Con el español como bandera idiomática por vez primera,
Najwa Nimri se desmarca con su trabajo más personal y arriesgado hasta la
fecha. Con un buen copazo de whisky en mano, la hispano-jordana, sin pelos en
la lengua, rememora su extinguido miedo escénico y nos muestra las claves para
entender su último largo. Si el último proyecto de NajwaJean se ejecutó a base
de alcohol y cigarrillos a mansalva, tal como le comentaste a Jesús Quintero en
una ocasión, ¿cuáles han sido las piedras angulares en este caso? “En ‘El último primate’ priman las
pantuflas y el té. Es más de levantarse por la mañana, mirar el mal tiempo que
hace afuera y, desde la comodidad de casa, ver el mundo como algo cuanto menos
terrorífico”. Los pianos ensoñadores y las percusiones orgánicas, como en “Con un puñal”, brillan
con luz propia en un álbum sosegado que ni mucho menos cuenta con la inmediatez
sonora de sus anteriores trabajos. ¿Acaso has perdido la fe en la electrónica? “La electrónica me abandonó hace tiempo.
Empecé a componer las canciones en mi ordenador, pero acabé dándome cuenta de
que todos los ritmos que quería suplir con máquinas no me convencían lo más
mínimo. Conozco a un gran batería, Borja Barrueta, que es del todo
insustituible por cualquier programa informático. Así que he preferido tirar
por este camino”. ¿Y qué queda de aquella Najwa amante del pop? Más bien
poco... “He intentado distanciarme del
pop. En el disco no hay estribillos, a excepción del primer single, ‘El último
primate’, de forma buscada. Las únicas canciones con las que llego a flipar son
aquellas en las que los músicos son medianamente libres para hacer lo que
quieran. Como en los directos no puedo llevar un piano de cola, lo que hacemos
es un show seco y teatral, teniendo en cuenta los medios de los que disponemos”.
Las tornas han cambiado radicalmente desde aquel sonado debut, “No Blood”, alabado hasta la saciedad y
aún recordado por aquellos amantes de la escena de Bristol. Najwa, reticente en
un primer momento a subirse al escenario, se vio abocada a hacerlo por demanda
popular. ¿Ya no te acojonan los directos? “Ahora
simplemente no me los tomo tan a pecho. Entre mis amigos, Raúl Santos era el
perfecto con el cual tirarme a la piscina en aquel entonces. Al principio
actuábamos prácticamente sin luces para que no se nos viera. Superamos el pudor
sin problemas, pero la mayor sorpresa fue cuando vimos tanto público. Ninguno
de nosotros se esperaba tal éxito. Ahora esos miedos han desaparecido”. Muchos no
acaban de entender por qué te has decantado por el español en este momento. “Lo que quiero es que se me entienda más
fácilmente. Llevaba años intentándolo. Me sentía un poco en deuda con mis
seguidores. No es que un día me levantara y dijera ahora lo voy a hacer, ni
mucho menos. Simplemente es un modo de abreviar y transmitir los mensajes
rápidamente”. Tu matrimonio artístico junto a Carlos Jean se encuentra en stand-by. “Si se da el caso, sí. El último álbum que hicimos juntos simplemente
surgió. Estábamos en un momento en el que nos sentíamos algo aburridos. Después
de pegarnos unos días fantásticos en Cádiz bebiendo y cantando decidimos tirar
adelante ‘Till It Breaks’, un álbum del todo físico con el que únicamente
queríamos pasarlo bien. Si nos volveremos a juntar, como premisa no está
planeada, Pero puede ocurrir”. ¿Quizás con un álbum de tintes más soul?
Desde pequeña oías a Aretha Flanklin y te empapabas de discos de jazz, pero
tales vestigios nunca los has plasmado en tus composiciones desde los tiempos
de Respect. “Supongo que haré un largo
así cuando tenga sesenta años, en el momento en el que solamente pueda estar
sentada en un taburete y cantar. Igual, para entonces, ya no tengo voz, pero
con cantar poquito y bonito ya me conformaría”.
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