"Nuestro público huele a espíritu adolescente"
EntrevistasCatupecu Machu

"Nuestro público huele a espíritu adolescente"

Adriano Mazzeo — 18-10-2023
Fotografía — Archivo

El rock argentino siempre estuvo nutrido de referentes de muy buena reputación en Iberoamérica. Por algunas de las razones que hacen de Catupecu Machu un fascinante bicho raro dentro de la escena, el grupo fundado por los hermanos Fernando y Gabriel Ruíz Díaz aún permanece como un diamante en bruto para el gran público de nuestro país.

Una nota importante: Con casi treinta años de carrera, el próximo año volverán a España por segunda vez para tocar en Valencia (22 febrero, Rock City), Madrid (23 febrero, Copérnico) y Barcelona (28 febrero, Sala Apolo).

Las razones a las que referenciamos tienen que ver con estéticas musicales únicas y hechos puntuales, sí, pero también con la forma en la que el grupo se mueve dentro de una historia marcada por algo de magia y algo de veneno desde los tempranos noventa a la actualidad en la que convocaron quince mil fans en el Movistar Arena de Buenos Aires o cuando hicieron que ochenta mil personas de tres generaciones distintas pogueasen descontroladamente regalando la postal más espectacular de la última edición del Lollapalooza argentino.

Fernando Ruíz Díaz es el cantante, guitarrista, líder y compositor de Catupecu Machu, un artista con un talento global de infinitas aristas que combinan la luz original de la creación y una filosofía de vida en la que todo sirve, todo suma y todo vale. Desde el fallecimiento de Gabriel –no solo su hermano menor y alma gemela creativa sino el fundamento inspiracional del grupo y del culto que lo rodea desde que dejó de pisar los escenarios–, Fernando es el máximo responsable de una suerte de misión definida por su personalidad; Fernando es un alquimista del ánimo, un tipo al que la vida le pasa por encima y que logra hacer que ese torbellino inabarcable se vea en bellas formas, en canciones duraderas y relaciones profundas. Alguien que, por momentos, parece la persona ideal para escribir una hipotética teoría de la emoción. Todo esto sin contar la rimbombante originalidad de su propuesta musical: su sonido puede remitir a ciertas influencias, pero definitivamente no es fácil de comparar. Podéis comprobarlo con darle play a cualquiera de sus discos o asistiendo a alguno de sus próximos shows en los que el grupo presentará su nueva formación –“la reencarnación”, según Fernando– que incluye por primera vez en veintidós años al otro Catupecu mítico: el baterista y cantante Abril Sosa.

"Escuchábamos mucho a Paco de Lucía y Camarón, pero mi viejo me hablaba de la guitarra"

He aquí un extracto de la charla que un servidor tuvo el privilegio de disfrutar en la misma casa del músico entre risas, vinilos, performances espontáneas, demos, abrazos y alcoholes varios durante muchísimo (pero vamos ¡muchísimo!) más tiempo del que suelen durar las entrevistas para promocionar una gira. Algo que muy difícilmente pase con otro músico consagrado.

¿Qué es lo mejor de llevar a Catupecu Machu a tocar al exterior y en particular a España?
Cuando empiezas a tocar tienes aspiraciones, aspiras y luego expiras aire en forma de canción. Mi papá antes de morir me dijo que Catupecu iba a tocar en Nueva York. Yo le decía que estaba loco. Murió en 2003 y cuando fuimos allí en 2005 fue como “Guau… Tenías razón”. Con Europa igual. La primera gira iba a ser justo después del accidente de Gaby. Luego tiramos una piedra y vimos como los círculos concéntricos se extendían. Pensar que mis ancestros italianos y españoles vinieron a América y ahora nosotros llevamos nuestra música a allá es muy loco. Alucinante. Es la expansión de la música no siendo un artista de Estados Unidos o Inglaterra.

Hablando de tus raíces, en tus giros vocales se notan cuestiones del folclore argentino y el tango pero también del flamenco. ¿Es el flamenco una influencia para ti?
Por mi vieja tuve los primeros esbozos de escuchar rock, estaba enamorada de Marlon Brando y a la vez escuchaba Elvis, Tom Jones, Beatles... Mi papá no escuchaba rock, él era del tango, de música clásica, de cámara y del flamenco, claro. Le gustaba mucho Paco de Lucía, no tanto Camarón, sino que era más de la guitarra. Atahualpa Yupanqui le encantaba. Hay algo ahí en el ADN de mi música. Y hay una raíz en el flamenco y el folclore que es algo parecida. Nosotros somos más llorones. Nuestra música es del lamento, el folclore y el tango lo son, y el flamenco también es lamento, pero más “arriba”.

