Ser melómano es un camino elegido y una condición de privilegio en la mayoría de los casos. El acceso a la información puede ser un beneficio de valor agregado, aún en los días actuales en los que la wikicultura es “gratis”. El problema en cualquier caso no es el acceso en sí, sino la administración de esa información. En la música en particular hay artistas cuya obra ha trascendido generaciones y que, de tan numerosa y de altura, se hace difícil abarcar (es más fácil cuando estos artistas tienen discos malos, que se descartan solos). Dentro de esa galaxia de selectas personalidades se me vienen a la cabeza de inmediato, así sin pensarlo mucho, los nombres de Frank Zappa, Luis Alberto Spinetta, Caetano Veloso y John Zorn.
Estudiar a fondo a este tipo de personajes es una tarea de valientes, por ende Óscar Alarcia es uno de ellos. Su libro “Universo John Zorn” es no solo un único-en-su-especie, sino un trabajo de un esfuerzo magnánimo y un ritmo de lectura entretenido y cautivante. El nivel de detalle de las notas al pie denota obstinación de la buena, elemento marcado en el dinámico prólogo a manos de Javier Díez Ena.
Del mismo modo el análisis a fondo de cada etapa –divididas mayormente en espacios temporales– y proyectos del protagonista es simplemente admirable. Intentar explicar el genio de Zorn es siempre una tarea complicada: su ética laboral, la forma en que plantea su visión del arte y la infinidad –nunca tuvo tanto sentido decir “infinidad”– de caras sonoras que ofrece, hacen la faena tan exigente como disfrutable. Tuve la extraña oportunidad de entrevistar dos veces a Zorn, lo cual acrecienta mucho mis oportunidades de que me parta un rayo, ya que no es nada fácil poner al hombre detrás de un teléfono. Enfocarse en preparar una charla con él es un trabajo fascinante que te pone a prueba: aquí te juegas mucho de la auto confianza que puedas tener, mientras tu editor te advierte “Cuidado que el monstruo humilla”. Contando con esa experiencia, no me puedo imaginar la montaña de trabajo de investigación a la que se sometió Alarcia, pero sí puedo felicitarlo por los resultados obtenidos.
John Zorn es un tipo que se muestra con una avasallante transparencia, como músico y como individuo. Su personalidad se define con la máxima “gilipolleces, no”, con lo bueno y lo malo que esto conlleva. Así como "Dreamers" o "The Song Project" te embelesan con ese sonido pulcro y sentimental y "Painkiller" o "Bladerunner" pueden dejarte las neuronas con agujetas en unos pocos “compases”, Zorn puede ser un tío encantador (lo experimenté, no me lo contaron) y un capullo al rato (esto tampoco no me lo contaron); básicamente como todo el mundo, con la diferencia que el tipo, aún sabiendo de su carácter de líder y centro de atención, no se corta y asume sus responsabilidades y riesgos. Exactamente eso lo convierte en un maravilloso fuera de serie y en un ser humano difícil de abarcar.
En estas páginas Óscar Alarcia le hace un gran favor a la nación melómana que no sabe cómo entrarle a Zorn y, lo mejor: logra que el camino sea por demás agradable. “Universo John Zorn” es otro de esos parajes necesarios para evitar convertirse en un “wikihead”, algo que el mundillo de curiosos e inconformistas sonoros debería agradecer.
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