Se ha convertido en el niño mimado de la electrónica británica. William Doyle se ha introducido en un mercado que no le pertenecía de una forma fácil, rápida y directa. Eso sí, para conseguirlo tuvo que enfrentarse a algunas ‘malas hierbas’ que no terminaban de creer en su estrecha y delicada relación musical. “Me encanta la música, el uso de todo tipo de elementos: orgánicos, ambientales, minimalistas. Cuidar de los detalles y no verla como un simple todo”. Mezcla de synth pop, techno y lo-fi, “Total Strife Forever” es la carta de presentación de un joven de veintidós años que descubrió su camino al abandonar las guitarras. “Ahora vivo la electrónica de verdad. Cuando era niño, mi madre ponía música clásica en casa y, en realidad, he aprendido mucho de ella. Luego empecé a tocar la guitarra, monté una banda, y he terminado en el lugar en el que estoy ahora, creando música a base de ordenadores”.
Entre sus influencias destacan personalidades como Brian Eno, Suzanne Stevens, Tim Hecker o Arvo Part. Es, además, un gran fan de Fuck Buttons, y reconoce que el dúo también ha afectado directamente al sonido del disco. Aún así, no ha querido seguir sus pasos y volcarse hacia lo instrumental. “El proceso de grabación se me hizo muy largo, fueron como unos tres años, pero al final me di cuenta de todo lo que he disfrutado. Y ahora solamente quiero cuidar de él”. Se define a si mismo como un jardinero del sonido, un arquitecto de las canciones. Protege sus “tesoros” como nadie y sabe exprimir hasta el último beat para conseguir piezas únicas. Tan complejas y preciosistas que pueden llegar a resultar un poco pesadas para el oído receptor. “No creo que haya descubierto nada nuevo, ni único. Pero sí he visto que a muchos artistas les ha resultado atractiva mi propuesta, mi forma de crear, y ahora siguen esa línea”.
Acaba de pasar por aquí para formar parte del SOS 4.8. Esto hace inevitable meditar sobre la forma de adaptar un álbum tan introspectivo, al disfrute de las grandes masas. “Construiré mi propio espacio, haré que el público viva una experiencia única. Será una sensación bastante similar a la de escuchar el disco en casa. Pero en el directo, el ruido les golpeará en toda la cara”. Si a Blake le funciona, ¿por qué no a Doyle?
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