“Amamos a los malditos"

Imaginamos a los miembros de Salvaje Montoya entrando sin llamar en una fiesta a la que no han sido invitados, dejándolo todo manga por hombro y marchándose entre risas. Es la imagen que ofrecen pero también a lo que suenan.

Gritos cavernosos, guitarrones descacharrantes, buen twang reverberado y baterías mortíferas. Alaridos, tambores y danza. Se les suele confundir con miembros de Manos de Topo, Moon Men o Pt Bizarro, pero Salvaje Montoya tienen una vida interior propia que han plasmado perfectamente en su primer trabajo. “Lo único que se nos pasa por la cabeza ahora mismo es hacer mucho ruido con este disco y para ello estamos decididos a pasearlo por todos los antros posibles. El cuerpo nos pide reventar las canciones hasta que nos sangren las yemas de los dedos”.

Son deudores del garage más tradicional, pervertido a base de surf, polvorientos ecos western y mucho descaro. El resultado es un auténtico homenaje a lo exótico, lo oculto y lo extraño, a la baja moral y las relaciones tormentosas. “Amamos a los malditos y a los desdichados. La mujer fatal es nuestro único ideal de mujer. Nos gusta la noche y los personajes acabados que fueron grandes antes de que la nueva Barcelona los desechara. Todo ello queda patente en canciones como ‘Lady Piñata’ o ‘Barcelona Adicción’”.

Esta convergencia de mala vida y poco futuro con ritmos grasientos y corazones rotos hacen que su disco debut y sus apabullantes directos les coloquen en el punto de mira de la música underground barcelonesa. “El rock and roll no es física cuántica, y un buen recital debe cumplir con la máxima de alejarte de cualquier convencionalismo o instinto de preservación. Bailar como si no existiese el mañana es la nueva religión”.