ARTESANOS DE LA CANCIÓN
EntrevistasThe Goo Goo Dolls

ARTESANOS DE LA CANCIÓN

David Saavedra — 11-06-2002
Fotografía — Archivo

Resistentes de la primera generación posterior al nuevo rock americano, GOO GOO DOLLS ya han visto demasiadas cosas. Por eso siempre es celebrable que en séptimo álbum “Gutterflower” (Warner, 02) mantengan la inocencia y el pulso melódico. Piloto automático: no sorpresas, no fraude.

John Rzeznik, voz, guitarra y letrista, reconoce que no hubo ningún replanteamiento en la banda tras su anterior lanzamiento, el recopilatorio “Ego, Opinion, Art & Comerse” (Third Rail/Edel, 01) y que el principal reclamo del nuevo disco es que “hemos hecho grandes canciones y nadie esperaba que siguiéramos haciéndolas después de quince años”. Aunque algo sí ha cambiado: “Lo hemos grabado de un modo muy diferente a como hicimos el anterior. Hemos escuchado un montón de discos antiguos y queríamos capturar algo que no resultase realmente desfasado. Ahora escucho muchos discos que me atraen, pero de los que en diez años la gente pensará ´¡oh, Dios mío, suena a 2002!´”. O sea, la persecución de la atemporalidad a través del clasicismo.

“La industria funciona en plan, a los Strokes les está yendo realmente bien, vamos a buscar a cinco grupos parecidos”

“Hay muchos discos clásicos que aún aguantan, no sólo por el sonido sino por cómo están trabajados, de modo más artesanal. Me gustan las canciones y yo soy un ´songwriter´. Quiero que haya algo detrás que tenga un poquito de valor”. Admirador acérrimo de los Replacements de Paul Westerberg (“mi estrella de rock favorita y la mayor influencia que ha habido nunca sobre mi música”), Rzeznik conserva ese espíritu fordiano y un tanto romántico con el que pretende reivindicar una forma de crear música que está sometida constantemente al peligro de lo crepuscular: “Cuando escribo una canción no pienso en si va a entrar en listas o no. Todavía hay algo especial cuando compones, ese ser capaz de hacer hablar a tu mente. Intento no pensar en lo que va a suceder, no veo la música como un juego”. Otro ejemplo podría ser su actitud ante el directo: “Me gusta hablar, invitar a la gente, hacerles saber que ellos hacen el show igual que yo. En Estados Unidos los conciertos son muy caros y por eso intentamos mantener los precios bajos. Como los locales no son muy grandes no hacemos mucho dinero pero nos lo pasamos mejor”. En un álbum de contenidos eminentemente sentimentales, muy asociados al discurso sobre la honestidad esgrimido por la banda, hay un pequeño espacio para criticar ciertas estrategias industriales, como en el tema “What A Scene”: “Hay muchas cosas en la cultura actual que no me gustan, especialmente en América. Las bandas tienden a compartimentarse en espacios que sólo les permiten expresarse de una manera específica, y eso limita demasiado. A mí me gusta poder escribir una canción sobre una roca o un árbol o sobre mi madre si es lo que me apetece, pero ellos intentan comportarse de una manera concreta y segregar al público. Es algo muy cerrado”. Que cada uno adivine por sí mismo por dónde van los tiros, pero que no piense en los nuevos hypes rockeros. “Me gustan mucho bandas como The Strokes o White Stripes, y creo que la gente realmente desea que se les permita evolucionar en público, pero la industria de la música es muy extraña. A los grupos no se les deja revelar influencias del pasado y luego firman a bandas en plan ´¡oh, a los Strokes les está yendo realmente bien, vamos a buscar a cinco grupos parecidos!´ Desafortunadamente, tiene más que ver con el dinero que con la música”. Una tendencia que, además, ha llevado a que las emisoras universitarias hayan perdido la notoriedad de antaño: “Cuando era adolescente podía escuchar a bandas como R.E.M., The Cure o Depeche Mode, a las que se les permitió crecer hasta obtener un importante éxito comercial, pero ahora ya no veo opción de eso, lo cual es una actitud de mierda”. No lo duden. Rzeznik está legitimado para decir esas cosas, ha convivido con diferentes quintas rockeras, bandas que llegaron a llenar estadios, flores de un día y nombres que se han quedado en el camino. “Creo que mucha gente hizo que sus egos la alejaran de hacer buena música, y ahora todo esto se ha vuelto una manifestación de moda. Por otro lado, ahora la atención se ha multiplicado, hay millones de páginas web... las opciones para salir adelante son mayores”. Quizás la propia moda fuera la que llevó al éxito comercial a Goo Goo Dolls, que, con sus álbumes millonarios “Super Car Wash” (93) y “A Boy Named Goo” (95), parecían haberse beneficiado del boom del rock alternativo de la época. Él, por supuesto, no lo ve así: “Siempre he intentado huir de la música con la que me comparaban. Yo trabajo realmente mucho, así que me importa una mierda encajar o no en un grupo o estilo. Yo hago lo que quiero”. Cliché tras cliché, se han construido su carrera y han sobrevivido más o menos dignamente, así que vamos a terminar compartiendo sus deseos promocionales: “Estoy muy orgulloso de este disco y quiero hacérselo saber a todo el mundo”. Pues ya está dicho.

Un comentario
  1. Thanks for the inhgist. It brings light into the dark!

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