Si el folk-country ya cuenta con las suficientes tonalidades como para expandirse en diversas direcciones, ese espacio se dilata todavía más tras su encuentro con otros géneros, aunque sea uno tan afín a sus preceptos como el pop. Un término, que entendido como un acento especialmente melódico, hace que la música de Belcos teja una alianza entre ambos ámbitos, lo que le sitúa compartiendo ecosistema con James Taylor, Antonio Vega o Los Madison, para generar una evocadora y sensible naturaleza. Cualidades que se vuelven protagonistas especialmente en su actual disco, un trabajo perfectamente compensado entre su inspiración recogida por el aroma campestre y un detallista traje instrumental. Valores en alza en un tiempo presente repleto de un ruido monocorde que nos aleja de nuestro propio yo, ese que mima y amasa con elegancia nuestro interlocutor en esta entrevista.
Observando tu discografía, “Bajo una luz dorada” parece un muy sustancial paso en ese terreno que el pop ha ido conquistando a un sonido más folk-country, ¿ese camino ha sido emprendido conscientemente?
Sí, las melodías siempre han sido algo fundamental en mi música, de hecho es el elemento principal del que parto. Y también es cierto que la instrumentación ya no es tan americana porque las decisiones que he tomado en este disco en cuanto a la música han sido menos premeditadas. El acercamiento en trabajos anteriores a ese tipo de sonoridades sí era más consciente, más buscado. Para esta grabación hemos dejado –Ion De Luis y yo, que somos quienes hemos trabajado en la producción- que las canciones fueran encontrando el tipo de sonido que encajara con ellas, sin una dirección previa marcada.
¿Llevabas muy pensado el formato instrumental de las canciones o ahí Ion ha sido determinante?
En este disco, a diferencia de los anteriores en los que Ion había sido el único productor, hemos compartido dicha labor. Yo buscaba algo sencillo, mantener la esencia de las canciones, que han sido escritas con una guitarra acústica, y tenía ya ideas, como los arreglos de viento o algunos pianos, que había ido anotando durante el proceso de composición. Ion, como siempre, ha aportado mucho en cuanto a la sonoridad, ha pulido todo y ha sumado los arreglos que hacían falta para redondear el resultado.
Tanto musicalmente como en su aspecto lírico, el disco se desarrolla bajo una línea común, siendo un recorrido por los diferentes “tipos de luz” que intentan sobreponerse a la oscuridad, ¿a la hora de componer pensaste en ese eje vertebrador?
La imagen que me ha acompañado durante la composición y que, paradójicamente, no he terminado utilizando, ha sido la de los haces de la luz del sol filtrándose entre las ramas de un árbol. La luz y la oscuridad, como imagen y como metáfora, siempre han estado muy presente en mis canciones, es una parte de mi imaginario natural a la hora de escribir. Al componer creo que se trasluce de forma inconsciente tu estado vital y, sobre todo, emocional, y el mío creo que era ese, el de una cierta luz -no una luz que deslumbra sino una luz cálida, con más matices- que, de forma inconsciente, se ha ido filtrando en las canciones.
Entiendo entonces que el clima emocional que quiere trasladar una canción influye en su representación sonora...
Completamente, sí. Es un proceso algo sinestésico en el sentido de que determinadas palabras o ambientes te sugieren un sonido concreto. Con las melodías pasa lo mismo, hay arreglos que ya imaginas directamente tocados por un piano, por instrumentos de viento… Cada instrumento tiene su carácter y se vincula a estados emocionales concretos.
En general son canciones muy audiovisuales, muy paisajísticas...
Sí, así es. Visualmente, por un proceso natural, la melodía me transporta a un lugar y un momento concretos, como si fuera algo cinematográfico: “Esta canción ocurre a última hora de la tarde en un espacio abierto” o “esta canción tiene lugar al amanecer, mientras alguien recorre una carretera o un camino”. Y de ahí parte la letra, que intento que se mantenga en esos márgenes, tengo que sentir que cada palabra encaja con esa imagen algo abstracta a la que me remite la melodía. Esos lugares a veces son familiares y otras veces son imaginados, pero siempre hay elementos naturales.
¿Para conseguir ese sentido “unitario” del disco ayudó trabajar con un número reducido de temas, ocho, o hubo descartes?
En realidad, y esto no sé si es una rareza o no, no tengo descartes. Supongo que hago los descartes cuando escribo. Si no siento que esa canción, que esa primera melodía, merece la pena, si no estoy tarareándola todo el día después de que llegue, no la sigo trabajando. En este caso, tenía ocho ideas que me entusiasmaban y me pareció que era un número bonito, no sé por qué. También sentía que tenían que ver entre sí, que estaban conectadas de una forma intangible, algo etérea.
“Esta vez hemos dejado que las canciones fueran encontrando el tipo de sonido que encajara con ellas”
En ese tipo de sonoridad más “pop” tu forma de cantar también se presenta más suave, ¿ha habido un trabajo en ese aspecto o ha sido la consecuencia directa del tipo de canciones?
Pues en eso, honestamente, tuvo mucho que ver Ion. Yo llego con una idea, pero él, cuando grabamos, va puliendo mi forma de cantar alrededor de la canción. En ese sentido, es un productor con una visión asombrosa y me dejo guiar por él.
En tu música hay nombres que pueden salir a relucir, desde Antonio Vega a Carole King o James Taylor, ¿con el paso del tiempo uno tiende a liberarse de influencias o simplemente trabaja sin complejos y sin importarle si se percibe una u otra referencia?
