ARTESANO DE LA MUSICA

Muchos, al leer el apellido de Jabier Muguruza, habrán pensado en los proyectos pasados de sus dos hermanos menores: Fermín e Iñigo (Kortatu, Negu Gorriak, Fermín Eta Dut, etc.), pasando por alto la actividad del protagonista de hoy, no menos prolífica, aunque más discreta de cara a los medios de comunicación digamos que más rockeros. Jabier comenzó tocando el acordeón, y dándole a las teclas colaboró con Kortatu, con varios cantautores vascos e incluso formó un grupo llamado Les Mecaniciens, orientado a hacer música para niños. Por otro lado, este músico de Irún (Gipuzkoa), que aprendió euskera a los veinte años, se fue abriendo paso en el mundo de la literatura infantil y acercándose al círculo del escritor Bernardo Atxaga. Hoy en día Jabier, con muchas horas de vuelo a sus espaldas, reparte su tiempo entre Joxe Ripiau, el grupo vasco más tropical y en el que también participa su hermano Iñigo, y sus discos en solitario. «Fiordoan» («En El Fiordo») es el título de la última entrega de su faceta más íntima y personal. La primera cuestión que abordamos a al hora de hablar de «Fiordoan», es la manera en que surgió y se ideó este trabajo. «Lo que realmente define este trabajo es la continuidad. En esta vida no es fácil tener claro lo que se quiere hacer, en lo profesional yo he encontrado una pauta con la que me siento a gusto, y que con algunos cambios (ahora hay más piano que guitarra) sigo desde mi primer disco en solitario. Es posible que pueda sonar mal lo de hacer un disco continuista, pero en contraposición a épocas de más búsqueda y experimentación». ¿Y dónde buscas la inspiración para hacer tus discos? «Pues fundamentalmente a través de la literatura. Yo soy lector, que es una cosa que recomiendo... Cuando musico textos de Bernardo Atxaga, de Iñaki Irazu, de Iñaxio Mugika Iraola en otros discos, y después los canto los siento como míos. Los puedo cantar sin mentir al público». Cambiando de tema, me dedico a sondear la definición que de sí mismo y de su obra hace Jabier. «Se podría decir que soy autor. De alguna manera yo me reivindico como un artesano de la música. En contraposición a aquellos que innovan, yo me centro en mis canciones y las trabajo de manera muy meticulosa hasta que estoy contento con el resultado final». ¿Pero además de trabajo un autor tiene que tener una parte de creación, de inspiración, de espontaneidad, no? «Es posible. Desde luego la inspiración existe, pero frente a una postura romántica que da a la inspiración un papel preponderante y que está muy de moda, incluso entre la gente que es más progresista, yo defiendo la virtud del trabajo». Ahora queda hablar de tus discos. Por un lado, tranquilos, lentos, en los que cantas bajito, orquestados con piano, clarinete y acordeón, y que tienen cierta melancolía. Alguien podría decir que son frío. Y por otro los textos son delicados, cercanos. ¿A lo mejor es su vertiente más cálida? «Yo diría que se trata de discos cálidos... Sí, sin duda, aunque definir un compacto es muy difícil, y quizás me gusta más pensar que un disco de Jabier Muguruza es un disco verdadero». Otra de las cosas que he observado de tu trayectoria de estos últimos años es tu vínculo con lo catalán y con Catalunya. «Desde hace tiempo sigo lo que se hace allí, y en estos últimos tiempos hay una relación más directa dado que mi trabajo está teniendo también bastante aceptación. Ese contacto se vio o en «Aise», en el que había un pedacito de una canción de Lluis Llach, y en este disco participa Lidia Pujol, con la que hice un tema para el homenaje Jackson Browne, que canta en otros dos temas en catalán». Completamente satisfecho por la entrevista y por la cercanía y calidez de Jabier, únicamente queda volver a recomendar su «Fiordoan», un trabajo, editado por el siempre innovador sello Esan Ozenki, que podría haber servido como banda sonora de cualquier película de Giussepe Tornatore.