Cada vez que me da por pensar que a la música de baile le quedan ya pocas posibilidades por explorar, aparece algún disco para demostrarme lo contrario. No siempre se trata de grandes hallazgos. Es más, normalmente se trata de sutiles aportaciones, combinadas con elementos recientes o revivalistas, pero cuyo resultado siempre es más o menos el mismo: de repente tengo ganas de bailar. Sleigh Bells han conseguido animar el cotarro con una fórmula sencilla y efectiva a partes iguales: bombos robustos y guitarras punzantes acompañadas de una voz femenina que navega entre la angustia juvenil y la autoafirmación. Conjugan el descaro del R&B y la contundencia del rock con algunos trazos de ingenua dulzura pop. A la vez que resulta innegable que la música de Sleigh Bells no va a cambiar el mundo, resulta difícil resistirse a “Treats”, su primer álbum. Lo primero, en cualquier caso, es confirmar la extraña historia que circula por la red sobre cómo se conocieron el guitarrista y productor Derek E. Miller y la cantante Alexis Krauss. “Es totalmente cierta”, explica una risueña Alexis Krauss al otro lado del hilo telefónico. “Derek trabajaba de camarero y nos atendió a mí y a mi madre. Se puso a hablar con mi madre, porque ambos son de Florida. Le contó que tenía un grupo y que buscaba una cantante. Ella le dijo que yo cantaba. Después de aquello nos estuvimos mandando correos electrónicos durante un tiempo y empezamos a componer canciones. Es una historia bastante rara, lo sé”. Eso sucedió hace apenas dos años. Dos años llenos de intensidad. En 2009 fueron una de las grandes revelaciones del CMJ Music Marathon y un año después presentaban en el pasado festival Primavera Sound su primer disco. “Sí, todo ha sucedido muy rápido”, confiesa Krauss. “Intentamos mantener la cabeza serena y ser agradecidos por todo lo que nos está sucediendo. Sabemos que somos unos afortunados. Ahora lo que queremos es mostrar nuestra música a cuanta más gente mejor”. “Yo me dedicaba a dar clases a tiempo completo”, prosigue, “y durante un año, Derek y yo estuvimos intercambiando ideas a través de Internet y grabando demos, pero no empezamos a dar conciertos hasta septiembre de 2009. Hemos trabajado juntos durante dos años, pero sólo hace uno que mostramos por primera vez nuestra música en público”. Krauss explica que, durante ese breve período, les ha dado tiempo a madurar las canciones que forman parte de su debut y a asentar su propio estilo. “El sonido ha ido evolucionando ligeramente. Derek ya tenía experiencia componiendo canciones y yo también tenía mis propias ideas. Mucho de lo que hablamos cuando Sleigh Bells se formó todavía está presente, forma parte de nuestra esencia, pero las bases son de cada vez más duras y mi voz ha tendido a ser más melódica y pop. Ha habido una transición y a medida que nos sentimos más y más cómodos menos cohibidos nos sentimos a la hora de intentar cosas nuevas”. Miller, ex miembro del grupo de hardcore salvaje Poison The Well, crea tracks a partir de riffs de guitarra o patrones de batería y a partir de allí van construyéndose las canciones de Sleigh Bells. “Es un proceso curioso”, comenta Alexis. “Un elemento te lleva a otro. El hip hop es una de nuestras mayores influencias y en gran medida condiciona mi manera de cantar. En apariencia son formas totalmente diferentes de cantar, pero en parte queremos conseguir un efecto parecido en cuanto a la sinérgia entre voz y ritmo”. Los textos de Krauss en cualquier caso parten de una narrativa más propia del pop que del rap: la juventud. “Un montón de canciones hablan sobre ser joven, sobre lo bueno y lo malo de serlo, sobre ser libre para hacer lo que quieres y también sobre el tener que empezar a tomar decisiones sobre tu vida. Aunque creo que mi forma de escribir letras supone que éstas no son tanto palabras con un significado autónomo como un elemento más de un conjunto junto al ritmo y la música”. En cierto sentido, Sleigh Bells suenan como si Switch hubiera producido el nuevo disco de Best Coast, un hallazgo insospechado que demuestra una vez más que no todo está visto y que todavía nos queda mucho por ver. Y por bailar.
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