Me recibe con un abrazo. Frota su barba de un par de días contra mi mejilla izquierda y está a punto de caérsele el bombín que ha elegido para la ocasión. Luego ocupamos nuestros puestos, a uno y otro lado de la mesa, enciendo la grabadora y él empieza a hablar. “¿Sabes? Me gusta matar niños. Creo que se está convirtiendo en una adicción”. Oh, genial, pero ¿qué tal si hablamos del disco?, le digo, poniendo sobre la mesa mi ejemplar de “Jacket Full Of Danger”. Él empieza a manosearlo y dice “¡claro!”. ¿Qué me dices del título, tiene algo que ver con “Jockey Full Of bourbon” de Tom Waits? “¿Cómo?¿Es una canción?”, le digo que sí, y él responde, “no, no. No la he escuchado. No me gusta Tom Waits, aunque le respeto. ¿El título? Trabajo para una fábrica de chaquetas militares y hay un montón de niños. Lo que quiero es que se me conozca como un cantante de gospel religioso”, empieza a decir, pero le interrumpo.
"¿Sabes? Me gusta matar niños. Creo que se está convirtiendo en una adicción" |
“No, en serio, sólo estoy tratando de convertirme en un gran amante. El mejor. Leo muchísimos libros sobre sexo. Quiero darle el máximo placer a una mujer”. Llegados a este punto, me guiña el ojo. ¿Qué tal si hablamos del disco?, insisto. “¡Claro! ¿por qué no?”. Bien. Sobre la mesa, además de con “Jacket Full Of Danger”, Adam juega con “Friends Of Mine” su segundo largo, anterior al resbalón “Gemstones” del pasado año. “Me gusta este disco”, dice, refiriéndose a “Friends Of Mine”, “no está mal. Pero mi favorito es éste”, añade, mientras dibuja una estrella en la carátula de mi ejemplar de “Jacket Full Of Danger”. “Es el disco por el que me gustaría que me recordaran. Aunque con eso no digo que se tenga que olvidar ´Gemstones´, porque creo que si no lo escuchas te estás perdiendo algo”, afirma y agrega, respecto a su último trabajo, “todo el álbum es lo que siempre he querido hacer, y ahora ya está hecho, ¿qué voy a hacer ahora?”. El disco es un redondo ejercicio de vuelta a lo mejor que pasó por la mítica Sun Records (“Hollywood Bowl” podría haber sido un single de su amado Elvis) y algún que otro vistazo a Scott Walker o Tom Waits, mal que le pese (“Drugs” y “Watching Old Movies”). Todo en treinta minutos, por los que desfilan sus acostumbrados quince cortes. “Así puedes escucharlo y volverlo a poner. Odio los discos largos”, dice al respecto. Luego canta el inicio de “Hollywood Bowl”, porque le digo que me gusta y que me recuerda a Elvis.“Oh, Elvis, le amo”, dice, y me dedica una parte del “Love Me Tender”. “Me encanta ser un crooner. Es muy sexy, ¿no crees? Canto así porque creo que a las chicas les gustan. Estoy seguro de que se masturban escuchándome”, me cuenta, gesto y gritito incluido. “¿Quieres saber cuáles son mis cantantes favoritos? Pues… Lou Reed, Little Richard, Roy Orbison, Hank Williams, Johnny Cash, David Bowie, Billie Holliday, Louis Armstrong”, enumera. ¿Y Nat King Cole?, pregunto, porque hay una canción del disco que lleva su nombre. “Nat King Cole es interesante. Satisfacía a su padre sexualmente. Antes de ser cantante fue pianista, pero nadie recuerda aquellas canciones ahora. ¿Sabes lo que me gustaría? Conocerle. Tomarme una cerveza con él y que me contara sus secretos. Escribir su biografía, pero sólo los cotilleos. Me encanta cotillear. Leo un montón de revistas del corazón. Están infectando mi mente. Me están haciendo creer que los famosos son mis amigos ¿y a quién le importa mi vida? Sólo a mis padres, y puede que a mi hermano”, y añade, “la vida es deprimente hoy en día. Por eso tengo que matar niños. ¿Y sabes una cosa? Estoy escuchando a Miles Davis. Creo que mi próximo disco va a ser un álbum de jazz”. Genial, pero ¿en serio?
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