Yendo cuarenta años adelante, hablaste de reencarnación de Catupecu tras aquel final de la banda en 2016. Más allá de la vuelta de Abril, ¿qué tienen en común estos Catupecu con los de los comienzos?
Este es un viaje en el que la constante es que siempre estuve yo. Este Catupecu tiene a Gaby sobrevolando todo, uniéndolo todo. Piensa que Abril me mandó un mensaje para juntarnos tres días antes de que Gaby se vaya de este plano. Lo teníamos en claro, Abril volvería a tocar la batería solo si fuera en Catupecu y yo juntaría a la banda si estaba él. Nos juntó Gaby tres días antes de morir.
Yo estaba muy feliz con Juli (Gondell, batería) y Charles (Noguera, bajo, sintetizadores) en Vanthra y al sumarse Abril como invitado se convirtió en Catupecu. Se generó una fraternidad que nos hizo reencarnar. Esto no es una vuelta, esto es una reencarnación. Estamos parados sobre los hombros del gigante que fue el primer Catupecu, pero a la vez es una banda nueva. Estoy tratando de entenderla (risas)

Siendo Catupecu Machu una banda con un sonido tan particular, ¿cómo funcionaron las influencias para ti y Gaby? Porque no tienes problema en reconocer de quién eres fan, pero no suenas a ninguno de los artistas que mencionas.
Funcionan medio por ósmosis. Yo no soy un melomano, más bien un fanático, un enfermo de la música desde chico, cuando me regalaron la guitarra o incluso de antes. Mi papá creo que me regaló la guitarra porque yo ya cantaba, soy cantor y la guitarra fue mi acompañamiento después. Siempre fue por instinto y de esa manera me fue llegando la música. Por situaciones, por estar en un lugar y escuchar, por eso la influencia es todo, no hay algo directo. Por eso te digo que es un viaje, la influencia no es sólo la música, te diría que me influenció más el cine que la música, o la arquitectura. Para mí todo suena. Esta charla suena, por ahí te vas y bajo una palabra que quedó. Todo está vivo. Lo importante es que tu pulso vaya acorde al pulso del universo para no perder el mojo, como se dice en las religiones afroamericanas.

"Hay algo que es fundamental y que para mí es el grito primal. La música viene de África y siempre se hacía para el rito"

¿Eres consciente de que el público de Catupecu Machu es como una no-tribu?
Es la tribu de la no-tribu. Es más, lo vimos en los últimos shows, nuestro público huele a espíritu adolescente. Una preocupación que teníamos con Gaby era si cuando crezcamos se iba a mantener ese público ecléctico, y hoy puedo decir que sí.

Te aburriría si te diera la cantidad de ejemplos de personas que conozco que son fans de Catupecu y no escuchan rock o música “estridente” por decirlo de algún modo.
Claro. Es porque trasciende algunas cosas. Hay algo que es fundamental y que para mí es el grito primal. La música viene de África y siempre se hacía para el rito. Era el canto y el ritmo, no había cuerdas. Se golpeaba un tronco ahuecado y se gritaba, luego a ese tronco ahuecado le pusieron un parche. “Bum bum bum”, ahí nace el patrón. Y el “uaiaaaa”, ¿no? Yo creo que Catupecu está emparentado con algo tribal, por eso pasa que no tiene que ver la edad para que te guste Catupecu.

No tiene que ver con la edad ni con otro tipo de condiciones…
Es que siempre fuimos por una corriente paralela incluso en la estética: cuando comenzamos se usaba la ropa grande en plan hardcore y nosotros íbamos por otro lado. No seguían surfers, skaters, lesbianas, gays… Cuando sale nuestro segundo disco –“Cuentos Decapitados” en 2001-– me llega una carta de alguien a quien Catupecu le ayudó a superar la discriminación social por ser gay… Me llegó su sufrimiento directamente y eso fue muy fuerte. En esa época no era como ahora, ni parecido. Ahora hay otro tipo de contención. Mi hermana tiene cincuenta y ocho años ahora y tiene síndrome de Down. Yo me cagué a trompadas miles de veces con pibes más grandes porque le decían mongólica.
Esa carta hoy sería una situación rara quizá, pero en aquel momento en Buenos Aires estaba en boga el rock-chabón [ndr: traducción aproximada “rock-tío”, rock machista], ¿y su lema cuál era? Era “¡Eh, puto!”. Bueno, en ese contexto a Catupecu lo venían a ver gays.

Pasó de todo ¿qué más entra en la historia de Catupecu Machu?
[Piensa] No me va a alcanzar el tiempo que nos dan a los humanos, esa batería de litio que es la energía vital. Yo siempre bromeo con que quiero vivir ciento cuatro años porque [Oscar] Niemeyer, el gran arquitecto brasileño del modernismo para acá, vivió ciento tres, es alguien a quien admiro como humano y como arquitecto, bueno, ni hablar. No me va a alcanzar la vida ¿me entiendes? Ahora me tengo que ir a un cumpleaños, pero me gustaría quedarme acá con esta energía ¿cómo haces para cortar estos momentos? Estos momentos nos dan música. Me encantaría encontrar todo lo que el destino puede tener para regalarme, tengo que esforzarme para encontrarlo. Creo en el hecho de trabajar. Como dijo Paco de Lucía, “el arte es noventa por ciento transpiración y diez por ciento inspiración”. Si tienes el don de ser una persona inspirada y encima trabajas… Bueno, es increíble. Hay que trabajar mucho para que la magia de la inspiración aparezca, como cuando pude componer “Magia Veneno” en quince minutos. Me desperté sobresaltado después de dormir dos horas: había soñado toda la canción. Arreglos, riffs, beats, todo. Yo trabajo mucho porque no quiero perderme nada [risas].

 

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