye. No tengo por qué tener razón, pero es verdad que si alguien lo hace todo, su personalidad está ahí más en bruto. En Los Eterno todos aportábamos un montón de cosas, y había que ceder. Pero a lo mejor el resultado no era el que tú querías. Oyes la canción y dices: ‘Esto yo no lo hubiera hecho’. O ‘yo no hubiera dicho esto’. En Clovis, Fino y yo pretendíamos estar de acuerdo en todo, y no era posible. A veces yo quería decir una frase y sabía que Fino no se iba a sentir identificado con ella. O él quería grabar una cosa de una manera y yo no. No era tanto una pelea, como que al final renuncias. Y a mí me cuesta mucho renunciar a que las cosas salgan como yo quiero [risas]. Es un poco cabezonería también”.

En este disco asegura haberse dado “cuarenta mil caprichos: desde hacer una canción como de musical y otras como un dub hasta tocar todos los instrumentos menos el saxofón. Hay mogollón de cosas”. La portada presenta un cuadro del pintor Javier de Juan, al que la cantante admira desde que hojeaba en casa de sus padres revistas con sus obras. “El año pasado vi un cartel suyo y descubrí que seguía haciendo cosas. Investigué por Internet y quedé con él. Tampoco tenía pasta como para pedirle que me hiciera una portada original. Le dije que tenía un presupuesto pequeño, me invitó a su estudio y estuve dos o tres días con los ojos como platos. Mirara donde mirara todo me gustaba. Al final él me ayudó un poco, y elegimos éste. Es un cuadro que pintó en el año 86. Se lo enseñé a Beatriz Lobo, que ha hecho el diseño y es otra artista increíble, y vio muy claro lo que teníamos que hacer”.

Está claro que un planteamiento tan artesanal y orgánico no tiene mucho que ver con cómo se hacen ciertas cosas a día de hoy. “Hay un montón de gente intentando vivir de la música y todo ha cambiado muchísimo. Hay muchos grupos que se conforman con tener un par de hits, o que van buscando eso con vistas a ganar dinero o entrar en ochocientas playlists o en una serie. Creo que es un enfoque que tiene poco que ver con la música y más con la publicidad. Me parece muy triste que el sistema condicione lo que hagas. Yo soy más vieja escuela, me gusta escuchar discos enteros y hacerme fan a muerte de un grupo. Ahora es todo más volátil, y hay doscientas mil personas haciendo canciones. Yo misma en algún momento me dije: ‘¿Hace falta otro disco más?’. A mí sí, pero no al mundo. Ya decía Corcobado que somos demasiados”.

 

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