Se reedita, revisado y ampliado, este ensayo de explícito título y descriptivo contenido. Huelga decir que "Sticky Fingers" (1971) es uno de los hitos más reconocidos y reivindicados en la carrera de los Rolling Stones. Por tanto, estamos ante uno de los discos clave de la historia del rock. Dicho esto, nada mejor para llegar a las entrañas de tan magna obra que repasar -al detalle y cronológicamente- lo acontecido en el seno del grupo durante la grabación del álbum, así como algún tiempo antes. Para hacerlo, podríamos recurrir por nuestra cuenta y riesgo a la enorme bibliografía disponible… o ahorrarnos ese farragoso trabajo, aprovechando que el autor de este libro se ha sumergido en ella, recurriendo a numerosos libros, entrevistas y datos, hasta ponerlo todo en perfecto y armónico orden.
Conste también, para posibles profanos en el universo stoniano, que "Sticky Fingers" nació de un proceso de grabación prolongado en el tiempo y dispar en localizaciones, coetáneo además de profundos cambios en la dinámica del grupo. Sin ir más lejos, la creación de un sello discográfico propio, la cambiante vida sentimental de Mick Jagger o la creciente dependencia a sustancias estupefacientes de Keith Richards. En consecuencia, este libro abarca no sólo hechos relativos al proceso creativo y de grabación del disco, sino que también relata con rigor acontecimientos más o menos paralelos que, de una forma u otra, tuvieron su incidencia en las canciones del citado álbum.
Por otra parte, se incluyen aquí curiosas y reveladoras referencias a la famosa portada de la cremallera, así como a sus versiones alternativas, entre las que destaca la resultante de la intervención de la censura española de la época. Interesante resulta también uno de los apéndices, en el que se recopila brevemente la trayectoria de muchos de los protagonistas del libro, bajo el título ¿Qué fue de…?.
En definitiva, la historia de "Sticky Fingers" es profunda en cuanto a legado musical, diversa en temáticas adyacentes y rica en matices, por lo que cualquier admirador del disco debería agradecer que se le ponga al alcance este texto. Que suene el riff de “Brown Sugar” y empiece la lectura.
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