Charlar con Anaïs Vila es hacerlo con una cantautora que ve las cosas desde un prisma distinto al que suele ser habitual. Un punto de vista diverso, tan revelador como interesante. Y es que su mirada posee tres aristas muy diferentes, que conviven a la vez en eso que todos conocemos como Industria. Por un lado, Anaïs aporta la sabiduría de la profesora que da clases de canto y songwriting y tiene contacto directo con el entusiasmo de la juventud que empieza en este negocio. Por otro, puede aportar la visión de alguien que anda inmersa como instrumentista en grandes giras de un artista tan popular y masivo como Joan Dausà. Y por último, tiene la visión de una cantautora que, con una década de carrera y cuatro discos en su haber, no ha logrado todavía obtener el reconocimiento que, al menos desde este medio, pensamos que se merece. Y máxime cuando ha editado un último trabajo titulado “Ara sempre” (Temps récords, 24), que tiene el intenso aroma de las cosas que resultan profundas por el mero hecho de ser sencillas. Un disco que ella misma califica de súper honesto y en el que sentía la necesidad de que todo estuviera tocado tal cual: sin filtros ni añadidos. Una pureza que comparte con referencias como Adrianne Lenker de Big Thief o Aldous Harding, que le han acompañado durante estos últimos meses. Además, y esto es algo inédito en su trayectoria, por primera vez están destacándose en las diversas plataformas de streaming, las escuchas de tres singles suyos: “Loop”, “Desert” (junto al Mishima David Caraben) y -mi preferido- “Un vici”. Y eso que ella siempre ha creído, y sigue creyendo, en el álbum como un todo.
“El único consejo que les doy a mis alumnos es que disfruten del camino"
A estas alturas de la jugada ya te habrás dado cuenta de que Anaïs Vila no es fácil de enclavar en el panorama indie-folk catalán. Es cierto que cuando editó “Contradiccions” (Temps récords, 20), su tercer álbum, los listillos de la clase se apresuraron en etiquetarla dentro del ‘pop metafísic’, como si eso tuviera en sí mismo algún significado. En el fondo no dejaba de ser una tontería, como otra cualquiera, que solo habría tenido sentido si le hubiera garantizado una atención mayor de la que obtuvo. Pero ni con esas. Y me temo que así seguimos y seguiremos porque, como ella misma afirma con cierta sorna, “al final resulta que, sin quererlo, soy más underground que nadie, porque no acabo de encajar en ningún lado”. Pues no deja de ser una lástima porque, si al leer este artículo cualquiera de vosotros tuviera la noble ocurrencia de acercarse a las canciones de “Ara sempre”, se asomarían a un álbum de una intimidad y belleza poética abrumadora, que se mueve entre lo críptico y lo directo, con unas letras que hablan de nuestra relación con nuestro entorno (“Desert” “L’altra cara”), pero también de la importancia de cuidarse y de nuestra salud mental (“Autoconfinament”, “Com una flor”) o de esas relaciones vitales eternas (“Cendres”, “Un Vici”). Tan solo le ha faltado meterse en el militante mundo de la conciencia social y política: “No me he planteado hacer nunca canción protesta, porque en el fondo soy la primera a la que no le gusta decirle a la gente cómo tienen que pensar… Pero sí que es un aspecto que me preocupa y mucho, aunque no me ha salido o no ha pasado mi propio filtro para considerarlo lo suficientemente bueno como para hacerlo… Y es cierto que hay poca gente que profundice en el discurso político. Hay mucha música que le pone mucho énfasis a la estética y muy poco al elemento discursivo, que es muy importante y aún mas en la música de autor. De hecho hay mucha música a la que estamos etiquetando como de autor y en el fondo tiene un discurso muy vacío. Por eso creo que se ha de profundizar mucho más en el discurso, escojas el tema que escojas”.
A todo lo escrito hasta ahora cabe añadir la importancia para cualquier autor que se precie por encontrar una voz propia. El sello distintivo que te diferencie del resto. Algo que Anaïs procura inculcar a sus alumnos desde su modesto púlpito como profesora de composición. “El único consejo que les doy a mis alumnos es que disfruten del camino. Porque, si yo sigo tocando, a pesar de todas las dificultades y de los pocos espacios que hay para tocar, es porque los músicos disfrutamos desde el minuto uno del echo de coger nuestro instrumento y empezar a crear. Disfrutamos de todo el proceso. Porque, si solo me lo mirara todo como un producto basado en resultados económicos, ya hubiera tenido que plegar… Pero no ese eso. Lo hago porque para mí es muy gratificante”. Por cierto, no deja de ser curioso que de nuestras escuelas de música salgan tan buenos instrumentistas, pero tan pocos creadores. Y es que hasta hace muy poco, no se había apuesto el foco en el noble arte de hacer canciones. De hecho la propia Anaïs me cuenta que ella tuvo que irse un año a la prestigiosa escuela LIPA de Liverpool, porque aquí no existía la posibilidad de trabajar en ese campo. “Doy clase de voz y songwriting y lo disfruto mucho, porque es algo que no existía aquí. Yo me tuve que ir fuera para aprender y es extraño que en las escuelas de música tan prestigiosas que tenemos, salgan unos músicos estupendos, pero luego salgan tan pocos creadores. Y creo que es porque no se está incentivando la creatividad. Y cuando uno se centra en estudiar tanto sobre cosas que ya están hechas, después le cuesta mucho crear cosas propias. Por eso es más posible que le resulte mucho más fácil a otra persona en un garage o en su casa, sin tanta formación y sin ningún prejuicio, sacar su propias composiciones”. Anaïs sabe muy bien de lo que habla y es una lástima que su voz no tenga una mayor difusión tanto en medios como en festivales o ciclos. Su singular y bello trabajo para mí lo merece.
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