“He tenido la suerte de saber aprovechar mis oportunidades”
Entrevistas / Cerrone

“He tenido la suerte de saber aprovechar mis oportunidades”

Carlos Pérez de Ziriza — 16-09-2024
Fotografía — Archivo

Es una leyenda de la música electrónica. Marc Cerrone (Vitry-sur-Seine, Francia, 1952) fue uno de los padres de la música disco europea gracias a las canciones que compuso durante los años setenta y primeros ochenta.

Unas composiciones que realizó junto a Alec Costadinos, replicando en cierta forma ese formato de exitosas duplas compositoras (Giorgio Moroder y Pete Bellotte, Nile Rodgers y Bernard Edwards en Chic, el dúo La Bionda en Italia o Gene McFadden y George Whitehead en el sonido Philadelphia) que fue santo y seña de la mejor música de baile de la época.

Ha estado de actualidad porque “Supernature” (1977), su tema más conocido, pieza esencial como una de las semillas del eurodisco, sonó por todo lo alto en la ceremonia de apertura de los JJOO de París, iluminando la torre Eiffel en una de las retransmisiones televisivas más vistas del año en el mundo. Aprovechando su sesión en un local nocturno barcelonés, charlo con él a través de la pantalla del PC, en una conversación que no es todo lo fluida que uno hubiera deseado: si os da la sensación de que algunas de sus contestaciones se van un poco por las ramas respecto a la pregunta formulada, estáis en lo cierto. Y no por malicia, en absoluto. Cerrone es un tipo encantador.

¿Cómo te sentiste al ver y escuchar tu “Supernature” en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos?
¿Qué puedo decirte? Me sorprendió que la organización de los JJOO contactara conmigo para decírmelo, por supuesto. Sobre todo, cuando el director musical de la ceremonia, Victor Le Masne, me dijo que iba a lograr que la torre Eiffel se pusiera a bailar. ¿Cómo pensaban que lo iba a hacer? Era un secreto. Por la tele tenía todo muy buena pinta, pero verlo en vivo, en el lugar, fue increíble. Que una canción que compusiste hace 47 años logre ese efecto… te puedes imaginar la impresión que me dio. Me sentí muy agradecido.

¿Crees que la letra de la canción, que hiciste junto a Lene Lovich y trata sobre la preocupación medioambiental, inspirada en la novela "La Isla del Doctor Moreau" (1895), de HG Wells, está tristemente más vigente que nunca?
La idea cuando hicimos la canción, en 1977, era preguntarnos cómo íbamos a acabar. Si iban a sobrevivir los humanos, los animales… si íbamos a evolucionar. ¿A dónde vamos a ir? No era un mensaje ecológico tal y como lo entendemos hoy en día, sino una denuncia de lo que el hombre le está haciendo al planeta. Estamos condenados a repetir los mismos errores, desgraciadamente, porque si ves el estado el mundo 47 años después, te das cuenta. Inevitablemente.

"Llevo décadas escuchando a gente que me dice que yo abrí las puertas a la electrónica francesa"

En tu primer álbum, Love in C Minor (1976), había una versión del “Black is Black”, de Los Bravos. ¿Fue esa tu primera aproximación a la música española?
Bueno, antes ya era el líder de Kongas, tocando la batería, y ya tocábamos “Black is Black” al modo de la versión de Barrabás. No tenía ni idea siquiera de si "Love in C Minor" (1976) sería publicado, ya que era un artefacto muy extraño para su época. El tema titular era una canción de 16 minutos y medio y me dijeron que eso no podía sonar en la radio. Y que la percusión estuviera tan en primer plano tampoco lo entendían, pero yo era batería. La verdad es que no tenía ni idea de que pudiera funcionar. Lo hice por puro placer. Y me apetecía, también por puro placer, incluir la versión de “Black is Black”. Luego con Supernature (1977) cambió todo mucho, porque fue un éxito inesperado, vendió ocho millones de copias. He tenido la suerte de saber aprovechar mis oportunidades. E intentar siempre dar lo mejor de mí mismo para estar el nivel que la gente espera de mí. Y no me ha ido mal.

