“Somos unos románticos. Si no, ¿para qué hacer esto?”
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“Somos unos románticos. Si no, ¿para qué hacer esto?”

Jose Carlos Peña — 21-05-2018
Fotografía — Archivo

El camino de la mano izquierda (Discos Malos, 2018) es el cuarto disco de la banda madrileña y el segundo autoeditado. Clint vuelven con una deliberada concisión y sentido melódico de su celebrado debut Alégrame el día (Siesta, 2005). Lo presentan el próximo 16 de junio en la sala Moby Dick (Madrid).


“Es un poco un espejo del primero: Más corto, mucho más variado y libre. Queríamos que no fuera un rollo, que es lo más fácil de hacer con la música instrumental. Lo que pasa es que tenemos más bagaje, y ya no somos tan ingenuos. Es una mezcla de ese espíritu con el rock que hemos acumulado en estos años”. Tomás, alias Harry el Ejecutor (guitarra, bajo) ha conseguido condensar lo esencial a media hora de que empezara una conversación que continúa mucho después de que apague la grabadora. Y en la que también participan Alfredo (guitarra solista, aka Harry el Sucio) y Jesús (batería, Harry Callahan). Falta Roberto, o Harry el Fuerte, que se ocupa de trompa, trompeta, teclado y voz.

Clint no sólo son un grupo instrumental peliculero, por su homenaje a Eastwood y la influencia de compositores como Lalo Schifrin o Ennio Morricone, del todo atípico. Son la prueba empírica de que la falta de ínfulas es directamente proporcional a la calidad humana y musical de los artistas. La conversación es tan imprevisible como la filosofía democrática de una banda que repite cada año cerrando Cortogenia. Clint ha escrito la sintonía del programa radiofónico de cómics La hora del bocadillo y acaba de actuar en la boda de un colega. “Por primera vez, y seguramente por última”, se descojonan. Así son ellos, buenos amigos desde los tiempos ya lejanos de The Umbrella Hating Generation cuando grababan para Jabalina.

“Nos gusta que, por encima de todo, nuestras canciones sean pop”

Brian Hernández (El Guincho) como técnico, y el productor Jorge Navarro, compositor de la película Nómadas y compañero de fatigas de Tomás en la distribuidora Popstock!, han aportado mucho en un trabajo en el que el cuarteto se centra redoblando la solidez rítmica, dentro de su deliberada variedad de registros, peliculeros o no. Tomás: “Jorge nos produjo nuestra primera maqueta. Es fan de pocas cosas, por eso el hecho de que quiera trabajar con nosotros es un gran halago. Siempre ha estado en la recámara. Queríamos que este disco sonara un poco diferente. Nos interesan sus ideas. Conoce nuestros defectos y virtudes y tiene buen gusto. ¿Qué más quieres? Sugirió que la base rítmica fuera más contundente y fue un acierto

El camino de la mano izquierda no es otro que el de la melodía (la zurda define las notas en la guitarra), en una banda cuyos miembros presumen de consensuarlo absolutamente todo. Jesús: “Todos opinamos, sabemos y criticamos todo, siempre intentando ser constructivos. Tenemos un lema: Esto, para cuando salga tu disco en solitarioEl sentido del humor está siempre ahí”. “Mano izquierda, tenemos poca -consiente Alfredo-. Nos decimos todo a la cara. ¿Para qué callarte lo que piensas? Más bien, nos referimos a la mano pecaminosa del rock”.

Rock, sí, pero con apertura de miras. “Nos gusta la variedad. Nos aburre hacer siempre lo mismo. Es que ni siquiera tocamos igual las canciones grabadas. Lo peor de hacer un disco es capturar un momento concreto en el que todo nos guste a todos. Pero a partir de ahí, la canción sigue cambiando. Nos gusta tocar un poco de todo. Había una canción de la que Jesús decía: 'No es nuestra guerra'. Pues tío, precisamente por eso: vamos a intentarlo”, asegura Tomás. ¿Es su disco más rico, entonces? En opinión del batería, “seguramente, sí. Como ha pasado bastante tiempo y bastantes cosas desde el tercero, se han mezclado un montón de ritmos e ideas que nos han llevado por diferentes sitios sin que nosotros lo buscáramos”.

