Reyes vagabundos
LibrosJoseph O’Connor

Reyes vagabundos

9 / 10
Kepa Arbizu — 11-04-2023
Empresa — Impedimenta

Salvo contadas excepciones, la música popular ha estado supeditada dentro de la estructura de la novela contemporánea a un papel relegado a ser poco más que el atrezo utilizado para decorar el paisaje de fondo de aquellas historias principales. Una habitual presencia marginal que sin embargo en el nuevo libro de Joseph O’Connor, “Reyes vagabundos”, adoptará un lugar protagonista, haciendo de la vida, milagros y desatinos de una banda de rock ficticia el foco principal de una obra que, al margen de adentrarse en todo ese proceloso y bullicioso desarrollo común que define a cualquier formación musical, se significa además como la mirada a una época determinada y por encima de todo a esa visceral manera de afrontar la juventud, fuera de los cauces convencionales, escogida por un grupo de personas.

Probablemente si nos adentrásemos en la biografía de cualquier individuo dotado de inspiración creativa, ya sea expresada desde el anonimato o bajo la luz refulgente del éxito, encontraríamos que sus primeras pulsiones artísticas nacieron espoleadas por la aparición en escena de uno de esos tipos peculiares que producen una irremediable atracción. En el caso del narrador en retrospectiva de esta novela, Robbie Goulding, un joven de origen irlandés instalado en el Luton de los años ochenta, donde la niebla “thatcherista” era especialmente tupida pero también el inesperado vivero de inquietudes culturales, cruzarse con el estrafalario, carismático y siempre misterioso- un secretismo construido tras lágrimas mudas y una fantasiosa biografía- Fran Mulvey supuso el detonante necesario para encaminarse hacia ese lado salvaje, pero lleno de plenitud, de la vida.

Utilizando el perfectamente hilvanado recurso de complementar la narración con extractos de declaraciones vertidas por los integrantes, y allegados, de la banda en diferentes épocas de su trayectoria, la historia de Ships in the Night, que así lleva por nombre el combo, mantiene la clásica hoja de ruta aplicable a tantas formaciones: Unos caóticos inicios, despegue, auge y declive. Un desarrollo que, dado la acertada estructura temporal de la novela, desde las primeras páginas ya somos conscientes de su abrupto final, poniendo en práctica aquella máxima utilizada por Hitchcock que consideraba más eficiente a la hora de crear tensión en el espectador conocer la ubicación de la bomba y mantenerse a la espera de su detonación. En este caso, somos conscientes de la dramática ruptura de la banda pero ansiamos conocer los detalles que desembocaron en tal decisión. Así, toda la escritura lleva implícito un tono melancólico que no evita la calidez, a pesar de su trepidante ritmo, de una narración que nos acerca afectivamente a sus protagonistas y nos hace estremecer por cada paulatina fractura de su unión.

Desde aquel iniciático encontronazo, lleno de incertidumbre por conseguir llamar la atención de ese al que se advierte como un personaje digno de admiración, siempre que se desee rozar el abismo en cada esquina, el progreso de la formación se completará con otros dos miembros, logrando así un muestrario de personalidades que perfectamente pueden resultar representativas de las diferentes identidades que históricamente han convivido en una banda: Desde el aparentemente seco y árido líder en la sombra al talentoso y salvaje “frontman”, pasando por aquella pieza incluida como solución de última hora y que acaba por convertirse en esencial en la relojería interna o la parte femenina de academicista visión y musa inalcanzable de nuestro protagonista. En una historia de estas características no puede faltar ese triunvirato que componen el sexo, las drogas y el rock and roll, pero igualmente en ese menú resultarán indispensables las penurias, los constantes litigios personales, las esperanzas truncadas, las disputas morales con las que lidiar el éxito y, sobre todo, lo más importante, la sensación de que se está viviendo a unas revoluciones muy superiores a las del resto de los mortales. Con todo lo bueno y malo que eso conlleva.

No habrá en este libro, ya que tampoco es una de sus aspiraciones, la solución a esa ecuación mágica, de existir, que ofrezca la explicación a la desmesurada fama alcanzada por el cuarteto; quizás fuera una cuestión de talento, o determinación, o el simple azar necesario en toda manifestación artística, incluso puede que la culpable fuera esa particular mezcla sonora, que atrae hasta sí desde el blues primigenio al punk más airado sin olvidar el dinamismo de los ritmos de origen jamaicano. Todo un crisol de influencias, no solo musicales, que serán desgranadas a lo largo de la narración con un uso torrencial de referencias que sin embargo, paliado en buena medida por un tono humorístico evidente, y no exento de la ironía británica, en ningún caso desprenderá fragancias de erudición vana sino de una necesaria reivindicación de las ansias por devorar las posibles respuestas al enigma que esconde el alma humano.

Sabedores de que la tormenta, ya sea en forma de ambición desmedida, de ego o ansias de plenitud personal o profesional, sacudirá los cimentos de una banda que abrazó la gloria para desvanecerse entre grandilocuentes titulares, cuantificar su triunfo contabilizando únicamente discos de oro o rankings en las más ilustres listas es no haber sabido exprimir todo el jugo que derrocha este sobresaliente libro. Con una emocionante y majestuosa parte final, sabiendo manejar con astuta maestría todos esos recursos de épica sensibilidad con el fin de hacer brotar nuestro lagrimal, “Reyes vagabundos” es por encima de todo una emocionante oda a la amistad más allá de obstáculos e inconvenientes, la materialización de que los lazos tejidos por la música, cuando ésta se vive con pasión extrema, no hay error humano que pueda separarlos.

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