“Ahora convivo mucho mejor con las paradojas”
EntrevistasBasia Bulat

“Ahora convivo mucho mejor con las paradojas”

JC Peña — 22-02-2025
Fotografía — Archivo

Basia Bulat es como sus canciones: un torrente de calidez y simpatía. Lo compruebo durante su visita a Madrid, a donde ha llegado para contar algunos de los secretos de su séptimo álbum, “Basia´s Palace” (Secret City/Music As Usual, 25).

Son las primeras composiciones nuevas que la compositora de origen polaco lanza en cinco años largos. En 2022 publicó “The Garden”, en el que reinventaba una colección de temas de su catálogo. La pandemia, su maternidad y la vida en general, con todas sus complicaciones, han pospuesto un LP en el que Basia abraza de modo natural un sonido más sofisticado y futurista, que se funde con sus raíces folk.

El prestigioso músico y productor Tucker Martine (Laura Veirs) ha sido ingrediente esencial con sus mezclas. En febrero de 2020 la cantante dejó su apartamento con la idea de girar por Europa durante todo el año. Entonces pasó lo que pasó, tuvo que volverse corriendo a casa y empezó a gestarse su disco muy lentamente. “Estuve un año viviendo en mi estudio, y lo convertí en un hogar. Luego por fin encontré otro sitio que tenía un sótano y un aire muy setentero. No lo cambiamos, metimos un montón de equipo y lo convertí en mi pequeño estudio y mi mundo”.

La idea del “palacio” viene, de hecho, de “tener que construir este mundo entero para mí misma en estos últimos años. Es como una casa de canciones que vienen del mismo sitio. Tuve dos hijas muy de seguido, y me vi obligada a trabajar en la música muy despacio, cuando los bebés me dejaban un poco de tiempo. También estuve ayudando a otros artistas”.

“La vida me hizo parar, me vi obligada a trabajar la música poco a poco”

Después de años de giras interminables, muchas de ellas fuera de su país, Basia tuvo que ralentizar su ritmo. “La vida me hizo parar -sentencia-. Seguía estando muy ocupada, pero me vi obligada a trabajar en la música poco a poco”.

El resultado tiene un tono luminoso que llama la atención, teniendo en cuenta lo que ha pasado en estos años. “Lo sé, y trato de insistir en ello. Creo que tenemos que desafiar toda la mierda que hay en el mundo ahora mismo, no dejar que nos robe la alegría. Me encanta este momento. Ha sido una decisión un poco consciente, por lo menos en canciones como “Spirit”. Desde 2020 da la impresión de que el mundo ha enloquecido. ¿Qué hacemos con este tiempo que se nos ha dado? ¿Qué hacemos con todo este rango de emociones? Aunque hay canciones más introspectivas como “Disco Polo”, que se preguntan cuándo volverán los buenos tiempos. Tampoco me quiero engañar a mí misma, pero en el disco juego con distintas emociones. Hay un dicho que dice que tu alegría es tu dolor desenmascarado, y necesito tener ambos lados en mi trabajo”.

Esa luz nace también de la interpretación. “El escenario es mi lugar de libertad, incluso si canciones de discos anteriores como “Tall Tall Shadow” son sobre el duelo. Pero esta vez me he dicho que me lo iba a guardar dentro, y que nadie me iba a robar la alegría, sabiendo que es una época muy loca para tener niños”. ¿Madurez, quizá? “Espero que el disco sea más maduro, sí. He tenido mucho tiempo para leer y pensar, y trabajar en mí. Creo que puedo convivir mucho mejor con las paradojas que antes, y no le doy tantas vueltas como antes, y eso está bien”.

Basia retoma la metáfora de la casa en relación a su herencia de Europa del Este. “La casa de la portada se parece a la de mis abuelos. Era un sitio donde siempre se supone que ibas a divertirte, pero también podías sentir una carga muy pesada en cada historia, en cosas de la guerra de las que no querían hablar. Heredas todo, lo bueno y lo malo. Y quería que pareciera eso, que soy una niña sentada en la casa de mis abuelos”.

