Amputando clichés
EntrevistasThe Mars Volta

Amputando clichés

David Sabaté — 14-09-2006
Fotografía — Archivo

Los creadores de “Frances The Mute” siguen agitando su coctelera para servirnos otro extravagante y variopinto combinado no apto para estómagos acomodaticios. Rock progresivo, psicodelia, post-hardcore y salsa vuelven a confluir en “Amputechture” (Universal) , su trabajo más pausado y convencional hasta la fecha.

Podríamos seguir describiendo su música como una mezcla entre King Crimson y Fugazi; o entre Radiohead y Santana; o entre Led Zeppelin y su propia banda madre At The Drive-In. Podríamos juntar todos los ingredientes que han hecho grandes a esos grupos y no lograríamos dar con el sonido de The Mars Volta. Sus canciones siguen engullendo influencias más allá del rock progresivo y el hardcore más sesudo –y cada vez menos presente-: desde el free jazz a la salsa, pasando por la guajira, la psicodelia y la experimentación más irracional. Su anterior “Frances The Mute”, atrevida carga de profundidad contra los cimientos de la música rock actual, dividió a aquellos –y fueron muchos- que en su día vieron en su debut “De-Loused In The Comatorium” una digna actualización, musicalmente interesante e innovadora, del añejo rock progresivo cultivado por algunas de las bandas anteriormente citadas.

"No es que quisiéramos hacer un disco de pop, pero fue la forma más fácil de describirlo"

La prensa especializada de medio mundo –desde Spin o Mojo hasta Rolling Stone, pasando por Uncut, Q Magazine o The Wire, por citar tan sólo algunas publicaciones de mayor o menor prestigio- volvió a volcarse con ellos, aunque sus detractores también aumentaron, cebándose con la banda y acusando a sus miembros de onanistas pretenciosos y autocomplacientes, cuando no directamente de fraude. Cierto es que los numerosos intervalos de ruidos y efectos –alguno de hasta cuatro minutos- que se desplegaban a lo largo y ancho de aquél disco podrían dar argumentos críticos a los más comprensivos; aunque no menos cierto es que sus álbumes deben contemplarse, de entrada, en su conjunto, desde la distancia, para luego poder zambullirse en ellos y dejarse llevar, con las sucesivas escuchas, por la espiral sonora y la propia lógica interna de sus composiciones. “Amputechture” no es una excepción. El nuevo trabajo de Cedric Bixler (vocalista) y Omar Rodríguez (guitarra y principal compositor) sigue sin apenas variaciones en el camino trazado por sus dos anteriores entregas –por repetir, repite hasta John Frusciante, de Red Hot Chili Peppers, como invitado de lujo-. Sin embargo, encontramos en él las suficientes novedades como para mantener nuestro interés. Para empezar –y tras constatar que se trata de su primer álbum no conceptual-, podemos hablar de una mayor concreción en algunos cortes (“Vermicide”) y de un tono general más moderado, accesible y alejado de los tratados epilépticos y desordenados –que también los hay- de su pasado reciente.

"Las drogas las dejé hará unos cuatro años. Es algo que pertenece a mi pasado"

