“Tenemos modos de hacer y de pensar la música parecidos”
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“Tenemos modos de hacer y de pensar la música parecidos”

Kepa Arbizu — 17-09-2020
Fotografía — David Herranz

Quien se pregunte qué puede haber en común entre un joven director argentino y los episodios sucedidos en la Euskal Herria del siglo XVII en cuanto a la persecución de mujeres bajo la -inventada- acusación de brujería, obtendrá la respuesta en Akelarre, la nueva película de Pablo Agüero que participará en la Sección Oficial del Zinemaldia de este año.

En ella, aquellos sucesos son la perfecta excusa para reflexionar sobre la eterna represión a la que ha estado, y está, sometida la libertad femenina. Pero dejando de lado las cuestiones fílmicas, nosotros nos centramos en la no menos interesante banda sonora con la que cuenta, realizada por Maite Arroitajauregi, cerebro de Mursego, y la compositora Aranzazu Calleja, habitual en las cintas de Borja Cobeaga o recientemente en El Hoyo. Con ambas hablamos sobre, por supuesto, la siempre fascinante tarea de poner sonido, e inyectar vida, a las imágenes como de otros tantos temas colindantes.

Es la primera vez que trabajáis con el argentino Pablo Agüero, ¿cómo surge dicha colaboración?
(Maite) A través de uno de los productores de Akelarre, Koldo Zuazua. Anteriormente ya había trabajado con este productor en la película de Fernando Franco, “Morir”, y vieron que había una serie de características en la música de Mursego que podían encajar en este proyecto. Entiendo que el hecho de que fuera en euskera y estuviera ambientada en el País Vasco también tuvo su influencia, ya que había una labor de investigación en la música tradicional local del siglo XVII para la definición de melodías…

¿Hasta qué punto formar parte de un equipo predominantemente vasco ha facilitado dicho trabajo?
(Maite) A nivel logístico ayuda bastante. En mi caso, el hecho de tener que trabajar de manera intensiva con las actrices -que cantan varias canciones en la película- me facilitó mucho el poder planificar las sesiones de formación con ellas. Luego el hecho de que el equipo sea de aquí, y que muchos de ellos hayan trabajado en proyectos anteriores, genera una dinámica de trabajo más engrasada. Hay una cierta inercia. Por ejemplo, yo ya había trabajado anteriormente con el técnico del estudio de grabación, conocía al cuarteto que grabó las cuerdas… El hecho de que la mayoría fueran euskaldunes también da un grado de cercanía, de “casa”.

Supongo que la relación con el director en cada película es distinta, en ese sentido, ¿cómo ha sido en esta ocasión, os ha dado muchas pautas y ha acotado mucho el objetivo musical que quería obtener u os ha dejado libertad? ¿Cómo preferís trabajar, en general, con todo muy indicado por el director o más a vuestro aire?
(Maite) Ha sido todo bastante pautado y controlado por el director. En mi caso, que no tengo una experiencia tan dilatada en el cine, es el proyecto donde más supervisión he tenido. Por mi forma de ser y entender la música, a mi me gusta trabajar con un grado mayor de libertad para poder explorar, buscar los límites y, en definitiva, intentar aportar una visión propia. Seguramente es algo que viene de serie, ya que en mi proyecto musical, Mursego, no tengo reglas ni pautas prefijadas y trabajo sin ponerme barreras. En los proyectos ajenos y más concretamente en este, ha sido más complejo. Sobre todo, teniendo en cuanta que el volumen de decisiones que había que tomar era muy grande.

También es cierto que hay veces que las indicaciones te permiten tener una guía y un carril por el que ir. Por ejemplo, cuando he tenido la suerte de trabajar con Fernando Franco, sí que hay una sintonía tal que sus indicaciones o referencias, que suelen ser muy concretas porque él es un melómano, me han incluso permitido incluso ampliar mi bagaje para aportar aún más todavía al proyecto.

¿Y te resulta muy diferente trabajar sobre ideas propias a la hora de elaborar un disco de Mursego que hacerlo sobre una historia e imágenes ajenas?
(Maite) Mira, justo ahora estoy trabajando en un documental e intentando compaginarlo con la composición de las canciones para un nuevo disco de Mursego, y estoy en una fase en que partir de una imagen, de una idea, me hace trabajar de una manera más cómoda, y sobre todo más rápido. Es como que ese arranque me da un impulso y puedo desarrollar todo de una manera más fluida. En cambio, enfrentarme a una canción desde cero me está costando mucho más, voy mucho más lenta. Suelen ser rachas también.

