“Daniel Blumberg y yo nos criamos en el mismo vecindario”, explica Max Bloom, guitarrista y vocalista de Yuck, en algún punto del camino entre dos paradas de la extensa gira americana del grupo. “Cuando nos mudamos a Londres también vivíamos relativamente cerca y empezamos a tocar juntos”. Ambos coincidieron en Cajun Dance Party con Robbie Stern y participaron en la grabación de “The Colourful Life” (08), el debut de una banda que parecía llamada a hacer grandes cosas, producido por Bernard Butler, pero poco después abandonaban el grupo y formaban Yuck, con Blumberg y Bloom repartiéndose el peso de la composición de canciones y reclutando miembros a procedentes de medio mucho: la bajista Mariko Doi nació en Hiroshima y el batería Jonny Rogoff se mudó de Nueva Jersey a Londres para grabar el debut del grupo.
Publicado por primera vez en el verano de 2010, “Yuck” ha sido uno de esos discos con varias vidas. A medida que llegaban las buenas críticas y se extendían las giras, el interés en torno al grupo ha ido creciendo, alentando consecutivas reediciones del álbum. “Para ser honestos, no nos cuestionamos en ningún momento qué sucedería”, cuenta nuestro interlocutor. “Es difícil saber qué van a decir de ti cuando estás grabando el disco. Y más cuando, como fue nuestro caso, no hay nadie de fuera del grupo implicado en la producción. El disco lo grabamos en la casa de mis padres, así que no había nadie allí para decirnos si lo estábamos haciendo bien o no. Simplemente seguimos nuestros propios instintos”. Y sus instintos acertaron de lleno.
No puede decirse que Yuck sean precisamente originales. En realidad, escuchando su debut uno no puede evitar la sensación de déjà vu: todo esto lo hemos escuchado antes, aunque quizás no en la misma secuencia, la colección perfecta de viejas glorias de los noventa alineadas sin demasiados prejuicios, Pavement, Teenage Fanclub, Dinosaur Jr, Yo La Tengo... “Daniel y yo somos bastante productivos. Componemos con bastante rapidez y en aquel momento escuchaba cierto tipo de discos cuyo denominador común eran las guitarras. Me fijaba en lo que me gustaba y en lo que no e intentaba quedarme con las cosas buenas. Pero eso es lo que escuchaba hace un año, cuando grabamos el disco, y no necesariamente lo que estoy escuchando ahora mismo, así que el sonido del grupo sigue evolucionando y cambiando continuamente”.
Lo que sí es un hecho es que, a pesar de su procedencia, Yuck no suenan para nada británicos y quizás eso explique por qué han recibido mayor apoyo por parte de la prensa americana, especialmente blogs y revistas digitales, que de la de su propio país. “Para ser honestos, hay bandas que tienen una identidad claramente construida en torno a su procedencia. Hay bandas muy británicas y su música refleja el lugar del que proceden, pero tampoco diría que Yuck sean una banda americana”. Es en ese momento de la conversación cuando Max decide dejarme claro que Yuck no le dan demasiadas vueltas a este tipo de gilipolleces y que precisamente por eso son Yuck. “Ese son el tipo de cuestiones en las que no pensamos demasiado, la verdad. Cuando componemos y grabamos sólo nos preocupa que las canciones suenen bien, no solemos hablar de nada más. Sólo intentamos divertirnos y parte de lo que lo convierte en algo divertido es no tener que preocuparse por todas estas cosas. Las mejores canciones surgen cuando no les das demasiadas vueltas a lo que haces. Si empiezas a pensar demasiado en ello, a cuestionarte, lo único que conseguirás es bloquearte. Debes dejar que las canciones fluyan de forma natural. Esto no funciona en plan ‘voy a escribir una canción’. Simplemente no va así”.
Y tiene toda la razón del mundo: “Yuck” es un gran disco. Por mucho que se le vean las costuras, resulta difícil resistirse al encanto de sus canciones. Como con The Pains Of Being Pure At Heart, es imposible ignorar el peso de unas influencias tan evidentes y marcadas, pero negar sus propios méritos amparándose en ello sería un error digno del peor aguafiestas.
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