Cabaret erótico
EntrevistasThe Dresden Dolls

Cabaret erótico

Redacción — 19-06-2006
Fotografía — Archivo

Una pareja de armas tomar a la que no hay por dónde coger. Y precisamente ahí radica buena parte del secreto de este insólito dúo. En la discreta portada de su nuevo disco, “Yes, Virginia” (Roadrunner/Divucsa), dejan la puerta abierta a la imaginación, algo que no les ha faltado hasta el momento.

Maquillaje circense, días de vino y rosas, vestimentas propias del cabaret berlinés de posguerra y todo ello fotografiado en blanco y negro. Brian Viglione mantiene el ritmo, mientras Amanda Palmer canta y se encarga de los teclados, parapetada en un aspecto felino e intimidante que esconde a una mujer dulce que, a través de la línea telefónica, sabe seducir a quien la escucha hasta provocar incluso una excitación más propia de una llamada a una línea erótica. Será porque “Yes, Virginia” es un trabajo de lo más pecaminoso. “Es un álbum con un fuerte contenido sexual. El sexo es morboso y crea polémica. En nuestro primer disco lo enfoqué desde la frustración de una ruptura y ahora lo hago desde la paz y la reflexión. La muerte, la amistad y la soledad son mis restantes temas favoritos a la hora de escribir canciones”. Normalmente se da que para un primer álbum se invierte menos tiempo que para el segundo, aunque en este caso todo ha sido distinto.

"Buscamos que nuestro público experimente sensaciones nuevas y extremas "

“La grabación de nuestro debut discográfico fue realmente muy complicada. No teníamos dinero y nos pegamos unas palizas tremendas de furgoneta. Hicimos unas veinte veces el recorrido entre Boston y Nueva York, además de tardar más de dos meses en completarlo. Fue extenuante. Pagamos la novatada. Esta vez sí que había dinero, lo cual no tenía que significar que tuviésemos que pasarnos tres meses encerrados en un estudio. Lo que sí apreciamos es tener comodidades, que nos hicieron todo muy fácil. Grabamos, mezclamos y lo dejamos todo listo en diez días. Nosotros mismos nos quedamos sorprendidos y extrañados por lo rápido que fue todo”. Aunque olvidémonos de las aburridas horas de estudio y vayamos a los directos. Y es que lo que convierte a The Dresden Dolls en una banda tan enigmática, peculiar y extravagante es su puesta en escena. “En directo, queremos ante todo conectar con la gente. A través de la música, del teatro que nos inventamos, de nuestro colorido y de la imagen que intentamos transmitir queremos que la gente disfrute. Estamos cansados de los aburridos conciertos de rock convencional. Esa película no nos gusta, estamos hartos. Nosotros buscamos que nuestro público experimente sensaciones nuevas y extremas”. Esas actuaciones les han llevado a grabar un DVD en directo o a ser elegidos como teloneros de Nine Inch Nails por el propio Trent Reznor, aunque, en contra de lo que pueda parecer, no se dejaron influir por sus tentáculos. “Fue una experiencia muy agradecida girar con ellos, pero sabíamos que aquello no iba a influirnos en nada, sobre todo porque nuestro sonido está ya muy encauzado. Nos enseñaron hasta dónde puede ser de disciplinado un grupo o que para sonar tan compactos hay que trabajar mucho. Curiosamente, en este disco, sonamos menos góticos y oscuros, y hemos apostado más por la melodía”. Y hablando de otros artistas, queda claro que el uso del piano y su forma de tocarlo acerca a Amanda Palmer a ese referente que es Tori Amos. “De joven no tenía ni idea de quién era. La descubrí más tarde y sus primeros trabajos me gustaron mucho tan pronto como empecé a profundizar en ellos. Luego no la he seguido demasiado, pero sí puedo decirte que ha sido una referencia para mí en un sentido. He observado durante años como ha combinado el piano con otros instrumentos. Me apasiona escuchar a otros pianistas, porque no hay reglas. Cada cual tiene su método y debo reconocer que Tori Amos tiene una fuerte personalidad propia, aunque yo no sea una enloquecida fan suya. Eso es precisamente lo que yo busco, crear mi propio estilo”. Una influencia que sí es fundamental para el dúo, más allá de su nombre (inspirado en la ciudad alemana de Dresden), es el influjo de la cultura europea. “Mi familia siempre ha estado sumergida en Europa. De hecho, Boston es una de las ciudades menos americanas y con más connotaciones europeas de América. Siempre me ha atraído el cabaret alemán, por su música y su estética, y tanto a Brian como a mí siempre nos han interesado las bandas británicas. En nuestras colecciones, hay infinidad de discos de artistas alemanes e ingleses. Por ejemplo, durante años no hemos dejado de tocar ´War Pigs´ de Black Sabbath”. Ahora Amanda Palmer suena con actuar en algún musical de Broadway y con enfrentarse de cara a invierno a una obra de Günter Grass y muchos otros retos de los que el tiempo nos dará más claves.

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