“En casa me llaman ‘Chato’, mira, por esta naricilla”. Auténtica, diversa y completa, así es la carta de presentación del artista arandino que inaugura una nueva era: “La más seria, la de ‘Ahora sí que vamos con todo’”. Y lo ha hecho, en el sentido figurado, y también el literal: funk, trap, pop, folk, baladas… “Chato” engloba todo y, a la vez, tiene una personalidad característica que se mantiene desde “El efímero arte de perdonar” hasta “A tus pies”.
“Cuando vine a Madrid, busqué otras maneras de hacer música, en bases más electrónicas y urbanas”.
Viviendo dentro de una obra de desdoblamiento constante, donde interpreta tanto a Gabriel Barriuso (el ingeniero) y a Barry B (el artista), reconoce que uno pesa más que el otro. “Cada vez más el personaje está siendo Gabriel, porque tengo que ejercer de él”. Pero matiza: “Llamémoslo Gabriel 2, porque a Gabriel también le cuesta someterse a las órdenes”. Sin embargo, ambos vienen del mismo núcleo. Un núcleo que siempre ha escuchado rock o country, a Eric Clapton o a The Killers, y que forma parte de la esencia de ambos personajes. “Monté un grupo de música de punk rock”, recuerda. “Las guitarras y el rock siempre han estado”, pero su forma de integrarlas en las canciones ha ido cambiando a lo largo de su carrera. “Cuando vine a Madrid, busqué otras maneras de hacer música, en bases más electrónicas y urbanas”. Ahora, Barry ha vuelto al universo de la banda, no forma parte de un grupo, pero ha retomado ese sonido característico. “Todo fluye más a banda”. A pesar de su exitosa carrera en solitario, el joven arandino admite que “la banda es lo mejor del mundo”. Aun sin serlo del todo, podría decirse que tiene una: rusowsky, Ralphie Choo, DRUMMIE o Sam Gold son nombres que aparecen a menudo en sus canciones. “Son familia, no les tengo que aguantar tanto ni dar órdenes”, bromea. Son amigos, hermanos, y su colaboración siempre da lugar a temas frescos, y duros. “Tenemos muy buenas referencias y el hambre por dar un toque diferenciador”. Así define la fórmula secreta de esta familia. “Salen cosas que pueden parecer muy distintas, pero es darle una vuelta de tuerca a algo que ya está inventado”. Barry, sin embargo, no busca ser el más diferente. “A mí me encantaría hacer algo como lo que hace Bruce Springsteen”. Instrumentos y letras que calan. Y, justamente, eso busca Barry. “Me gustaría ayudar a mis oyentes con las letras”. Pretende emocionar, y pretende integrar. “Que tengan una perspectiva de la música más de familia [...] Cuando veo movidas de Elvis, la peña se siente parte de algo”.
Curiosamente, su letra favorita de “Chato” no la canta él, sino el vocalista de Carolina Durante: “Yo pensaba que me había tocado Dios, pensaba que era inmortal hasta el día en que te conocí". Como una especie de experiencia universal, Diego canta “una cosa que nos ha pasado a todos”, remarca. “Esa frase significa mucho para mí”. Y es que, además, la otra única colaboración del álbum, “El lago de mi pena”, es con Gara Durán, su actual pareja y compañera de vocación. “Es súper bonito porque ella me enseña unas cosas, yo le enseño otras y salen movidas súper únicas”.
Barry adelantó su álbum con la canción que abre el disco, las dos colaboraciones y “Corazón vaquero”. No por un motivo en particular, o quizás sí. “’Yo pensaba que me había tocado Dios’, por ejemplo, es un trallón y eso lo tenía que escuchar la peña”. Como quien enseña la foto de un sobrino guapo en el móvil, quisieron compartirla con la gente. “Se notaba la energía, salió algo súper bonito del corazón”. En ese mismo espíritu, “Corazón vaquero” rompió todos los esquemas, incluso los del propio Barry que jamás imaginó “que haría un tema así, pero me junté con cuatro titanes y salió algo que no va en la línea del disco”. Y eso es justo lo que quería: dar a luz a un proyecto que aúna personas y sonidos heterogéneos. “Y lo hemos conseguido. No es urbano, sino que tiene más influencias”. Huyendo de un único género y abrazando muchos, “Chato” representa sobre todo un momento concreto. “Cuando has hecho botellón, pero no te apetece salir, entonces te vas al local de un colega, ponéis Spotify aleatoriamente y, de repente, salta mi disco, y piensas que está bien hecho y hasta me sorprende que sea mío”
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