“Sin la visión y la manera de hacer del 50 por ciento de la sociedad nos perdemos la mitad de la realidad”

Y respecto al trabajo entre vosotras dos ¿de qué manera os habéis organizado para llegar a una idea común? ¿cómo ha sido esa relación y hasta qué punto en general dificulta, o lo contrario, el hecho de tener que llegar a acuerdos con otra mitad?
(Maite) Arranqué yo en el proyecto. La primera parte de la película consistía en componer la música diegética, ya que hay varios pasajes donde las actrices cantan en escena, así que esa primera parte el objetivo era componer esas canciones y entrenarlas con ellas para que pudieran ir al rodaje con cierta seguridad. Luego, a raíz del volumen de trabajo, se sumó Aran. Su incorporación ha sido muy enriquecedora tanto a nivel del proyecto como a nivel personal. Ella tiene más experiencia en las bandas sonoras y realmente desde el primer momento funcionamos a la perfección como equipo.

Hemos utilizado varios métodos, desde dividirnos partes ( por ejemplo yo trabajaba las voces graves con el cello, ella los violines,…) para luego ponerlas en común, hasta desarrollarlas conjuntamente para mostrárselo al director. Pero siempre ha habido una fluidez y un entendimiento en la relación muy positiva. No nos costaba nada llegar a acuerdos, en realidad no nos sentíamos como dos mitades, había mucha complicidad entre las dos y todo iba de manera natural. Dado el volumen de trabajo y decisiones que había, el hecho de que Aran y yo hayamos funcionado como equipo ha sido clave.

(Aranzazu) A mi Akelarre me ha brindado la ocasión de trabajar con Maite, de la que soy fan desde hace tiempo. Como ella dice, la fórmula ha sido muy intuitiva y natural. Tenemos modos de hacer y pensar la música parecidos y eso nos ha ayudado mucho a la hora de compartir ideas y procesos.

Maite, no sé si haber hecho en el pasado un disco como “100% Oion” te ha ayudado en esa labor de trabajar canciones con personas que no son cantantes. Profesionales...
(Maite) Sí, evidentemente hay partes comunes a los dos proyectos, al final la metodología para las sesiones de preparación era parecida: el calentamiento, los ejercicios de afinación… Es cierto que con las chicas de la película he podido trabajar de manera más intensiva y sobre todo de manera presencial, eso ha generado una relación más directa, que nos permitió enfocar las escenas de manera más concreta y pudiendo ir al detalle: qué forma y sentimiento dar a cada canción en relación a la escena, etc... También es cierto que ya en el casting uno de los parámetros que se valoraba era cómo cantaban y eso ha facilitado mucho la preparación. Ha sido muy fácil trabajar con ellas.

La banda sonora instrumental se sostiene sobre una sobria sección de cuerdas, a veces más punzante y otras más dulce, ¿siempre tuvisteis claro que ese debía ser ese el carácter de la música para la película?
(Maite) Ahí sí había una visión clara del director para contraponer dos mundos: el de las chicas, más dulce, poético, de interiores y con tesituras más agudas, versus el mundo de los jueces y la inquisición, con sonidos más graves y atmósferas más amargas.

(Aranzazu) La elección del cuarteto como elemento sobre el que se sustenta la banda sonora tenía además cierta lógica, ya que Maite es cellista y yo violinista, y las dos utilizamos nuestros instrumentos para trabajar, tanto para componer líneas melódicas como para buscar sonoridades.

“Lo más complicado de nuestra profesión es contribuir a la narración del relato sin que se note nuestra presencia"

También habéis utilizado algunos instrumentos tradicionales vascos para completar ese sonido ¿fue una decisión que tomasteis vosotras o era algo claro que tenían desde dirección?
(Aranzazu) En la fase inicial previa a la composición, Maite hizo una labor exhaustiva de búsqueda de instrumentos tradicionales autóctonos de la época, como la alboka, el ttun ttun, la txirula, la rabita, la nyckelharpa. la txalaparta, el pandero… El director necesitó escuchar el máximo de opciones antes de decidirse por la sonoridad que finalmente quedó. La nyckelharpa es uno de los instrumentos principales, que tanto a él como a nosotras nos convenció desde el inicio. Tuvimos la suerte de contar con Xabi Zeberio y su cuarteto, Alos Quartet. Xabi, además del violín, toca la nyckelharpa, y pudimos trabajar con él las posibilidades del instrumento en unas sesiones que fueron un regalo, tanto para Maite como para mi.

Aranzazu, es durante tus estudios de Bellas Artes cuando mezclas las pasiones de la imagen y de la música; se suele decir que una imagen vale más que mil palabras, ¿cuál dirías que es el poder de una buena pieza musical?
(Aranzazu) Para mi una buena música, hablando en términos de música de cine, es aquella que acompaña a la narración, que la completa y que añade nuevas lecturas, y, además de todo eso, tiene un sentido musical más allá de la imagen para la que fue creada.

