Las enormes fauces de un tiburón blanco que ilustran la portada de “Wilderness Hearth”, tercer disco de la banda de hard-rock progresivo de Vancouver, son una buena metáfora para definir el contenido de sus surcos. La música de Black Mountain combina la inigualable belleza del escualo con la fiereza depredadora de unos riffs que crecen en tu reproductor. También la superposición de sus dos voces -femenina (Amber Webber) y masculina (Stephen McBean)- le dan un aire de distinción a su música. Una especie de ensoñación basada en el folk, pero que crece a golpes de fuzz, órgano o mellotron hasta lograr unas canciones que te atrapan en su misterio. Tras un segundo disco como “In The Future” (08), de canciones más largas y desarrolladas, que obtuvo grandes críticas en las revistas especializadas de medio mundo, deciden acortar los temas a una duración más convencional, pero intentando mostrar sus armas musicales intactas. (Stephen) “En el nuevo disco también hay elementos del anterior, aunque eso sí, hemos intentado hacer canciones de tres minutos, conservando el rollo ‘épico’ como hemos podido. ¡Era todo un reto! La estructura del disco ha sido más corta, pero me ha gustado intentar hacer lo mismo, con la misma carga y emoción, pero a lo largo de temas más cortos”. Y aunque han logrado un disco efectivo, que combina temas enérgicos y rápidos como el excelente “Let Spirits Ride” que te recordará a los Rainbow de Ritchie Blackmore, con baladas acústicas en busca de cierta épica como “Buried By The Blues”, lo cierto es que el peso del anterior hace que la valía del tercero se resienta un poco. “¿De verdad opinas que este es más hard rock y menos progresivo que el anterior? No sé, tiene un poco de todos los elementos que citas. No es que un disco sea más así y el otro menos progresivo. La primera impresión que se llevará el público con el nuevo es que es más hard rock, pero luego lo escuchas mejor y te das cuenta que caben muchos otros elementos”. Y puede que sean precisamente esos “otros” elementos a los que hace referencia Stephen McBean, lo que ha hecho que Black Mountain sea una banda de sonidos duros que ha sido incluida en festivales que poco tienen que ver con ellos. Puede que sea la influencia de su primer y homónimo disco, en el que con canciones como “No Satisfaction” podían llegar incluso a recordarte a The Velvet Underground, lo que ha hecho que, como Wolfmother, escapen exclusivamente a las huestes del rock más aguerrido. “No creo que nuestra música sea exclusiva de tal o cual escena, sino que tocamos un poco todos los palos y estilos, así que no me sorprende que haya gente de todo tipo a la que le pueda gustar nuestra música. Nuestro sonido es ambivalente, y si no te diriges específicamente a un tipo de fan concreto, es normal que tu música le guste a más gente. Al fin y al cabo a la gente le gustan muchísimas cosas distintas y es mucho más interesante escuchar un poco de todo. ¡Además, los que sólo escuchan hard rock son una panda de aburridos! Y en cuanto a lo que comentas de nuestro primer disco, pues la verdad es que hace mucho que no lo escucho e incluso me resulta divertido cuando tienes que aprender de nuevo a tocar esas canciones. De vez en cuando sí que me lo pongo y me sorprende. Es como darte cuenta de dónde vienes, todo lo que has conseguido y lo que te queda por hacer. Es como leer un antiguo diario, piensas que ese eres tú y ves las cosas que has hecho, pero con la seguridad de la distancia. En general me gusta mucho todo lo que hemos hecho y cuando pongo ese disco me doy cuenta que tiene una química especial que para mí lo hace muy atractivo. ¡Uy! me parece que estoy divagando (risas)”.
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