Unas bravas y un cubo de estrellas en la víspera del derbi madrileño. Sin embargo en este disco no hay fútbol. “No. No hay de nada”, remata Adri a la cuestión más recurrente que se me ocurre mientras vuelan las chapas de los quintos sobre la mesa. Aquel bucle hipnótico que repetía hasta el infinito los nombres George Finidi y Valeri Karpin, fue uno de los momentos gloriosos de su impactante debut, “Tiene bacalao, tiene melodía”. “Recuerdo que mi novia, que no entiende ni papa de fútbol canturreaba el estribillo de ‘Marlotina’, sin saber lo que decía. Nuestras canciones son así, como una especie de meta lenguaje en el que cada uno entiende lo que quiere o lo que puede”. Y así es también una entrevista con Perro. Cada respuesta te deja dando vueltas persiguiéndote la cola. Nos ponemos en la piel de Hans Kruger (Delorean, El Columpio Asesino, John Talabot…) productor de “Estudias, navajas”, cuando aparecieron el Fabre, el Cala, el Aarón y el Fran por Montreal Estudios. “Ese entiende el piticlín”. Hubo sintonía entiendo. “Sí, captó desde el principio ese rollo nuestro que prefiere el feeling a la toma perfecta. Es nuestro papito ya”. Está claro que para la grabación de este segundo álbum han contado con más medios, pero ni falta que les hace. “Hemos tenido claro que teníamos que grabar todo lo que pudiéramos hacer los cuatro en directo. Este disco se ha fraguado en ocho ensayos”. El resultado transmite esa inmediatez en la que surgen sus canciones. Confiados a la ciencia repentista, su vodevil punk no busca la hilaridad, tampoco el humor surrealista, simplemente crear un mantra que a lomos de esa especie de mecano rítmico -en la onda Trans Am, Oneida- llegue como un tiro al hipotálamo. Y es que si te pasas cinco minutos con estos cuatro perros te das cuenta de que de los ocho ensayos le sobran siete para llenar un álbum. “Si de algo nos hemos dado cuenta es de que la música es menos complicada que las personas que la hacen”.
Desde su irrupción, Perro han abanderado como nadie la frescura de la huerta murciana. “Y eso que algunos medios en Murcia parece que nos ignoran” avisan. Después de dos años en la carretera, lejos ha quedado ya aquel primer viaje a Madrid con el único encargo de traer al pueblo una camiseta de Modric. Ya le han tomado el pulso a la escena que les rodea. “Creemos que ya hay mucha frescura prediseñada”. Pese a haberse colado en todos los festivales del país se confiesan impermeables al indie gobernante. “Preferimos cobrar menos en sitios en los que estemos a gusto. Nos ponen con Dorian, Izal o Supersubmarina y estamos fuera de si. Otra cosa es tocar con Disco Las Palmeras!, Za! o Triángulo de Amor Bizarro, entonces ni cobramos. Bueno por lo menos el viaje”. Y es que precisamente el viaje más largo es el que hacen con más gusto. “Tenemos mucho rollo con las bandas gallegas y festivales como el Do Norte”. Pero no nos olvidemos, Perro son una banda para medirla en la distancia corta. “En los festivales el ochenta por ciento del público va a ligar”. Cierto o no, ellos parecen tener muy bien calado el perfil del público habitual a sus conciertos. “En la primera fila tenemos el pogo, detrás gente con barba y a los lados chicas con cara de circunstancias”. Y desde el otro lado la visión también se distorsiona a medida que aprietan el fuzz. “Cuando la gente nos ve en el escenario se cree que vamos puestos y no hay nada más lejos de la realidad”. Bueno, alguien que indaga en el segundo apellido de Jordi Hurtado o al que se le aparece de vez en cuando el Nono –si es vuestro caso no le miréis a los ojos- puede levantar sospechas. Sin embargo aquí la droga de Perro son ellos mismos. “Está claro que el grupo no sería lo mismo sin los cuatro. Son nuestras coñas, nuestras historias. Si buscásemos una idea o un concepto sí sería más fácil reemplazar a alguno pero no buscamos nada de eso, simplemente tocar juntos y divertirnos”. Ya sabes, si estudias, navajas, y si no, montas una banda con los colegas.
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