“Nunca lo había pensado así, pero ahora que lo dices… es difícil para alguien que está metido de lleno en el proceso verlo desde fuera, con perspectiva y de una manera objetiva. De algún modo es como una mezcla de los dos primeros discos, aunque me cuesta mucho valorarlo, estoy tan cerca… es como mi bebé, para mí es perfecto pero al final también acabas un poco cansado y lo tiras para fuera. Es como decir, ´vale, ya tienes dieciocho años, márchate de casa´”. El padre de la criatura no es otro que Omar Rodríguez, que responde a mis preguntas vía telefónica y en un simpático castellano de acento caribeño. Él mismo provocó un arqueo de cejas generalizado al anunciar hace unos meses que su nuevo disco iba a ser más ´pop´. “No es exactamente que quisiéramos hacer un disco de pop, pero fue la forma más fácil de describirlo”, se justifica Omar. “Las canciones de ´Amputechture´ se escribieron entre ´De-Loused´ y ´Frances´, y cuando llegó el momento de centrarme y de volver a enfrentarme a ellas mis ideas habían cambiado. Lo único que ha habido de intencionado es que las canciones debían sonar distintas, porque siempre me gusta cambiar. No queríamos hacer el mismo disco otra vez. Pensamos en mantener la energía y la experimentación de ´Frances´ pero haciendo algo nuevo, sin copiarnos a nosotros mismos. También hay algunas canciones más cortas y tranquilas; no quiero ser simplemente ´Mars Volta, ese grupo que tiene las canciones bien largas´, y tampoco quiero que digan ´ah, ese grupo de pop´. Prefiero jugar con todo, porque mi vida siempre ha sido una mezcla de todo”. Esa mezcla, como apuntaba al principio, incluye rock y hardcore –“es con lo que me crié”-, así como elementos de la guajira, el guagancó cubano y la salsa –“la música latinoamericana también ha sido muy importante en mi vida. En el disco anterior ésta era una influencia bien clara y directa, y ahora aparece más difuminada”. De hecho, su mayor inspiración como músico no le viene ni de Hendrix ni de Santana, como podría suponerse, sino del pianista de salsa Larry Harlow. “Es un músico judío de Nueva York que tocaba mucho en Puerto Rico. Fue lo que más escuché de chico. Después traté de tocar el teclado, pero el teclado no me quería, así que empecé a tocar la guitarra tratando de sonar como Harlow pero en eléctrico” (risas). Me interesa aprender de otras culturas. Últimamente he estado escuchando música árabe y del Vietnam”. Otra suposición precipitada es la del uso de drogas como fuente de inspiración del grupo. “Las dejé hará unos cuatro años. Es algo que pertenece a mi pasado. En At The Drive-In estuvieron muy presentes, pero ya no quiero saber nada más de ellas”. A pesar de las críticas comprensibles de quienes se resisten a entrar en su juego y en el de muchas otras bandas, parece que algo está cambiando en el mundo del rock. El resurgir y la aceptación de nombres como Tool, The Flaming Lips, My Morning Jacket u Opeth, así como la fulgurante trayectoria de Mastodon o de los propios The Mars Volta, por citar tan sólo algunos ejemplos que van desde el pop-rock al metal más extremo, parecen estar reescribiendo las normas y el gusto del público respecto a lo que se supone debe ser un disco de rock moderno e inquieto, despojando ese arquetipo (esa convención) de directrices, corsés y del también valioso principio –excepto cuando deviene imposición- del ‘menos es más’. Tratamos junto a Omar de describir su propia música, por momentos visceral, compleja y paranoide (“Tetragrammaton”), por momentos introspectiva y espiritual (“A Vicarious Atonement”, “El ciervo vulnerado”), pero de nuevo se impone la lógica de lo inteorizable, el impulso de aquello que requiere de la propia experiencia –de los sentidos, como en casi toda obra de arte entendida como expresión plástica y sensorial- para ser abarcado y, en el mejor de los casos, comprendido. Porque uno de los mayores cometidos de la creación artística –ahí están los cuadros y los collages de Pollock, Rosenquist y Picasso, la fotografía de Bellmer y Man Ray o el cine de Lynch, Herzog y Haneke para recordárnoslo- es plantear preguntas, no responderlas, así como sugerir y transmitir emociones. La única condición, sobradamente contrastada en el caso del dúo de Texas, es que haya un receptor. “El resultado final del disco se parece bastante a la idea previa que teníamos en la cabeza, aunque, como en toda creación, ha habido una parte decisiva de instinto. Cualquier obra de arte que se precie acaba adquiriendo vida propia”. Es el caso del poema acústico “Asilos Magdalena”, cuyo oscuro lirismo y letra íntegramente en castellano devienen otra de las novedades –y de las sorpresas- del disco. Romántica, intensa y, cómo no, impregnada del
extraño sello de la banda. “Es una historia inventada por Cedric de principio a fin. Posee una letra totalmente abstracta. Siempre ha sido muy importante para nosotros cantar en nuestra lengua y experimentar con ella mezclándola con el inglés. Lo habíamos probado un poco anteriormente, y es probable que en nuestro cuarto disco, que ya hemos terminado de escribir, haya aún más partes en castellano”. Incontinencia creativa, lo llaman. Que no cese.

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