El título del primero de los discos de Lenny Kravitz, “Let Love Rule”, da también nombre a la primera parte de sus memorias, que abarcan desde su más tierna infancia hasta precisamente el lanzamiento de aquella obra primeriza. Kravitz, ayudado por la ágil escritura del periodista David Ritz, nos habla aquí de su profunda espiritualidad, de su pasión primeriza por The Jackson 5, sus primeras incursiones en la música como parte de un importante coro infantil californiano, sus pinitos como jovencísimo empresario de eventos, la frustrante relación con su padre y la veneración incondicional hacia su madre, su descubrimiento del rock y, en fin, de su paulatino crecimiento como músico y como persona.
Su vida ha estado marcada por la dualidad y la fusión. Hijo de padre blanco judío y madre negra cristiana, su infancia y adolescencia se movió entre Nueva York, Los Angeles y Nassau, en constante contacto con el mundo del arte y la farándula gracias a la profesión de sus padres (su madre actriz y su padre productor de televisión). De ahí que a lo largo de las páginas del libro aparezcan numerosos nombres de diferentes músicos ilustres (entre ellos Miles Davis, por citar solo uno), además de en su vertiente profesional, mostrados en la cotidianidad de sus casas o en el relajado ambiente de la confianza. Aunque previsiblemente lo mejor se esté reservando para la segunda parte de las memorias, esta primera resulta indispensable para entender al personaje y su trabajo como artista y no carece de interés.
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