Llueve copiosamente en Madrid y, entre la tormenta, el gris del cielo y las escuchas de “Hate”, me siento un poco sobrecogido ante esta entrevista. Sé que no debo esperar que la tristeza llevada al límite en el nuevo disco de The Delgados, vaya a esfumarse en una hora de conversación, por eso me acerco provisto de coraza y de interés genuino. Me preocupa sinceramente qué pasa por la cabeza de unas personas que transmiten más sufrimiento del conveniente. Siento, por esta vez, descuidar elementos que no sean puramente emocionales, pero debo enfrentarme a un disco delicado y colmado de turbación. Sobre todo no quiero olvidarme de cómo en este caso el desequilibrio personal se relaciona con el arte de forma apasionante. Emma Pollock (compositora y voz de la mitad de las canciones, digamos las más delicadas; la otra mitad corresponden a Alun Woodward, digamos las más tensas), se muestra entre taciturna e interesada, habla pausada y desde su primera contestación tengo claro por donde irán mis preguntas.
“En la vida nos es tan sencillo (…) hay un montón de matices y sentimientos implicados” |
Dirección: al epicentro del conflicto emocional, donde los segundos duelen y donde las canciones surgen como compensación de los estados de ánimo. Donde cualquier ser medianamente sensible debería ajustar, con inquietud, esta decena de canciones y de declaraciones como las que siguen: “Tuve un niño y una depresión post-parto, estuve un tiempo en el que no veía la vida nada segura, me encontraba muy lejos de todo. Sólo me apetecía dormir, en realidad era lo que me salvaba del mundo exterior. En el periodo de la depresión no pude escribir ni componer, en cambio hay una conexión con aquella época en la letra de ´The Light Before We Land´, escrita en el periodo de embarazo; pienso que ahí empezó a manifestarse esa depresión, sentía que la vida era aburrida y monótona, perdí esa esperanza que cuando eres joven te mueve a confiar en las cosas buenas que pueden pasarte. Cuando fui consciente traté de aferrarme con fuerzas a ese sentimiento de esperanza como si fuera la última cosa”. Asegura estar recuperada y haber canalizado en “Hate” sus emociones gracias a esa esperanza, con la idea de hablar del odio como una forma de separarse del cliché del amor como tema central en la música. Prueba fehaciente es la única broma del disco, una canción titulada “All You Need Is Hate”. “El disco no pretende en general transmitir un concepto de odio. Lo que en realidad hemos intentado agrupar son las letras, teniendo en cuenta que hemos manejado una dicotomía entre la música positiva rica en ambientes y letras un poco amargas. Nos hemos dado cuenta de que en la vida no es tan sencillo limitar las cosas entre tristes y felices, hay un montón de matices y sentimientos implicados”. Se encargan de manipular esa cantidad de sensaciones, con unos generosos y brillantes arreglos orquestales y atmósferas entre lo cristalino y constantes más mates. “Trabajamos por contraste, ´Child Killers´ por ejemplo, tiene una melodía como de una nana y la letra es muy dura. Ese contraste funciona, te hace pensar, no es buscar la ambigüedad, es provocar la reacción por medio del contraste, tal vez seamos un poco perversos. El odio y el resto de sentimientos implicados en este disco están relacionados en diferentes niveles, por un lado están los que me implican a mí y por otro los que implican a Alun, que escribe sobre cosas un poco más complejas, por ejemplo ´The Drowning Years´ va de alguien que no encuentra cosas que merezcan la pena, ni encuentra un sentido a seguir viviendo y se va a suicidar y ´Child Killers´ trata sobre unos niños que crecen sin el amor de sus padres y esto deriva en personas difíciles con tendencia a la destrucción y la autodestrucción”. Viñetas que cortan la respiración y que parecen estar inspiradas en la pérdida de valores y raíces personales, en una sociedad rendida al capitalismo, con tendencia a la avaricia y al egoísmo. Una crítica que ya se divisaba en “The Great Eastern”, una bella colección de canciones que tal vez no alcanzó el ambiente en conjunto que se descubre en “Hate”, con el que culminan una evolución desde la pura rabia de “Peloton” (Chemikal Underground, 98), que nos presentó a un grupo con una particular visión del concepto rítmico, hasta los coqueteos con la particular pirotecnia emocional del alquimista Fridmann. “Es cierto que en el 94 escuchábamos a Pavement o Sebadoh como todas las bandas de Glasgow, pero poco después me di cuenta de que cuanto más rápida vayas en un tema menos poderoso lo haces. Nosotros buscamos lo contrario, hacer canciones intensas, como el espíritu de la música clásica, el transmitir gran variedad de sentimientos y emociones, eso es lo que hemos intentado hacer cada disco. Queremos que nuestros discos sean esenciales y no sólo entretenidos. En este momento Dave Fridmann es importante para nosotros, por su visión externa y objetiva, eso es lo que para nosotros resulta necesario, aunque parezca que el sonido Fridmann es muy característico es justo la persona que necesitamos”. Ese sonido parece envolverlo todo como en los últimos discos de The Flaming Lips y Mercury Rev, pero a medida que inviertes en escuchas, las canciones, de difícil absorción, explotan por sí solas, exquisitas y esenciales. Un disco para disfrutar, mejor sin coraza.
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