Antonio Vega y James Taylor son esenciales para mí, su música me ha acompañado tanto que creo que es inevitable que algo de ellos haya llegado a mis canciones por decantación, pero no ha sido un proceso consciente. Nunca he escrito una canción pensando en un músico concreto, no podría hacerlo. Es más, si una melodía me remite a algo que ya conozco, aunque la melodía me guste, la descarto.
El tema homónimo tiene un sonido casi brasileño, ¿te encuentras cómodo en ese tipo de ritmos de ascendencia más latina?
Eso también ha surgido de forma natural. La bossa nova siempre ha sido algo que me ha fascinado, ese poso de melancolía me hace conectar con ella. La canción que da título al disco surgió jugando con ese tipo de acordes y la letra intenta recrear esa sensación.
En “Cuando estás despierta” cuentas con la participación de Mikel Erentxun, ¿qué ha supuesto para ti, y para la canción, contar con su presencia?
Soy consciente de lo manido de la frase, pero yo he visto un sueño hacerse realidad. La voz y las canciones de Mikel han estado ahí desde que empecé a escuchar música, siempre me ha gustado mucho, escuchaba sus discos, veía sus conciertos... Ha sido tremendamente generoso con nosotros desde que aceptó nuestra invitación, y hemos conectado muy bien desde el principio. Su forma de interpretar y de cantar es única y muy reconocible, ha dado un vuelo a la canción que no imaginábamos, aunque haya tenido que salir de su terreno más habitual. En eso también ha sido generoso, aunque en realidad siempre ha sido, y sigue siendo, un músico muy inquieto y un explorador nato.
“El poso que puede dejar este disco es muy diferente si se escucha en su totalidad, de principio a fin”
Pienso que canciones como “Todo el mundo” tienen una formulación que, sin que eso suponga en absoluto un demérito, podrían llegar a un público mayoritario, por su melodía agradable y pegadiza, ¿A veces es inevitable pensar en lo aleatorio e injusta que puede ser la industria de la música?
Gente que ha escuchado el disco me ha dicho lo mismo de esa canción, gracias por comentarlo también. Bueno, yo soy consciente de que el tipo de música que hago, en este momento, no tiene una vocación mayoritaria. Sin embargo, sí que creo que, tanto en mi caso como en el de gente poco conocida, alguno de ellos de mi ámbito más cercano, hay canciones que, si tuvieran la oportunidad de llegar a más oídos, correrían mejor suerte, al menos en cuanto a difusión. No sé si es una cuestión de justicia, las reglas del juego están bien definidas. En mi caso, a mí lo que me apasiona es escribir canciones. Es –otra vez- una frase hecha, pero el mayor éxito a estas alturas para mí está en terminar una canción que me entusiasme. El resto no está en mis manos.
Tu profesión es la de periodista, ¿el José Mari Belcos dedicado a esa labor es el mismo que el que crea canciones o son dos identidades muy diferenciadas?
Procuro que sean actividades lo más diferenciadas posible. Mi trabajo es muy bonito pero muy absorbente y muy racional. La música utiliza un lenguaje muy distinto y evocador, te abstraes completamente del resto y eso es muy gratificante, poder naufragar en ese mundo. Pero intento que sean dos facetas separadas. Por ejemplo, el periodismo musical sí que me gusta, y mucho, pero no lo ejerzo.
¿Y el hecho de tener otro trabajo al margen del musical, con todo lo que eso conlleva, crees que define tu forma de hacer música?
Se podría pensar que el hecho de no tener que ganarte la vida con la música podría redundar positivamente en el resultado, en cuanto a que escribes únicamente lo que quieres y cuando quieres. Sin embargo, aunque desconozco cuál es la dinámica de la industria musical y cuáles son sus exigencias, los músicos que me interesan y que se dedican profesionalmente a la música tienen una libertad creativa total, y más después de lograr cierto estatus, así que, en realidad, creo que el resultado sería más o menos el mismo. De cualquier forma, creo que no podría escribir otras canciones.
“La dicotomía entre el norte y el sur también es otro de mis leitmotiv a la hora de escribir”
En “Señales” escribes “el sur despliega sus banderas”, teniendo en cuenta tu ascendencia extremeña, ¿dirías que en tu música siempre está presente de alguna manera invocar esa “herencia”?
Mi pueblo, Villanueva del Fresno, ha estado siempre muy presente en mis canciones, ya sea de forma directa o en forma de anhelo por regresar. De hecho, sigo volviendo allá todos los veranos, tengo amigos que son otra familia para mí. La dicotomía entre el norte y el sur también es otro de mis leitmotiv a la hora de escribir.
Si por un lado has puesto tu nombre a este proyecto, es verdad que también has contando con una formación estable casi desde el principio, ¿cuánto hay en Belcos de proyecto individual y cuánto de banda?
Este proyecto nació como un proyecto en solitario con la intención de grabar mi primer disco pero sin saber muy bien qué iba a hacer a continuación. Ion, que además de productor y guitarrista ha sido siempre el director musical y tenía mucha más experiencia que yo, fue quien contactó con Uribe, que también ha estado desde el inicio y con Juanlu, que se sumó en el segundo disco. La verdad es que en lo personal encajamos tan bien que, de forma natural, hemos funcionado como banda desde entonces.
En estos tiempos donde se prioriza escuchar canciones sueltas y de una forma atropellada, ¿qué pretensión alberga un disco como éste que es todo lo contrario?
Honestamente, creo que el poso que puede dejar este disco es muy diferente si se escucha en su totalidad, de principio a fin, porque está pensado para enhebrar un discurso musical y lírico que cobra así todo su sentido. Pero esto tampoco depende de mí. Si alguien escucha sólo una canción, también está muy bien.
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