La exploitation de “Estirando el Chicle” continúa dando sus frutos con un nuevo paratexto podcastil, capitaneado en esta ocasión por el 50% de su dupla responsable, Carolina Iglesias. Acompañada ahora de dos iconos del nuevo humor patrio como son Laura Márquez y Charlie Pee, la cómica gallega tira de desgaste generacional y congoja millennial para recordarnos el paso y el peso de la madurez de la mano de un título que lo resume todo de forma brillante: “Ni tan bien”.
Sin dejar de seguir inevitablemente los pasos de su proyecto madre, este nuevo programa de reciente estreno se postula como algo más que un mero apéndice o escisión del mismo y crece en una dirección propia con cada una de sus entregas semanales. Eso sí, sus evidentes símiles hacen que lo que ahora nos proponga su voz principal sea en gran medida todo un disfrute para los amantes del legendario “Chicle” o un nuevo rehúso para quienes ya de origen fueran detractores del mismo.
De hecho, será más sencillo hablar de “Ni tan bien” a partir de los paralelismos y disparidades que ambos programas presentan, pues su pareja estructura nos empuja irremediablemente a la comparación. El programa de Carolina, a diferencia de su proyecto junto a Victoria Martín, arranca con un monólogo situacional en el que nos pondrá al día de la coyuntura político-social del momento, analizada bajo su rápida y fina ironía. Un aliciente para seguir escuchándola semana tras semana y deleitarnos así con su divertida vis informativa, a pesar de la rapidez con la que los contenidos diarios caducan y riñen con el humor.
Defendidas con experticia y callo, Carolina también nos ofrece conversaciones con entrevistadas y entrevistados (sí, en masculino, pues a diferencia de “Estirando el chicle”, en la corta andadura de “Ni tan bien” ya hemos podido ver hasta dos invitados hombres, como son Jorge Ponce y Carles Tamayo). Una apertura de target a partir de la que hemos podido ver que el criterio elegido para congregar caras famosas busca tender lazos con una amplia generación de oyentes con inquietudes del todo dispares (desde el desenfado rockero de las Hinds al punk literario de Maruja Torres, pasando por el talento de Paula Usero o el infinito ingenio de Ana Morgade).
Pero sin lugar a dudas, el podcast crece al alza cuando sus partenaires, Charlie y Laura, toman el control del estudio. La andaluza no dudará en recordarnos por qué es una de las mejores guionistas de este país, ya sea a golpe de reportaje humorístico o sacando a la luz los trapos más íntimos de su convivencia con Carolina; mientras que la catalana afilará su lengua (la nativa y la impuesta) para no callarse nada y escandalizar debidamente a todo aquel que se precie (un papel de destroyerismo femenino que, por continuar con las semejanzas, se le asignaría en su versión “chiclil” a Henar Álvarez).
Para su respectiva conclusión, en lugar de karaoke, himno de Francia y entrega de bragas, el trío nos ofrece una “penúltima ronda” de desvaríos a modo de miscelánea discursiva con la que dejan en alto el pabellón y demuestran su gran simbiosis a los micros. Se faltan, se admiran, se complementan y a nosotros nos hacen sentir una más dentro de su particular y ocurrente pandilla. Una razón más para no entender que, mientras un par de hormigas compiten con un tipo de Orcera por la titularidad en el prime-time televisivo, ninguna de nuestras cómicas haya entrado todavía dentro de esa disputada ecuación. Normal que a la pregunta de “¿Que cómo estamos?” la respuesta inmediata de estas sea “Pues ni tan bien”.
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