Tus bandas sonoras han abordado y desarrollado muchos y diversos espacios musicales, ¿dirías que a pesar de esa diversidad hay algunos rasgos comunes en tu obra, y de haberlos cuáles serían?
(Aranzazu) Yo diría que sí. Para mi el proceso creativo define en gran medida el resultado final de una obra, sea la que sea. No soy muy académica en mi forma de trabajar, por eso tal vez en sea en el proceso de trabajo de cada obra donde encuentre esas similitudes. La manera de llegar a la idea y desarrollarla surge en lugares comunes, y siempre hay referencias y una tendencia hacia sonoridades concretas que me resultan ineludibles.

Aunque cuentas con una amplia filmografía, también eres de las pocas mujeres que se dedica, o por lo menos que tiene relevancia, en la faceta de creadora de bandas sonoras. Respecto a este hecho te leí contar una anécdota en la que decías que si en google metías el término “compositoras de bandas sonoras,” en femenino, te lo transformaba por defecto en masculino. Parece uno de esos detalles que resultan muy significativo sobre el papel de la mujer en el gremio...
(Aranzazu) Yo comencé en esta profesión muy joven, siendo aún estudiante de bellas artes. Como mis primeros trabajos tuvieron cierta visibilidad me adentré pronto en un terreno aún muy masculinizado. Recuerdo una ponencia a la que me invitaron un 8 de marzo, día de la mujer, sobre cineastas mujeres, en la que dije no haberme sentido nunca discriminada por mi condición de compositora y mujer. Una de las asistentes me hizo ver que asumía ciertos comportamientos claramente machistas como normales. Me ha costado años darme cuenta de lo importante que es la lucha para cambiar estrategias normalizadas y reconducirlas hacia un nuevo modelo de igualdad.

Esta película, por lo que hemos podido saber, contiene una temática que como mujeres vascas es fácil que sintáis empatía con ella. ¿Hasta qué punto es necesario sentir esa cercanía con el guión que os presentan para aceptar el proyecto, o sois capaces de disociar los gustos y sacar adelante el trabajo?
(Maite) Creo que casi siempre hay algo en todos los proyectos para poder agarrarte y que te sirva de motivación. Y si no lo encuentras, en tu parte como creadora está siempre viva la posibilidad de poder aportarlo. En mi caso, si en algún proyecto no veo que tengo esa motivación, siempre me fijo otros objetivos personales que me sirvan de desafío para evitar que sea algo funcionarial.

(Aranzazu) Es una cuestión delicada, porque hacer música exige cierta implicación emocional. Es difícil sentirse cien por cien representada ideológicamente, pero siempre puede haber algo que te conmueva en el proyecto. En este caso Maite y yo encontramos un plus de complicidad entre nosotras, puesto que ambas nos sentimos un poco brujas.

“Una buena banda sonora es aquella que acompaña a la narración, que la completa y que añade nuevas lecturas, y, además de todo eso, tiene un sentido musical más allá de la imagen para la que fue creada”

¿Y creéis que resulta significativo, y necesario, que una película con este trasfondo claramente feminista opte por parte de un equipo con presencia de mujeres?
(Maite) A mi personalmente las películas que más me han llegado últimamente y que tienen un trasfondo feminista, como puede ser “Retrato de una mujer en llamas” de Céline Sciamma o la filmografía de Agnes Varda, tienen una mujer detrás. Creo que transmiten ese mundo o esos valores de una manera que me llega más. Me pasa igual con los libros, con Miren Agur Meabe o “Amek ez dute” de Katixa Agirre.

(Aranzazu) Es cierto que en el equipo hay un porcentaje alto de jefas de equipo. La película cuenta con la montadora Teresa Font, la diseñadora de vestuario Nerea Torrijos, Katell Guillou como coguionista junto al propio director, nosotras en la composición…

Yo encuentro cada vez más necesaria la presencia femenina en la creación de las películas, tanto en la fase inicial (escritura de guión, preproducción) como en la fase final de postproducción (música, diseño sonoro) e incluso en la distribución. Sin la visión y la manera de hacer del 50 por ciento de la sociedad nos perdemos la mitad de la realidad.

A los actores o actrices siempre se les pregunta si les es más fácil hacer reír o llorar al espectador, en vuestro caso, ¿qué creéis que es más fácil, construir una música que haga pasar miedo, haga llorar, cree tensión..?
(Aranzazu) La dificultad de poner música a una historia no radica tanto en el género. Lo más complicado de nuestra profesión es contribuir a la narración del relato sin que se note nuestra presencia. La música es una herramienta poderosa que hay que utilizar con ingenio y prudencia.

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