Pero tenemos que hablar también del sonido: por primera vez, la artista presenta una estética sonora alejada de lo tradicional y lo acústico, con una mezcla de sintetizadores, cajas de ritmos, cuerdas y otros arreglos. “Es mitad intencionado y mitad, no. Como mis niñas eran tan pequeñas y las tenía que despertar y acostar a distintas horas, tenía que buscar tiempo para trabajar sin despertarlas, así que empecé a componer con un sintetizador y a jugar con los sonidos. Y me acabó gustando mucho lo que me salía. Empecé a encontrar paralelismos con la música de videojuegos de cuando era niña…algunas de esas composiciones japonesas de los 90 son increíbles. Me di cuenta de que había mucho potencial. Quería que sonara un poco onírico, o surrealista. Estaba escuchando muchos discos que tenían que ver con la idea de viajar musical o espiritualmente. Supongo que las cuerdas son como un coro sin que haya coro”.

Un buen músico amigo fue quien las compuso, y Basia destaca su capacidad para darle justo lo que necesitaban sus canciones. Las mezclas de Tucker Martine fueron la guinda. Una idea, la de trabajar con él, que llevaba mucho tiempo en la cabeza de Basia. Hace doce o trece años la colaboración estuvo a punto de darse, pero las agendas del productor y las giras de la artista lo impidieron. “Le pregunté por correo electrónico si le interesaba mezclar una canción, y me confesó que llevaba todo este tiempo pensando en trabajar conmigo. Así que ha funcionado genial, incluso aunque no estábamos juntos, porque él vive a tres horas en la Costa Oeste. Que suene un poco futurista tiene que ver con que lo hicimos todo a distancia con un ordenador, aunque él mezcló en analógico, que siempre mola. Estuvimos en la misma onda de manera instantánea. Él entendió que la mezcla tenía que tener cierto misterio. Fue juguetón, pero a la vez dejó respirar las canciones”.

Esta evolución también puede verse en el estilo vocal de la artista, que ha ganado matices. “Es evidente que ha cambiado, y es muy divertido ser consciente de ese cambio. Al principio estaba aprendiendo sobre todo de cantantes de folk, y muchas veces sin amplificación. Siempre estaba tratando de proyectar la voz para que me oyera el grupo, y también porque cuando empiezas quieres que te presten atención. Con este disco, como lo hice en mi propio mundo, he podido explorar las dinámicas, cosa que antes no me permitía”.

“Una vez asimilas tus influencias es cuando empiezas a crear tus propias cosas”

La cantante siempre se ha mostrado orgullosa de sus raíces polacas, y en este disco hay un emotivo guiño con “Disco Polo”, que le ha permitido reconectar con su padre. “Es un género que odiaba de pequeña -confiesa-. El “disco polaco” es una música que allí todo el mundo dice odiar, pero luego vas a una boda y la están cantando a las tres de la mañana. Es casi como el reguetón de ahora, música de fiesta. Era la favorita de mi padre, a mi madre le gustaba más la música clásica, Chopin y el rock clásico. Sobre todo al final de su vida, mi padre tenía muchos fantasmas porque no fue capaz de conseguir lo que quería a nivel financiero, se echó esa presión encima”.

La artista destaca también la huella de Leonard Cohen, icono canadiense, en esta nueva colección. “Mucha gente detesta su etapa de los noventa, y a mí me encanta por razones personales. Estaba en el instituto y una amiga lo ponía siempre en el coche cuando se sacó el carnet y dábamos vueltas. Le dediqué a esta amiga “Tall Tall Shadow” cuando murió. Siempre he estado muy conectada con él de un modo raro, porque hasta mi madre lo ponía en Navidad. A mi edad él estaba empezando y sé que estuvo toda su vida atormentándose por sus letras”.

Basia continúa hablando apasionadamente de la etapa tardía de otra canadiense ilustre, Joni Mitchell, y por supuesto de la influencia de otra mujer mayúscula, Marianne Faithfull. La noticia de su muerte también la ha conmocionado. “Son artistas que tuvieron tiempo de evolucionar y de ser profundas. Quizá se hable menos de sus etapas postreras por la propia naturaleza de este negocio, pero tengo curiosidad por ver si llego ahí. Una vez asimilas tus influencias es cuando empiezas a crear tus propias cosas”.

La compositora confía en poder venir a España más pronto que tarde acompañada por su banda, algo que hasta el momento no ha podido permitirse. Se le iluminan los ojos cuando habla de las tapas, otro aliciente poderoso para venir por aquí. “Puedes tomarte una pimientos de padrón (en español) en otros países, pero no es lo mismo que hacerlo en su lugar de origen, aquí”. Lo dicho, encantadora.

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