Que el de Lawrence es uno de los casos más injustos en la historia del pop es algo que más que evidente. El que fue líder de Felt y Denim, entre otros proyectos, siempre ha sido venerado como una de las figuras más personales de los años ochenta y luego de los noventa. Y con razón.
La tragedia de su fracaso masivo es uno de los atenuantes que fueron arrastrando a Lawrence hacia un limbo personal, como si se tratara de un personaje dickensiano de nuestro siglo. Un loser con todas las letras, que nos proporcionó de clásicos incontestables como “The Splendour Of Fear” o “Forever Breathes The Lonely World”, ambos al frente de Felt.
El famoso periodista británico Will Hodgkinson es quien acompaña a Lawrence, durante un año, a través de su submundo por Temple Fortune y otras zonas de la ciudad, las cuales funcionan como un mapa de la mente y las obsesiones de nuestro protagonista principal, un tipo cuya dieta se reduce a te, galletitas saladas y regaliz.
En este sentido, la tragicomedia en la que Lawrence vive día a día es captada sin burlas ni patetismos innecesarios mediante una prosa en la que Hodgkinson cede todo el protagonismo a las observaciones y relatos del anti-frontman por antonomasia. Todo lo contrario, sería absurdo, y eso el autor de tan jugoso documento lo entendió a la primera.
En este sentido, qué mejor que dejar su voz en off dentro de una portentosa mezcla de ensayo musical sobre la trayectoria de Lawrence y de relato suburbial que ahonda en las particularidades de un ser cuya concepción del novelty rock parece haber sido trasladada por completo a su modus vivendi. Un vagabundo de nuestra era cuyos méritos creativos son destilados a lo largo de unas páginas sin ánimo de revancha con el mundo que lo maltrató, pero sí con un más que plausible halo de reconocimiento por comparación con contemporáneos, advenedizos y alumnos aventajados, o no, de una personalidad que, tal como queda de manifiesto en este relato increíble, responde a la de uno de los más brillantes creadores de pop pluscuamperfecto. El mismo que nunca le dio el hit tan ansiado para escapar del desastrado destino al que, trágicamente, se vio abocado.
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