Quinta Avenida, 5:00 A.M.
LibrosSam Wasson

Quinta Avenida, 5:00 A.M.

7 / 10
José Martínez Ros — 02-05-2023
Empresa — Es Pop Ediciones

Los lectores españoles conocimos a Sam Wasson por un libro anterior que también nos trajo la editorial Es Pop: “El gran adiós”. Allí reconstruía la génesis de una de las películas más míticas del Nuevo Hollywood de los 70, “Chinatown” de Roman Polanski, y nos ofrecía una amplia mirada a una época de transición, situada entre la decadencia del viejo Star-system de los viejos estudios y la nueva era corporativa de los blockbusters y las franquicias, un momento único y, desgraciadamente, irrepetible en el que los elementos creativos, directores y guionistas, tomaron el poder en lugar de ser meras piezas sustituibles en la cadena de montaje de “la fábrica de sueños·”.

En “Quinta Avenida, 5:00 AM” retrocedemos una década. Estamos en 1961, y Paramount ha adquirido la novela corta de Truman Capote, “Desayuno en Tiffany´s”, lo cual plantea al estudio una larga serie de problemas, el primero de los cuales es cómo presentar al público a su heroína, Holly Golightly, uno de los personajes, sin duda, más adorables y seductores de la literatura de todos los tiempos, pero que, a la vez, es una mujer joven que se gana la vida como “acompañante” de caballeros adinerados, para definirla con sencillez, una prostituta. Y eso estaba mucho más allá de lo que se podía mostrar en las pantallas de la época. Por expresarlo en las palabras del autor, era la primera vez que Hollywood intentaba que al espectador le cayera bien una joven con un código moral, como mínimo, extravagante.

De hecho, como nos relata Wasson, a Truman Capote le hubiera gustado que el papel hubiera caído en manos de su íntima amiga Marilyn Monroe, pero se encontró con la indignada oposición de sus agentes, que creían que interpretar a una “dama de la noche” hubiera sido el equivalente a una bomba atómica para su carrera. Así que la tarea de transformar a Holly en una criatura de carne y hueso recayó en una jovencita angloholandesa que se había convertido en uno de los astros más rutilantes de Hollywood tras su aparición en “Vacaciones en Roma”, Audrey Hepburn. Hubo muchos que le aconsejaron que lo rechazara. Sin embargo, contra todo pronóstico, “Desayuno con diamantes” llegaría a ser una de las películas más icónicas de la historia, y garantizaría la inmortalidad de su protagonista. Wasson nos cuenta cómo fue posible.

Como sucede a menudo cuando lees acerca de muchas grandes películas, te sorprende lo cerca que se hallaron del desastre: los ejecutivos de Paramount habían adquirido los derechos de libro de Capote porque se había convertido en un tremendo best-seller pero, a la vez, hacían todo lo posible para borrar su –para la época- atrevido contenido sexual; la banda sonora de Henry Mancini fue discutida y el compositor estuvo a punto de ser expulsado del proyecto; Blake Edwards no soportaba a George Peppard e hizo todo lo posible para boicotearlo; el propio Edwards también pudo ser descartado y sustituido, bastante pasmosamente, por John Frankenheimer, un maestro del thriller y el cine de acción, pero cuyo talento para la comedia no ha sido en exceso acreditado; la escena de “Moon River” fue eliminada en un montaje inicial; el guion era reescrito continuamente; y así en un larguísimo etcétera.

Por suerte –o por talento combinado de todos los implicados, Edwards, Capote, Hepburn, Mancini y otros muchos-, lo que al final se estrenó fue la película maravillosa e inolvidable que todos conocemos. En ese aspecto, al menos, sí que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

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