El productor y teclista en directo de Joe Crepúsculo desde hace una década, hace también bandas sonoras para cine y televisión. Como líder de su grupo deja salir en este tercer álbum su lado más sereno, cálido y tierno en canciones retro futuristas que navegan entre el pop, la americana, el folk y el soul. Una propuesta que describe gráficamente la acogedora portada de Beatriz Lobo, aunque el músico confiesa que no fue fácil llegar a ella.
Lo del “rinoceronte albino” es un homenaje a su padrastro, que tenía el curioso hobby -algo muy estadounidense- de tunear viejos coches para luego maltratarlos en carreras donde “hay mucho contacto”. Así bautizó aquel hombre a su vehículo más especial, “el más bonito”, según recuerda Rux. El músico, tan encantador como sus canciones, lo utiliza como una metáfora ampliable a la vida.
“No consigo estar muy conectado con las modas”
“Donde yo vivía, pero también en todo el país, hacen unos circuitos para darse golpes con coches enormes de los años setenta. Mi padrastro pintaba coches, hacía trabajos de chapa, e hizo uno precioso. Pero lo iban a destrozar. En este caso creo que era un Buick. Esto se correspondía a un momento de mi vida. Por un lado quería rendirle homenaje -porque lo perdí- y por otro, pensaba que era una buena metáfora. Algo bonito que se somete a una especie de concurso en el que lo más probable es que se haga muchísimo daño”.
El tono del álbum va, sin embargo, muy a contracorriente de las estridencias y el ruido que a menudo dominan nuestra época. “La verdad es que no consigo estar muy conectado con las modas -admite-. Y comparto con el grupo con el que trabajo un gusto un poco más retro. Joshua (Taylor) y yo estábamos escuchando ese rollo pop folk de los setenta en Japón. Hay un disco muy curioso de Haruomi Hosono que se llama “Tropical Dandy”. Te pone en un espacio en el que no sabes exactamente dónde estás: es un universo pop, pero al mismo tiempo tiene una actitud un poco diferente. Yo, por muy melancólico que sea, trato de plasmar las cosas en un marco agridulce”.
Ese territorio especial (y un poco espacial), que no está ni en el pasado ni en el futuro -hay un momento puntual de voz con efecto vocoder y autotune-, es donde habitan las canciones de su LP. “A mí me gusta trabajar con sintes, y hago producciones de pop para gente joven. Hago música electrónica para Joe Crepúsculo y he hecho bandas sonoras. En cada faceta cojo cosas, y a veces puedo pensar en meter un sintetizador para hacer una mezcla curiosa. Pero trato de que no sean invasivos, que todo conviva”.
El hecho de que sea su trabajo más rico y ambicioso en cuanto a arreglos e instrumentación se debe a “contar con estos músicos, mi banda (además de Joshua, Juan Torán, Juan Espiga y Lete Moreno). Además, hemos contado con un chico inglés, Andrew Stuart, para los arreglos de violín. Cada uno de ellos domina su instrumento. En cuanto a la composición hemos trabajado las cosas en el local, y eso ha hecho que yo como productor pusiera freno a mis impulsos de hacer arreglos”.
Por las circunstancias vitales de cada uno, el álbum tuvo que grabarse en tres estudios distintos y por partes, aunque la idea original era hacerlo todo en directo en Estudio Brazil, uno de los que escogieron. De hecho, han vuelto al estudio de Javier Ortiz a regrabar su nuevo single “Backbone”, para aprovechar la dinámica del grupo, “sin claqueta y todos a la vez. Yo creo que cuando tocamos, muchas canciones ganan por la interpretación en directo. La idea original era grabar el disco todos juntos, pero la vida se nos complicó y no pudimos quedar todos juntos a la vez. Era mejor hacerlo así que esperar cinco años”, afirma riéndose.
Aaron disfruta de su faceta como productor, con su música o la de otros. “Provocar una especie de energía me gusta mucho. Y trabajar con gente que controla su instrumento mejor que yo, y ver si los puedo exprimir para que juntos lleguemos a un sitio donde yo personalmente no he llegado. Eso me encanta”. En este sentido, sus diferentes facetas “se retroalimentan. Cuando hago una banda sonora planteo hacer una música que tiene una identidad, que sólo existe en ese espacio y aporta mucha información. Intento aplicar esa filosofía a cada disco y producción que hago, porque me parece una manera de transportar al oyente a un sitio diferente”.
“A las plataformas les viene genial que la música está generada por una IA”
Sus expectativas con este disco son “muy humildes”, porque es consciente del momento en que vivimos y lo complicada que es esta era de las plataformas y las escuchas compulsivas. “Tengo mucha curiosidad por saber a quién le puede gustar. Yo quiero que sea para un público amplio, pero no tiene una referencia clara en plan “es igual que Mac DeMarco y va para los treintañeros que se integran en el mercado laboral lentamente" (risas). Creo que es para la gente que aprecia la música de los años 80 para atrás. Me gusta pensar que lo que proponemos es agradable, que es música que está muy bien para poner en tu casa. No es música festiva para estar en una discoteca, desde luego. Creo que es un disco para gente que escucha música en su casa”.
Aaron pone en valor la actitud de Javier Liñán, responsable de El Volcán Música, al apostar por lo que le gusta sin tener en cuenta consideraciones comerciales. “Es parte del encanto de esta discográfica tan ecléctica: si algo le gusta, piensa primero en eso. Y me parece muy admirable. Yo canto en inglés, tengo banda y hago música que no está en un género específico”.
Respecto al porvenir inmediato, Aaron cree que “con la IA va a haber muchos derivados musicales. Me da pena que la gente no quiera aprender teoría musical, tocar un instrumento o dominar la técnica de cantar. Para mí la música es la expresión humana más valiosa que existe. Ceder esto, de repente, a una máquina, me parece un error. ¿Aspiramos en el fondo a ser máquinas? Esto es raro, y creo que está empujado por las plataformas. Les viene genial que la música esté generada por una IA. No tienes que pagar ningún royalty. Va haber fusiones curiosas, pero me gusta recordar que la música la hacemos nosotros. Está condicionada por las experiencias que vivimos, y la gente a nuestro alrededor, el contexto histórico y social. Esas cosas son importantes”.
El peso de la cuantificación de escuchas a través de las plataformas también se le hace complicado. “Antes había prescriptores más verticales que generaban confianza. Ayudaban a orientar. Las plataformas funcionan de un modo extraño. Las canciones nuevas que salen los viernes son cada vez más cortas. Menos de dos minutos y treinta segundos. Todo son estribillos. No dejamos que los artistas exploren con sus caras B. Tener que justificar con datos que tu directo va a ser una buena apuesta para alguien que quiere monetizar tu producto es jodido”.
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