Recibir las memorias de una de las figuras más icónicas del rock británico como es Bobby Gillespie, no podía ser sino un regalo divino. O, en este caso, de la editorial barcelonesa Contra, que sigue a lo suyo cuando de publicar autobiografías enriquecedoras y que trascienden el mero anecdotario se trata. Es lo que sucede con “Un chaval de barrio" –"Tenement Kid” en la edición original–, volumen de más de cuatrocientas páginas en las que el espigado vocalista de Primal Scream repasa un tramo determinante de su vida. Concretamente desde que el chaval del título pulula por un barrio gris del Glasgow de los setenta hasta que la banda lanza al mundo ese “Screamadelica” (Creation, 91) que sigue ocupando plaza en el olimpo de los mejores discos de la historia.
Historias y recuerdos bajo el argumento común del romanticismo y la pasión, de esa cien por cien pura que se aleja de cualquier medida racional. Sentimientos que supuran en el autor cuando escribe sobre fútbol, moda y, sobre todo, música, concretando su despertar ante la bofetada del punk y el rock y, posteriormente, el auge de la cultura de clubes y el acid house. Un trazado que también incluye el emocionante coqueteo inicial (y posterior consumo generalizado) con diferentes drogas, su militancia en grupos como Altered Images, The Wake y The Jesus & Mary Chain –con quienes giró y grabó el seminal “Psychocandy” (Warner, 85)–, y los primeros y arduos bandazos de unos Primal Scream que evolucionarían hasta alumbrar su mencionada cumbre creativa. Un momento que aquí sirve para poner categórico punto y final al libro, a la espera de saber si habrá continuación en forma de segunda parte. Con un trazo ligeramente anárquico (lo justo como para potenciar el realismo y no tanto como para perder de vista la ubicación temporal), el músico comparte motivaciones personales y artísticas sin volver la cara a la temática socio-política, con Gillespie –un tipo tan eléctrico como en realidad cultivado– argumentado con clarividencia su ideología izquierdista al tiempo de enmarcarla en el entorno de la época.
“Un chaval de barrio” se empapa del mismo carisma acelerado de Bobby Gillespie, gracias a un contenido honesto, siempre incendiario y clarificador con respecto a la por entonces cambiante escena británica, con especial mención para la poblada y atractiva liga escocesa. Un libro que no intenta ocultar, ni siquiera velar, su naturaleza manifiesta como jugoso tratado sobre sexo, drogas y rock & roll. Porque esa, y no otra, fue la filosofía del firmante y de todos esos personajes que aquí aparecen junto a él, destacando el tomo sobre otros de misma temática. Son las consecuencias de una obra inspiradora, sellada por un auténtico chamán (término que él mismo utiliza para definir a otros protagonistas a los que admira con ardor) del rock que ahora alarga, aún más, su leyenda.
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