El progreso ha dotado a la humanidad de un sinfín de avances que han mejorado la vida en esta insignificante mota de polvo sideral que llamamos Tierra. Si bien la evolución no es poca, al echar un vistazo al panorama político-social actual nos damos con la puerta en las narices. Natalia, Alfonso y Guillem se dieron cuenta de ello hace ya tiempo, cuando en 2019 debutaron con “Gimnasia menor”. Cinco años después actualizan repertorio con un nuevo álbum en el que mantienen ese espíritu crítico tan característico de Chaqueta de Chándal. “Hemos reflexionado mucho acerca de nuestra filosofía creativa. Fíjate que la mayoría de música que triunfa habla de amor, desamor, amistad o desamistad. Nos encantaría cantar sobre el amor, pero es algo nuestro; personal. Al hablar de problemáticas sociales o políticas, estamos tratando realidades universales que compartimos con todo el mundo. El amor, en cambio, es algo subjetivo. No puede cambiarse al mismo nivel que la sociedad o la política. Las canciones de Chaqueta de Chándal tienen que ver con cosas que nos van afectando. Suelen ser temas en los que nos ponemos de acuerdo aunque hayan interpelado más a uno u otro. Normalmente relacionados con alguna injusticia social. La novedad que trae el disco es que esta vez sí existía una clara voluntad a priori, digámoslo, ambiciosa, de homenajear a grupos antiguos de una época en la que se escuchaba música de forma distinta. Una época en la que había suficientes propuestas enfocadas al álbum conceptual, girando en torno a una idea que conformase una entidad única e indisoluble: ópera rock. A nosotros, con “Flema eterna”, solo nos faltaba saber cuál era el tema”.
“Nos inquieta un poco la forma en la que se está desarrollando el progreso tecnológico.”
El tema en cuestión ha acabado siendo un discurso-protesta, de tono irónico, personificado por el simpático protagonista de un juguete noventero: el Tamagotchi. Dicha mascota pixelada no solo sintetiza la premisa del disco, también actúa como metáfora del ciudadano contemporáneo. (Guille) “Conduciendo por el Montseny me puse a pensar en el cinturón de basura espacial que rodea el planeta. Propuse que el disco tratara de la aventura protagonizada por un Tamagotchi que, agobiado, enfrenta a su amo y se emancipa del lugar que habita: el cinturón de basura espacial. Esta historieta, fuera de lo literal, quisimos que hiciera referencia a lo que gran parte de la sociedad obrera occidental siente: rayados por el curro queremos mandarlo todo a tomar por culo, pero optamos mejor por escaparnos a algún sitio ajeno (el bar, la casa de un colega, el campo) donde poder evadirnos. El Tamagotchi, de alguna forma, hace lo mismo. Tenemos una especie de obsesión retrofuturista. Nos inquieta un poco la forma en la que se está desarrollando tecnológicamente el progreso. Además, el concepto de la flema cuajaba a la perfección con dicho discurso. Como nuestras canciones siempre son contestatarias, utilizar el término tenía todo el sentido para retratar la acción de escupir algo que llevas dentro. Es una manera de ser, una actitud ante la vida”. Obsesos del observar, escribir y denunciar en calidad de motor creativo, reiteran que lo de producir álbumes conceptuales se ha ido perdiendo con el tiempo. Y eso, sumado a la vorágine capitalista del sector, la música ya no tiene la misma gracia que tenía antes. “Se habla mucho del consumo rápido. Ahora lo que prima es la ingente cantidad de singles, cada uno con un universo propio. Responde un poco a esa filosofía trapera de sacar sencillos infinitos, pero nunca un disco. Efectivamente, creemos que el álbum conceptual se está perdiendo, o que se incide menos. No sabemos quién escucha álbumes conceptuales ahora mismo. Tampoco tenemos muy claro si se escuchan mucho a día de hoy. Nosotros sí lo hacemos; somos mucho de recuperar lo que antaño nos gustaba. Lo cierto es que actualmente no hay espacio para la continuidad. Parece que durante el proceso de escucha también tengamos que hacer scroll entre canción y canción. Tampoco es que “Flema eterna” esté dotado de un contenido bestial. Solemos funcionar partiendo de la broma como armadura protectora, resaltando una variante humilde, afable y graciosa. No dejamos de ser un grupo más al que le encanta reírse explícitamente de la vida en sus letras”.
A pesar del supuesto detrimento que, dicen, afecta al disco de concepto, el oyente no se ha visto impedido a la hora de mantener hábitos saludables en lo relativo a la escucha. Hay quién sigue siendo lo suficientemente curioso para no dejarse llevar por la inmediatez. “Existe una minoría que tira hacia lo antiguo. Muchos jóvenes son devotos del vinilo. El problema está en el modo de consumo; la disonancia entre lo analógico y lo digital es más patente que nunca. El que puede combinar ambos mundos es porque tiene paciencia y continuará haciendo el esfuerzo de dedicarle el tiempo a algo. Nosotros también consumimos con inmediatez; hemos sufrido el cambio con las redes. Ten en cuenta que todo depende del dispositivo y la actitud. Gracias al streaming tenemos acceso a un ingente cantidad de obras musicales, sin embargo, la interfaz te obliga a priorizar playlists o éxitos del momento. En cambio, al hacer uso del tocadiscos, por ejemplo, vives una experiencia sensorial que te aleja del mal hábito. Te sientas a escucharlo de arriba a abajo. Es como eso del microondas con función de horno: lo seguirás usando de microondas. Querrás tener un horno para disfrutar de una cocción calmada”.
En este sentido, la importancia que recae en la parte visual tiene mucho que ver. No solo escuchamos, también vemos. Y, al ver, reconocemos. “Producir visuales por obligación es un rollo. Sacar contenido está bien hasta que lo haces rápido y mal. Somos fan del curro sin presiones, sin esa necesidad de hacerlo porque sí. Un tema tendrá su videoclip siempre que esté trabajado con cariño y junto a personas que valgan la pena. Desde que descubrimos que podíamos hacer vídeos con cualquier chorrada nada ha vuelto a ser lo mismo. Al final, lo que sea que estés contando es más importante que los medios que uses para hacerlo. Un caso concreto: la fruta ecológica es fea. Te transmite más una manzana podrida con su gusanito. La intersección es bella; hay que acabar con la idea de que todo debe ser guay. Chaqueta de Chándal prescinde de grandes producciones. Hace que veamos lo mucho que nos parecemos”.
Al charlar con ellos uno puede corroborarlo. Son perspicaces y divertidos. Parecen más una familia que un grupo. De hecho, priorizan que en su día a día prevalezca el ambiente familiar. “Nunca nos hemos tomado la música como un negocio. Si nos dedicamos a ella es porque nos lo pasamos bien y nos conecta con gente con la que tenemos puntos en común. A la hora de currar estamos acostumbrados a barrer hacia casa; formar sinergias con conocidos. Para que veas: el diseño del disco, que ha ido oscilando entre amigos, ahora le ha tocado a un primo.” Bajo este enfoque, su próximo concierto en La Lata de Bombillas de Zaragoza por el 25º aniversario de la sala servirá para juntar a fans, amigos y familiares. Para el trío, los directos son reuniones-excusa para poder estar con los que ya ven menos y con los que ven cada día. “Se siente una recepción real, pero claro, luego los tienes que ir echando. El encuentro de verdad se da en la calle. Donde tiene gracia charlar con el propio público”.
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