Cuatro años son mucho tiempo aunque, entre trago y trago de cerveza, Enrique y Rodrigo pueden llegar a convencerte de que resultan imprescindibles para fabricar un (gran) disco de psicodelia pop. “Hay que componer las canciones, ensayarlas, vestirlas, grabarlas, mezclarlas, masterizarlas, fabricarlas, y todo esto con curro, con niños, con tal y con pascual…”. La paternidad está muy presente en “Hurra” en temas que van de lo entrañable (“Menudo par”) a lo punzante (algo de crítica social hay en “Un niño más”, y no es la única en este disco). Y precisamente la paternidad de Enrique tuvo mucho que ver con el largo proceso. “La música llevaba grabada desde 2011, pero las letras no, y con el nacimiento de mi segundo hijo me tocó esa etapa en que apenas duermes y te bloqueas”. Así que el parón resultó inevitable, más aún por la peculiar metodología del cuarteto. “Cohete funciona con tensión. La canción es un nudo al centro con cuatro cuerdas y cada uno tirando a un lado y al otro hasta que encontramos el punto medio donde todos estamos más o menos satisfechos”. Lo que se concreta en unos músicos que, tras grabar las tomas iniciales en directo, se llevan el trabajo para casa y visten las canciones cada cual por su cuenta, para desvestirlas conjuntamente de nuevo en la fase final. “A los cuatro nos interesa la producción y buscar fórmulas diferentes al estándar en España, que es todo al centro y comprimido a la cara. Salvo cosas puntuales que se han hecho en el pasado como Las Grecas que son puro David Bowie. ‘Achilipu’ es una puta pasada…”.
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