El camino se beneficia también de la participación de una pléyade de músicos con los que suelen colaborar habitualmente. Un cuarteto de viento, theremín, contrabajo, cello…siempre con sentido pop, sin rendirse a las tentaciones progresivas que hacen estragos por ahí fuera. Alfredo: “Es totalmente intencionado. Podríamos desarrollar más nuestras canciones, pero nos gusta que, por encima de todo, sean pop. Los grupos de post-rock desarrollan un bucle. En nuestro caso, menos es más. Todos venimos del pop de estrofa-estribillo. De hecho, en algunos discos hemos hecho canciones más largas, para darnos cuenta de que no sabemos”. Esta vez, por raro que suene, no hay versiones. Eso es porque, como explica Tomás, “hay un montón de homenajes. En Fémur dislocado, en la parte de las voces metimos el riff de guitarra de Billy Jean, aunque en otro tono y en primer plano. La batería de Raleigh tenía razón (título, por cierto, inspirado en un poema de William Carlos Williams) es la de Paradise City, de Guns´n´Roses y el final de Thirteen de Big Star, tocado de otra forma. En Camino del patíbulo hay trompetas de Love...”.

“Hacemos esto porque sí: porque nos gusta y porque nos divierte”

Se ve que en su casa mandan, además de los métodos expeditivos de los Harries, la melomanía en estado puro. Los tres son conscientes de dónde se mueven. Aunque con su debut hubo un momento “de fliparlo un poco”, desde hace mucho decidieron que están en esto para pasarlo bien. Nada más, pero tampoco nada menos. Tomás: “Somos unos románticos absolutos. Si no, ¿para qué vas a hacer esto? Jorge nos preguntó, de hecho, que para qué queríamos sacar el disco. Pues, ¿para qué va a ser? Para nosotros. Para el público no es. Para vender o hacer giras tampoco. No estamos en el negocio, sino en sus márgenesLa clave es que el disco fuera bueno, bonito y barato. El anterior, Asuntos internos, fue nuestro Ferrari. Nos trajimos a Guy Fixsen (Laika, Slowdive,...) de Londres, cerramos un chalet como estudio una semana… Fueron nuestras vacaciones, pero eso no podía volver a repetirse. Aunque al final, suena al menos tan bien como el anterior. Disfrutamos haciendo lo que hacemos, y ya está. Lo hacemos porque sí. Ya lo decía el Ronaldo (no Cristiano, sino Coque Malla): porque nos gusta y porque nos divierte (risas). Al final, te puedes tomar esto como un curro o como un hobby, y nosotros decidimos lo segundo”.

“Esto es totalmente deficitario -sentencia Alfredo con el mismo sentido común-. Es nuestro equipo de fútbol de los domingos, pero mejor: hemos tocado en sitios increíbles. La boda del otro día fue en un palacio donde se rodó una escena de La escopeta nacional de Berlanga, cuando José Luis López-Vázquez se disfraza de Groucho Marx”. Suena surrealista, sí. Pero extrañamente adecuado. 

Porque Clint ha tocado varias veces en sitios tan ilustres como el cine Capitol y la Filmoteca Nacional de Madrid. En su idiosincrasia particular, actuar en lugares tan especiales tiene mucho más sentido que pegarse palizas en la carretera para tocar en cualquier garito y entrar en una dinámica que acabe rompiendo el grupo, y lo que sería peor, su amistad. Ya lo hicieron una vez y descubrieron que no les compensaba. Jesús lo zanja así: “Preferimos tocar una vez en un sitio que nos guste y con condiciones favorables, que cuatro o cinco en condiciones no tan buenas. Hay grupos que prefieren tocar donde sea y cuando sea para que les oigan. A nosotros eso nunca nos ha llamado la atención”. Así que ya saben: el 16 de junio en Moby Dick.

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