Slow Train Coming - Bob Dylan y la cruz de Jesús
LibrosLuis Lapuente Y Ana Aréjula

Slow Train Coming - Bob Dylan y la cruz de Jesús

9 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 22-01-2025
Empresa — Efe Eme

La mayoría de sus fans pensaron que a Bob Dylan se le había ido la olla en 1979 cuando publicó "Slow Train Coming" (1979), su disco cristiano por excelencia. Lo acogieron como un desbarre. Una rayada fina. Sus conciertos levantaron casi las mismas ampollas que aquel bolo de Newport en el 65 en el que le llamaron Judas por electrificarse. Abucheos por doquier. Aunque también aplausos. Fue también vapuleado por la crítica: tan solo Jann Wenner lo defendió a ultranza desde Rolling Stone. John Lennon lo puso a caldo pero Father John Misty lo encumbró como uno de sus referentes: esa cerrada curva en su apreciación es sintomática. Con el tiempo ha acabado por rebañar el aura de grabación totémica que se le negó en su momento, al menos desde ciertas tribunas. Porque siempre habrá quien nunca termine de tragar con el Dylan judío que cantó a los cuatro vientos las bondades del cristianismo.

Ocurre que la suya no era una fe demasiado envarada. En realidad, nada lo ha sido en su vida. Tenía más que ver con una lectura particular de la Biblia, con el anarquismo cristiano de Tolstoi y con cierta influencia de los Jesus Freaks y otros colectivos que se revolvían durante los años setenta contra la espiritualidad de postal de la era hippie, y que también sintonizaba con el rock cristiano alentado por Larry Norman, más que con el rancio aroma a sacristía que cualquiera pueda haber colegido de su mediática actuación ante Juan Pablo II en 1997, que es lo que ha quedado en la mollera de muchos. Los prejuicios, ya se sabe.

Para desmontarlos, y para alumbrar sus muchísimos matices, sirve (entre otras cosas) este extraordinario trabajo a cuatro manos entre Luis Lapuente y Ana Aréjula, que aúna sabiduría musical y religiosa en torno aquel disco grabado en los legendarios estudios Muscle Shoals de Alabama con Jerry Wexler, Mark Knopfler a la guitarra y un coro de gospel que ayudó también a darle su pátina de soul y funk. Es este un ensayo obsesivamente documentado, casi hasta lo enfermizo, que en su disección de aquel álbum demuestra que no tiene nada que envidiar al más sesudo de los manuales foráneos que puedas haber leído en cualquier momento de tu vida alrededor de cualquier músico. Es un trabajazo que te debería atrapar incluso en el caso de que no tengas demasiado interés en Bob Dylan ni curiosidad alguna por prestar tres cuartos de hora de tu tiempo a escuchar el disco de marras.

 

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