Hace unos meses entrevisté a tu amigo Nile Rodgers y me decía que en sus conciertos mucha gente se sorprende al descubrir que muchas de las canciones que toca son realmente suyas, y no lo sabían. Es decir, que sus canciones son mucho más célebres que su autor. ¿Te pasa lo mismo?
Es posible. Nile Rodgers es uno de mis grandes amigos. Cuando iba a publicar "Love in C Minor" (1976) intenté conseguir un contrato con una compañía discográfica de las grandes y nadie quiso contratarme en Europa. Luego conseguí mi primer contrato con Atlantic, en Nueva York, por pura suerte, lo que te decía antes de saber aprovechar las oportunidades, y el primer músico al que conocí y con quien trabé amistad fue Nile Rodgers, cuando estaba en Chic con Bernard Edwards. Cualquiera que mencione el nombre de Nile Rodgers sabe instantáneamente qué tipo de canción es la suya, y no sé si eso es aplicable a mí. Es mucha más la gente que conoce mis canciones que a mí mismo, eso también me ocurre. Pero no me importa. Lo único que me importa es estar sobre los escenarios el máximo tiempo posible. Llevo más de cincuenta años así, y eso me hace feliz. Y hacerlo siendo un batería no es tan fácil como cuando eres cantante, guitarrista o teclista. Me siento afortunado. He vivido de mi pasión, y volvería a hacer lo mismo si pudiera nacer de nuevo y tener otra vida.

¿No crees que hoy en día han cambiado mucho las cosas, con tantos DJs obsesionados con ser célebres? En la era disco no eran así las cosas.
Ocurre así con la mayoría, sí. Aunque depende del tipo de DJ del que hablemos. No me interesan mucho esos DJs que acaparan todo el protagonismo, que bailan sobre el escenario e incorporan fuegos y esa clase de elementos. Un solista o una banda suelen introducir al público en un pequeño viaje durante una hora y media. Para mí, un DJ de verdad es aquel que lleva al público de su mano de viaje, que le hace bailar y soñar. Lo otro no es un DJ, es un disc jockey, que no es lo mismo. El disc jockey es un tipo alegre que hace que la gente lo pase bien, pero no es para mí la misma actitud.

¿Cómo te sentiste cuando en los noventa irrumpieron Daft Punk, Motorbass, Cassius y todos esos músicos que pusieron de moda la electrónica francesa y reivindicaban tu herencia?
Llevo décadas escuchando a gente que me dice que yo abrí las puertas a la electrónica francesa, pero cuando oigo a gente como Daft Punk decirme eso, con una propuesta artística que va mucho más allá del baile, me siento muy agradecido. Le dieron sonido, color y dirección artística a la música, una actitud artística. Esa es la diferencia con quien solo busca el dinero. Cuando hay un concepto y una visión específicos, como te comentaba antes sobre los DJs. Y que es justo lo que yo intentaba hacer cuando empecé, en 1976.

Has trabajado con Nile Rodgers, Toto, Laura Branigan, Jocelyn Brown, Jimmy Page, La Toya Jackson, y en tu último álbum hasta la fecha, con Aloe Blacc, Alexis Taylor (Hot Chip), Sam Gray o Tony Allen. ¿Hubo alguien que te sorprendiera especialmente?
He tenido la suerte de colaborar con mucha gente. Tuve la suerte de contar con la guitarra de Jimmy Page en “Rocket In The Pocket” (1978) y fue tremendo. Siempre me ha resultado fácil acabar colaborando con quien tenía en mente. Nunca me han rechazado. Pero nunca tuve como objetivo en mi carrera lograr un gran hit y ser popular. No es mi rollo. Mi funcionamiento es más que, cuando tengo una visión de algo, como con “Love in C Minor”, intento todo lo que está a mi alcance para alcanzar mi objetivo. Y en directo quiero ver al público feliz, llevarlo hasta el cielo, sumergirlo en un viaje.

¿Qué tipo de música escuchas?
De todo. Ahora he vuelto a grabar 22 canciones de mi catálogo con una orquesta sinfónica pero sin cambiar los arreglos originales. En cualquier caso, la música no tiene fronteras. Y si “Supernature” sonó en la ceremonia de apertura de los JJOO en París fue porque Victor Le Masne la había oído en formato sinfónico. Y tuvo la idea. Yo estuve meses preguntándole qué iba a hacer y me decía “ya lo verás, será un regalo”. Y me sorprendió.

Tu último álbum fue DNA, en 2020. ¿Estás trabajando en algo nuevo?
No, pero en un par de meses publicaré un triple álbum, una mezcla entre electrónica y formato sinfónico que se llamará Electro symphonique. Tenía miedo de que no sonara bien, pero lo tocamos en un gran recinto, lo grabamos y estoy muy contento, a mi edad, de haber completado ese nuevo desafío.

 

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